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Podría decirse que el Madrid salió satisfecho con los tres puntos, aunque la noche no le dio para presumir. Caben como atenuantes una pretemporada en edición de bolsillo, la falta de automatismos de algunos fichajes y el cerrojo de Osasuna, que no era precisamente una invitación al lucimiento. El partido dejó más método que emoción. Nada le permitió al ataque navarro, la presión fue alta y efectiva y no se detectaron desatenciones. Sin embargo, arriba todo se redujo al duende de Mbappé, en su versión galáctica extrema. Provocó y marcó un penalti y fue el único capaz de salvar todas las barreras que levantó el equipo de Lisci. Vinicius le acompañó poco y desde la derecha no le llegó nada. En la otra orilla, Osasuna presentó un altísimo factor de protección y poco más. Bastó un gol del Madrid para que no volviera al partido.
Los de Xabi Alonso ganan, 1-0, al conjunto de Alessio Lisci. El delantero francés anota desde los once metros el penalti que él mismo provoca.
El de Xabi Alonso es un equipo estrenado y por estrenar a la vez, porque el nuevo técnico ya trazó el plan en el Mundial de Clubes, en esta postemporada que también fue pretemporada, pero le faltaba traerlo a la Liga. Un test de muy poco estrés en Innsbruck le sirvió de confirmación y el guipuzcoano repitió ante Osasuna con la inclusión del titularísimo Valverde, lesionado aquel día, por Ceballos. No hay entrenador que no quiera que toda su plantilla sea el uruguayo todo el tiempo. Se diría que tiene una labor evangelizadora en este Madrid cuyo once, por cierto, también lo hubiera firmado Ancelotti, quizá con Rodrygo, que ahora es parte del extrarradio.
Mbappé transformó así el penalti que le dio el triunfo al Madrid.JESUS ALVAREZ ORIHUELAEn Osasuna, también está en blanco el libro de Lisci, que después de seis ensayos en pretemporada se quedó con el último, un empate frente al Friburgo que le ha servido de guía. Diez de los once titulares aquel día repitieron en Madrid, con tres centrales, dos laterales no demasiado largos, cuatro centrocampistas y Budimir como único futbolista verdaderamente intrépido. La alineación lo dijo casi todo: el equipo se sumergió en campo propio, casi en su área, esperando que no se abriera una grieta y que, al otro lado, Budimir le diera alguna oportunidad en segunda jugada.
Tres disparos, tres defensas
La posesión del Madrid llegó a ser apabullante, pero ya se sabe que una cosa es la territorialidad y otra la verticalidad, y esta se hizo esperar. De ese movimiento pendular sobre el área de Osasuna apenas sacó nada: un disparo cruzado de Álvaro Carreras; otro más lejano de Huijsen que Sergio Herrera detuvo pese a un bote con cierta guasa, y un tercero de Militao, con los mismos rasgos, que también pilló atento al meta. El dato era revelador: tres disparos de tres defensas desde veinte metros o más. Pisar el área se había puesto imposible.
Osasuna vivía a espaldas de la pelota y no parecía importarle demasiado. A cada recuperación le sucedía una pérdida inmediata. En eso sí ha ofrecido cierta mejoría el Madrid. Un robo de pelota de Vinicius en zona neutra arrancó una ovación cerrada. Debe ser la falta de costumbre. En cualquier caso, sí se advierte cierta predisposición en la plantilla para aplicarse en ello. La labor docente de Xabi es convencer a sus estrellas de que correr sin la pelota ahorra esfuerzos y kilómetros luego con ella. Para eso es preciso que ardan en la hoguera algunas vanidades.
Mastantuono, en el momento de su debut con el Madrid.Violeta Santos MouraLo cierto es que entre el dominio sosote de un Madrid sin velocidad punta y la falta de ambición de Osasuna quedó un arranque pelmazo, tolerado porque el Bernabéu tiene ganas de fútbol en agosto. En abril la paciencia se queda en la mitad.
También hay que anotar el dato de que el equipo se inclinó exageradamente hacia la izquierda, donde es habitual el petardeo de Vinicius, aunque no acaba de levantar el vuelo. En la derecha no se apreciaron progresos ni de Trent ni de Brahim. Esa banda también fue casi infértil durante el Mundial de Clubes. Mbappé, en cambio, estuvo siempre enroscado al partido, con velocidad, desborde y filo. El 10 en su espalda es más que un número.
El duende del 10
El francés sacó al Madrid del laberinto al comienzo de la segunda mitad, cuando ya calentaba la caballería (Mastantuono, Gonzalo, Carvajal). Se deshizo de Juan Cruz con un quiebro y una arrancada seca, casi un derrote, para pararse después súbitamente y hacer inevitable el penalti del zaguero de Osasuna. Él mismo lo transformó. Mbappé era el hecho diferencial de un partido excesivamente ortodoxo del Madrid: ordenadísimo en defensa, muy poco ocurrente en ataque.
Abel Bretones fue expulsado por lo que el árbitro interpretó como agresión a Gonzalo.MariscalEl gol cambió poco. Osasuna no se descamisó y el Madrid tampoco aceleró el ritmo. Una invitación a los cambios. Lisci metió velocidad conocida en el Madrid, la de Víctor Muñoz, blanco hasta el final del Mundial de Clubes, y Xabi Alonso cambió la banda derecha, por la que cojeó el equipo, al completo. Así volvió Carvajal a su casa diez meses después y así debutó Mastantuono, para el que se reserva el papel de tercer punta a poco que se aclimate al equipo. Pudo incluso marcar.
Lisci lanzó la caña en los últimos diez minutos con un segundo punta, Raúl García. Pudo salirle, pero Gonzalo, en área propia, dificultó mucho un remate franco de Budimir. No hubiera merecido el punto Osasuna, pero tampoco estuvo lejos de llevárselo.