A esperar lo peor
La violentísima situación vivida en la cancha de Independiente, ante la U. de Chile, todavía no tiene final. No se sabe qué pasará, el tiempo y la política dirán.
Minutos antes de que finalizara la primera parte del juego, comenzaron a caer desde la tribuna alta Ricardo Pavoni distintos proyectiles. Piedras, monedas, algunos palos y butacas que habían sido arrancados de cuajo. Creció esa violencia con un par de bombas de estruendo que estremecieron a una de las esquinas del estadio, conocida como garganta. No duró ni tres minutos el segundo tiempo, que fue suspendido por lo que ocurría. Los hinchas locales que estaban debajo de la tribuna chilena no tenían cómo protegerse de las cosas que caían.
¿Había pasado algo grave la semana anterior en Santiago de Chile? No, fue un partido común sin mayores problemas. Independiente llevó su gente y esos hinchas volvieron al país sin novedades. ¿Existía algún antecedente entre las instituciones? Tampoco lo había. Entonces, fue tan inesperado como pocas veces pasó, semejante escándalo.
Al rato, barras locales irrumpieron en la tribuna visitante y en las escaleras por las que se iban los simpatizantes chilenos. Escenas fuertísimas, palos con punta como jabalina, facas y cuchillos, peleas sangrientas, agresiones cargadas de un odio inconcebible quedaron expuestas a la vista de todos en el estadio y en el mundo por la televisión y los medios de comunicación, propagándose como una epidemia fulminante y de las peores.
Más de un centenar de detenidos, veinte heridos, varios de ellos con mal pronóstico, el reclamo general de sanciones para los hinchas, para los dirigentes, para los clubes, para las fuerzas de seguridad (¿cómo pudieron ingresar a la tribuna visitante los palos punteagudos, los cuchillos y las bombas de estruendo?) y para las autoridades. Nacionales, provinciales y hasta municipales.
En el ocaso de una noche negra de verdad, el presidente Néstor Grindetti no tenía problemas en decirles a los periodistas que iría a la sede de Conmebol a reclamar los puntos por “las agresiones de los hinchas chilenos” como si la respuesta violenta de sus propios acólitos no hubiese sido la misma. Los dirigentes trasandinos que no tenían palabras para defender a su gente, ni excusas a la vista.
La Conmebol hizo algo distinto esta vez. Se avisó alrededor de una hora después de los mayores incidentes que el partido no estaba solamente suspendido, sino que de acuerdo a lo ordenado desde Conmebol había sido Cancelado. Una palabra diferente, que creemos significa la pronta determinación que sacará a ambos clubes de la competencia internacional. Pronta es solamente una palabra, porque el organismo sudamericano tardó veinte días para quitarle los puntos a Colo Colo, tras los incidentes que se produjeron en el partido contra Fortaleza.
Desde el presidente de FIFA, Gianni Infantino, hasta políticos chilenos y argentinos, con un coro cercano a la unanimidad, piden sanciones drásticas y todo hace pensar que así será, lo que significará otro golpe para el fútbol chileno que aceptó la pena a Colo Colo y ahora deberá hacer lo mismo con esto, mostrando el nivel de violencia que tienen sus seguidores más extremos. Para Independiente representará la pérdida de la ilusión de seguir adelante en la Copa Sudamericana, teniendo que lidiar solamente desde estos días con el karma en que se ha convertido el torneo local, donde todavía no ha ganado en cinco fechas.
Sabemos que muchas veces la política mete sus manos en las decisiones de alto nivel deportivo y quizá el viaje de Grindetti -muy insultado por sus propios hinchas- pretenda torcer una decisión que tiene bastante consenso, porque nadie es inocente. Tampoco acá.