¿Crecen los ríos teñidos de naranja en el mundo? Qué dice un estudio y por qué alarma a los expertos
El avance del deshielo y la liberación de metales plantea desafíos ambientales y sociales de difícil solución, con la transformación de caudales antes cristalinos en corrientes opacas
De esta manera, el color naranja y la turbidez que actualmente presentan numerosos ríos en regiones frías, como el Ártico y potencialmente en Australia, y generaron preocupación en la comunidad científica internacional, tiene una razón preocupante y que, según se desprende del estudio, podría expandirse.

Es que este fenómeno, que transforma cursos de agua antes cristalinos en corrientes opacas y rojizas, está directamente vinculado al deshielo del permafrost y a complejos procesos geoquímicos que modifican la calidad del agua y ponen en riesgo la vida acuática, según investigaciones de Umeå University.
Asimismo, de acuerdo con los expertos, el aumento de las temperaturas globales provoca la liberación de hierro y otros metales desde el suelo congelado, lo que explica la coloración anaranjada y la pérdida de transparencia.
Procesos geoquímicos y liberación de hierro
El mecanismo científico que explica este fenómeno fue profundizado y liderado por Jean-François Boily y Angelo Pio Sebaaly, de Umeå University. A diferencia de la creencia tradicional de que el hielo ralentiza las reacciones químicas, los investigadores demostraron que el hielo puede disolver minerales de hierro con mayor eficacia que el agua líquida.

“Puede sonar contraintuitivo, pero el hielo no es un bloque congelado pasivo. La congelación crea bolsillos microscópicos de agua líquida entre los cristales de hielo. Estos actúan como reactores químicos, donde los compuestos se concentran y se vuelven extremadamente ácidos. Esto significa que pueden reaccionar con los minerales de hierro incluso a temperaturas tan bajas como −30℃”, explicó Boily.
El estudio se centró en la goethita, un óxido de hierro común, y en la interacción con ácidos orgánicos presentes de forma natural. Los experimentos revelaron que los ciclos repetidos de congelación y deshielo favorecen la disolución del hierro, ya que liberan compuestos orgánicos atrapados en el hielo, lo que a su vez alimenta nuevas reacciones químicas. La salinidad del agua también influye de manera decisiva: el agua dulce y la salobre potencian la disolución, mientras que el agua de mar tiende a inhibirla.
“A medida que el clima se calienta, los ciclos de congelación y deshielo se vuelven más frecuentes. Cada ciclo libera hierro de suelos y permafrost hacia el agua. Esto puede afectar la calidad del agua y los ecosistemas acuáticos en enormes áreas”, agregó Sebaaly. La investigación subraya que estos procesos se intensifican en ambientes ácidos, como los suelos de sulfato ácido, el permafrost y el polvo atmosférico congelado.
El fenómeno, aunque similar al drenaje ácido de minas, ocurre de manera natural y a gran escala en regiones remotas, sin intervención humana. Además, “el hielo puede desempeñar un papel crítico en la producción de hierro soluble en ambientes congelados”, según los autores.
Impacto ambiental y social

El impacto ambiental y social de este proceso resulta evidente en el caso del río Salmon. Según había advertido en una nota anterior Infobae, la oxidación de minerales como la pirita genera ácido sulfúrico, que libera metales como hierro, cadmio y aluminio en el agua. El cadmio, por ejemplo, se acumula en los órganos de los peces y puede afectar a depredadores como osos y aves.
La alta concentración de hierro enturbia el agua, reduce la penetración de la luz y asfixia a las larvas de insectos, base alimentaria de especies como el salmón. Aunque los niveles actuales de metales en los tejidos comestibles de los peces no representan un riesgo directo para las personas, los cambios en el hábitat amenazan la subsistencia de comunidades indígenas que dependen del salmón chum y otras especies para su alimentación y cultura.
David Cooper, científico de la Universidad Estatal de Colorado, describió, en una nota previa publicada en Infobae, que los rápidos cambios en la morfología del terreno y la química del agua como realmente asombrosos.
Paddy Sullivan, ecólogo de la Universidad de Alaska, fue el primero en detectar en 2019 la persistencia del color y la turbidez en el río Salmon tras el deshielo, lo que motivó una investigación conjunta que confirmó la relación entre el deshielo del permafrost y la liberación de metales tóxicos.

El fenómeno no se limita a un solo río ni a una región. Tim Lyons había señalado una nota de Infobae que esto sucede en todo el Ártico: donde exista el tipo adecuado de roca y permafrost descongelado, este proceso puede desarrollarse.
A diferencia de la contaminación minera, que puede controlarse con barreras, las cuencas hidrográficas remotas del Ártico presentan cientos de fuentes potenciales de contaminación y carecen de infraestructura para su control. La única forma de revertir el proceso sería la recuperación del permafrost, algo improbable mientras persista el calentamiento global.
Las investigaciones de Umeå University y los reportes de Infobae coinciden en que el proceso es prácticamente irreversible bajo las condiciones actuales. El avance del cambio climático y la intensificación de los ciclos de congelación y deshielo auguran una expansión del fenómeno, con consecuencias imprevisibles para los ecosistemas y las comunidades humanas.
Así, la transformación de los ríos en regiones frías se consolida como una de las señales más visibles y preocupantes del impacto del calentamiento global, un proceso que, una vez iniciado, no admite marcha atrás.