Que las Paredes no tapen los edificios
Boca volvió a jugar horrible y no pudo ganarle a Unión en la Bombonera. Lo salvó el 5, que entró a hacerse cargo del desastre. Pero si no lo ayudan, vamos directo a otra catástrofe. La gente se fue caliente.
El karma, créase o no, existe. Paredes ya estaba preparado para entrar, mirando desde un costado, cuando Unión metió el 1-0. Era, tal vez, el mejor momento de Boca, o el menos malo. Y no contra un equipo europeo como el Bayern ni ofensivo como el Argentinos de Nico Diez. Apenas contra el Unión de Madelón y en la Bombonera. Había pasado el primer tiempo en el que los santafesinos fueron algo más, el entretiempo activó la sangre con alguna puteada puertas adentro y al menos se jugaba en campo visitante. No era tan vergonzoso como esos 45' iniciales que se disputó más cerca de Marchesín que de un arquero como Tagliamonte que cada vez que tuvo que atajar en Racing pasó papelones. Pero el karma no falla, y Paredes, llamado a ganar el partido, tuvo que entrar a empatarlo.
Lo bueno, lo mejor de la noche, es que lo empató. Que a Paredes no le pesó la Bombonera repleta, la mirada suplicante de los hinchas que lo esperaban como a un mesías. Entró y agarró la pelota. Las pidió todas y hasta le cayeron todos los rechazos. Magnetismo, dicen algunos. Simplemente saber jugar, leer el fútbol, observar con los ojos bien abiertos. El 5 levantó al equipo y a la hinchada en ese córner, transformó a Barinaga por un rato en un jugador de fútbol, usó la velocidad de Blanco con sus pases en cortada, metió cambios de frente al pecho. El problema, claro, es la compañía: si sus compañeros necesitan tres movimientos para controlar una pelota, si pican dos segundos tarde al espacio que él vio un día antes, si intenta paredes y le devuelven ladrillos sueltos, bueno... Se va a complicar.
No es que no lo supiéramos, tampoco que no lo hayamos avisado. Hace unos días, en otra columna, advertíamos que con Paredes no alcanzaba para arreglar este desastre, y quedó ratificado en media hora. Seguramente podrá mejorar a sus compañeros pero no es un milagrero. Gracias a Dios ahora tenemos a alguien que maneja la pelota parada, aunque no podemos esperar que gane solo los partidos.
Russo llegó a su quinto partido en Boca y todavía no ganó. Ni siquiera con un equipo amateur pudo. Su Boca no mostró nada salvo la mínima vergüenza exigible en la adversidad contra alemanes y portugueses superiores en billetera. No hay una idea clara, salvo la de sacar el máximo provecho de algún error rival. Demasiado poco para el equipo más grande de América. Y lo peor es que el DT tampoco ha mostrado la lucidez necesaria a la hora de los cambios. O no confía en lo que tiene. La noche estaba para un wing, pero Aguirre sigue sentado, como desde hace 11 partidos, y Zeballos castigado. El mediocampo formado por Paredes, Battaglia y Alarcón -aceptable partido- superpuso insólitamente características. Ya hemos hablado de la nobleza de Miguel y de su garra de sobreviviente. No está claro que estos sean tiempos para pedirle más de lo que nos da, porque nadie sabe si está en condiciones. Y no estamos para que el técnico sea Úbeda o para que Riquelme mande mensajitos desde el palco: está claro que eso no funciona.
Boca se juega el miércoles uno de esos partidos que marcan. Si pierde, queda afuera de uno de los dos objetivos del semestre, la Copa Argentina. Y eso profundizará las heridas. ¿Con qué afrontará esa final? Con un arquero que no te salva jamás, con un 4 que no tiene ganas de jugar y otro que es limitadísimo aunque ponga ganas. Con defensores que siguen distraídos incluso contra Tarragona. Con un Velasco que no puede sacarse de encima un tipo, con un Palacios que en realidad merecería llamarse Ranchos, con un Merentiel que ahora erra lo que antes metía frente a los ojos del mundo, con un Cavani fantasmagórico. Y con Paredes, claro, que tendrá que convertir en carroza semejante calabaza. Lo único que podemos desearle a Leandro es suerte y que no se contagie. Y hay que agradecerle por ser hincha de Boca. Tan hincha de Boca como para exponerse a esta calamidad.