Athletic 0-Arsenal 2 Cañonazo del Arsenal al Athletic
Amargo regreso de los leones a la Champions. Sus errores ante el Arsenal le costaron muy caros.
AsEsa exclusiva centrifugadora de emociones que es la Champions abrió sus brazos al Athletic más de una década después, con un partido con mucha enjundia ante todo un vigente semifinalista como el Arsenal, esa entidad, para situarnos, con 300 millones de gasto este verano, tres veces el límite salarial del club bilbaíno, que se ha dejado unos más humildes 22 kilos en traspasos. La jerarquía pesa mucho en estos casos. El cuadro londinense, ese mastodonte del bombo 1, un top-5 en Europa, demostró que se sabe de memoria el manual de instrucciones de esta competición. Se anotó un estreno muy bien currado, aprovechando un error de bulto de los bilbaínos. Los fallos se pagan muy caros en este tipo de citas. ¡Ay los detalles, ese mínimo milímetro que decide partidos, títulos...! Les plantaron cara, pero fue un duro golpe de realidad, un peaje caro que hay que pagar. Trabajaron a destajo y sostuvieron un pulso equilibrado con el Arsenal, pero este golpeó a tiempo.
Su escudo es un cañón y con ese arma contundente derrumbaron la moral vasca. Primero desde un saque largo de Simón cerca de su área, despejado en el otro lado del campo por Mosquera y con dos magníficas prolongaciones de Rice y Trossar para que Martinelli, ingresado 36 segundos antes en el terreno de juego, abriera el marcador. No contento con eso, el propio delantero brasileño apuró más tarde una jugada en línea de fondo para ceder a Trossard, que congeló La Catedral. Dos futbolistas de recambio decantaron la tarde. Bienvenidos a este mundo, al de la exigencia máxima, pudieron decir los gunners a los leones tras ese par de pepinazos. Se les aguantó 70 minutos, pero se hace difícil resistir en pie con gigantes de este calibre. La intensidad y el amor propio no te suele llegar a estos niveles de exigencia.
Se juntaron 51.059 almas en el estadio, a muy poca distancia del récord de 52.114. La séptima mejor entrada de la historia. Ofrenda floral al busto Pichichi por tratarse de la primera visita del Arsenal. En Bilbao todos percibieron que son once años más viejos que cuando escucharon por última vez la embriagadora musiquilla de la Champions. Parece otro torneo, pero es el mismo de 2014. Se jugó a las 18:45 horas, son un sol que calentaba la ciudad a 25 grados en pleno septiembre y un once completo de leones debutantes en la competición, porque Yuri era suplente y Laporte aún está sin inscribir. Los dos que la han disputado. Toca disfrutar y disputar, porque el cálculo matemático según los años de vida del club y las seis participaciones hasta el momento arrojan que en Bilbao se va palpar la Liga de Campeones cada dos décadas.
A la hora de la verdad, el equipo de Valverde salió como si llevara toda la vida en esa élite. El Arsenal es un equipazo, pero le miraron a los ojos. Los gunners no querían arriesgar bajo ningún concepto, se refugiaban cerca de Raya para no perder esos balones que son dinamita para los truenos del Athletic en tres cuartos de campo. Estrategia para amainar la efervescencia de la grada, que parecía impresionarles. Los rojiblancos leyeron de cine el choque, no se precipitaron; cuando no ganaban las disputas, rebañaban las segundas jugadas. Tenían el balón y prodigaron varias llegadas. Pero parecía que ese plan ya estaba preconcebido por los londinenses. Porque tras un tiempo de recogimiento, metro a metro, trinchera a trinchera, empezaron a ganar presencia en campo rival. Avisaron con tres ocasiones claras, una de Eze y dos de Gyökeres.
Iñaki y, en contadas ocasiones Berenguer, eran los únicos que daban profundidad, porque el resto la pedía al pie y eso iba facilitando el robo de los ingleses. Hubo un cuarto de hora de vacío futbolístico, sin pisadas de nadie en zonas de peligro, en la antesala de las metas. Hasta el tramo final del primer tiempo, en el minuto 43, con un disparo cruzado de Berenguer que se marchó fuera de la meta defendida por Raya. Había poco que reprochar de los leones en este regreso al concierto más selecto, tal vez un poco más de velocidad, esa idea de ir al asalto sin cadena, antes de que Arteta moviese su flamante banquillo, decisivo a la postre. Pero claro, es muy fácil decirlo desde una tribuna sin ver a estos bólidos ahí abajo cara a cara.
La segunda parte acentuó la sensación de que el Arsenal empezaba a tener la situación bajo control, que era amo y señor del juego, porque Zubimendi se personó en el puente de mando y agarró el timón con vigor. Madueke en el 53’ lanzó con el exterior un balón desde una posición escorada que obligó a Simón a poner la mano zurda fuerte para negarle el gol. Y después intervino en un remate de cabeza de Merino. Los locales perdían las disputas, no salían de su parcela del campo. Se acababa la gasolina. Necesitaban un electroshock, algo que les despertara. Iñaki estaba más chisposo que en la Liga y pudo dar aire con un contragolpe. Pero andaban acelerados, quizá excitados en demasía.
Llegó el momento de los cambios. Valverde puso a Guruzeta, Unai Gómez y Yuri, para juntarse por dentro, tener más el balón y evitar pérdidas, pero se cedía la profundidad. Lo de Yuri era lógico porque Madueke estaba siendo un dolor de muelas. El que decidió fue Martinelli, al que bastó algo más de medio minuto en el campo para marcar. Orientó el balón como un mago en su carrera y se la coló por bajo a Simón, que estuvo a un centímetro de atajarla. Se equivocó Vivian al salir al corte en el origen de esa acción y no pudo Gorosabel en el esprint con un tipo con piernas frescas como una lechuga.El choque se rompió con ese mazazo y definitivamente cuando chocaron en un balón aéreo las cabezas de Merino y Unai Gómez. Este acabó mareado y tuvo que desfilar, duró tan solo veinte minutos. Ya no había ritmo. Martinelli intervino en el 0-2, rematado por Trossard, aunque los de Valverde protestaron por una posible falta previa de Zubimendi a Guruzeta. Aquí nadie regala nada. Y menos este Arsenal con un empaque de campeón. Arteta va a pedir jugar siempre en España, cuatro visitas, a Sevilla, Girona, Madrid y Bilbao, y pleno de triunfos. La sensación es la misma que el año pasado en semis de la Europa League con el United. Orgullo total, pero derrota, la segunda seguida en casa en tres días y sin el añorado Nico. No sólo vale con esforzarse, las estrellas marcan distancias y en ese aspecto cabe exigir más a Sancet e Iñaki. Amargo regreso. Falta gol. O sea, la esencia del fútbol.


