Un investigador revela su plan para salvar el planeta detonando una bomba nuclear en el fondo del océano
Andy Haverly quiere utilizar un proyecto de 1960 para obtener materiales geológicos del fondo oceánico.
El Proyecto Ploughshare fue un programa estadounidense iniciado en 1957 para explorar el uso de explosivos nucleares con fines pacíficos de construcción. La idea era utilizar detonaciones nucleares para proyectos de movimiento de tierras a gran escala, como la creación de puertos, canales y carreteras. Una prueba notable fue el disparo del “Sedan” de 1962, que creó un enorme cráter.
Sin embargo, el proyecto se enfrentó a una importante oposición pública debido a los riesgos ambientales y para la salud asociados con la lluvia radiactiva. Esta oposición, junto con el éxito práctico limitado de las pruebas, llevó a la terminación del programa en 1977.
Ahora, Haverly quiere, según sus cálculos, enterrar un dispositivo nuclear, una bomba clásica de hidrógeno bajo de la meseta de Kerguelen en el Océano Austral, a entre 3 y 5 kilómetros de profundidad en el fondo marino rico en basalto y a unos 6 u 8 kilómetros por debajo de la superficie del agua, la explosión se mantendrá en el agua. Y el basalto debería absorber y atrapar la mayor parte de la radiación a nivel local.
El investigador predice “pocas o ninguna pérdida de vidas debido a los efectos inmediatos de la radiación”. Aunque hay un pero. A largo plazo, reconoce que la explosión tendrá “un impacto en las personas y provocará pérdidas”. Sin embargo, este aumento de radiación constituiría, según Andy Haverly, “sólo una gota en el océano”.
Considerando que “cada año emitimos más radiación procedente de las centrales eléctricas carbón y ya hemos detonado más de 2.000 artefactos nucleares”, uno más o uno menos... Sobre todo porque el calentamiento global amenaza a 30 millones de vidas para el año 2100.