Boca se incendia, y no es simulacro

Tras el empate y los silbidos por los 12 sin ganar, la gente fue invitada a salir rápido por un "simulacro de incendio". Dale, Román, ¿en serio? El equipo volvió a ser un desastre.

Antonio Serpa, TyC

Tan asustado estaba, tan presionado, tan urgido de que frenaran al menos por un rato las malas noticias que Juan Román Riquelme sonrió. Y cantó. Y le pegó a la bandera que tenía bajo su palco como quien le palmea la espalda a un amigo. Fue en el gol de Milton Giménez, el que empató el partido y lo salvó de algo tan incomprobable como inevitable y que era un escándalo. La gente de Boca, que había tenido durante 75 minutos la paciencia infinita de aguantar el horror de equipo que había armado el presidente -con la nula oposición de un hombre que no está en condiciones de pelear-, arrancó recién luego del 0-1 con el "Movete Xeneize movete" y con el "No le falles a tu hinchada", los cantitos de protestas más sutiles del repertorio.


El gol de Giménez fue una aspirina para un moribundo, pero tuvo el efecto suficiente para evitar lo que se venía. Y Riquelme, aliviado, festejó el empate en la soledad de su palco como no lo había hecho, por ejemplo, el día que Carlitos Tevez le dio a Boca el campeonato y se lo sacó del buche a River. Es extraño o no tanto: en aquel tiempo de sueños intactos y victorias rápidas, el máximo ídolo acaso soñaba con títulos mayores para desatar la euforia: por ejemplo la séptima que no llega -y que no llegará al menos mientras no se la juegue, como viene pasando seguido. Hoy, un empate miserable contra un Racing mitad titular y mitad muletto, que ya había empezado a guardar nombres para esa misma copa que Boca no juega, le arrancó una celebración mayor. Impostada o no, es la imagen del partido, la de un tipo agobiado por las siete plagas que sonríe frente a un bálsamo mínimo.

Lo que sucedió minutos después, cuando el equipo ya se había retirado en medio de una silbatina atenuada por el 1-1, es un acto de cinismo pocas veces visto: por los altoparlantes de la Bombonera, se invitaba a los hinchas a retirarse presurosos del estadio por un "simulacro de incendio". Vergonzoso pero real, la gente se miraba en las tribunas, incrédula, mientras apuraba el paso hacia la salida. Boca había estado a minutos de un incendio futbolero en un ambiente exremadamente tenso, de murmullos, que volvió a reprobar a los preferidos de Riquelme: Cavani y Velasco dejaron el campo al mismo tiempo con clarísimos silbidos, mientras el ingreso de Giménez -que en poco tiempo le demostró al uruguayo lo que es un goleador en actividad- era saludado con aplausos.

Cabe detenerse en este punto porque Russo -o Úbeda en realidad- ensayó durante la última semana con un equipo y a la hora de jugar apareció otro. No, no fue una bilardeada. Cuando Miguelo quiere esconder el equipo, arma prácticas raras mezclando titulares y suplentes. Esta vez había un equipo claro que era con Delgado-Paredes en el medio, sin Velasco y sin Cavani, con Merentiel como único punta. Como pasó antes del partido contra Atlético Tucumán por Copa Argentina, llegaron órdenes de arriba: el "mejor extranjero de la historia del fútbol argentino" y el chico de los diez palos verdes (pensar que alguna vez se pagó eso por Maradona) adentro. Y Boca afuera: está 13°, con tres puntos en cuatro partidos, y puede quedar último otra vez al final de la fecha.

Tan injusto puede ser el fútbol a veces que Delgado, el pibe aplaudido por todos cuando entró, fue el que perdió la pelota que terminó en el 1-0 de Racing. Braida, su reemplazado, había sido el peor. Por suerte Giménez acertó el cabezazo luego de otro papelón alianzalimesco de Cavani y el pibe no tuvo que cargar con la culpa de la derrota sobre los hombros. Habría sido injusto, como habría sido injusto que Boca perdiera. Había tenido las chances más claras (dos de Merentiel mano a mano más la del retirado Edinson) y el gol de Racing había llegado por un error y un rebote. Cosas que pasan.

El parado de Riquelme condiciona a Paredes, lo reduce a un simple volante central cuando está llamado a ser el cerebro y el líder del equipo. No por juntar más jugadores adelante se es más ofensivo. Con un volante confiable que le cubra las espaldas, el campeón del mundo podría soltarse más. Si encima el que reemplaza a ese medio adicional es Cavani, Boca está condenado a jugar con uno menos. Y si además en el mismo equipo juega Braida, el equipo juega con nueve. Velasco no jugó taaaaan mal, pero diez palos es una estafa.

Sin voz, o cansado de repetir las mismas dos o tres frases, Russo no habló al final. Habría sido lindo preguntarle por la insólita inclusión del capitán -tuvo un lindo desvío de taco, casi gol-, a lo que Miguelo hubiera respondido con sus formas y maneras habituales, con un simple "son decisiones" o algún otro compendio de palabras vacías. De todos modos, quizás también él habría sido empujado a la salida por el "simulacro de incendio". Es muy difícil creer en casualidades: justo el día que la gente estaba recaliente y podía llegar a putear -con razón por el nivel y los 12 partidos sin ganar-, un procedimiento preventivo contra las llamas. Muchachos, perdón por la sinceridad, pero Boca se incendia. Se quema en su propio infierno, gobernado por el señor de las tinieblas.

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