Centros de espionaje rusos en Latinoamérica: cerro Mokorón, SORM-3 y los efectos en la región
Nicaragua alberga uno de los espacios más sofisticados de procesamiento de información bajo vigilancia rusa. El sistema permite interceptar toda clase de comunicaciones. La instalación muestra cómo el Kremlin usa el espionaje para sus intereses geopolíticos
El análisis subraya cómo estas tecnologías permiten a los regímenes represivos acceder a datos clave sobre información militar, policial y financiera en varios países del hemisferio occidental, ampliando el control de los estados autoritarios sobre sus ciudadanos. Farah destacó que esta situación “también le da a Rusia acceso a datos militares, policiales y financieros clave en varios países del hemisferio occidental”.
El informe identifica tres principales vías mediante las cuales Rusia está expandiendo su presencia digital en América Latina: 1) la ubicación directa y control de la tecnología en el terreno, 2) a través de grupos estatales y paraestatales presentados como asociaciones privadas y 3) mediante empresas menos visiblemente vinculadas al estado ruso pero dirigidas por antiguos agentes de inteligencia soviéticos.
Entre los ejemplos más destacados se encuentra Nicaragua, donde “numerosas tecnologías de vigilancia rusas” se encuentran en funcionamiento bajo el régimen de Daniel Ortega. El centro de procesamiento de información en Cerro Mokorón, en las afueras de Managua, es uno de los espacios más sofisticados operados bajo la supervisión directa de agencias de inteligencia rusas.
Otro actor importante en esta dinámica es el Consorcio CN CEPLA, una red establecida formalmente por la presidencia rusa en 1998. Dirigido durante décadas por el exgeneral de la KGB Alexander Starovoitov, el consorcio ofrece equipos de vigilancia e inteligencia en la región, a menudo presentados a través de conferencias y programas en colaboración con empresas tecnológicas locales. Starovoitov, quien falleció en 2021, tuvo un papel crucial en el establecimiento de estas infraestructuras.
En América Latina, SearchInform, una empresa rusa de ciberseguridad con sede en Buenos Aires, ha firmado alianzas significativas con proveedores locales de TI. La investigación reveló que esta compañía tiene acceso directo a bases de datos policiales y de ministerios de finanzas y justicia en varios países, fortaleciendo así su capacidad de vigilancia. Este acceso se facilita mediante contratos gubernamentales confidenciales.
El uso de tecnología de vigilancia y espionaje, facilitado por estas empresas, ha permitido a regímenes autoritarios como el de Nicolás Maduro en Venezuela y Miguel Díaz-Canel en Cuba reprimir movimientos opositores y mantener un estricto control sobre la población. Farah señala que estos sistemas “permitieron que el régimen de Ortega identificara rápidamente a los líderes de las protestas estudiantiles durante los disturbios civiles de 2018″.
Otra faceta de la estrategia rusa incluye el establecimiento de agregados digitales en embajadas rusas en Argentina, Brasil, Cuba y Perú. Estos agregados, según el sitio ruso de reclutamiento, tienen como principal tarea “aumentar el volumen de exportaciones de bienes y servicios rusos en el campo de la tecnología de la información”.
El análisis subraya la importancia de comprender las líneas de acción y metodologías rusas para poder contrarrestar su influencia. Farah recomienda que Estados Unidos fortalezca sus programas de divulgación y educación en América Latina, incremente el conocimiento de sanciones existentes y forme asociaciones público-privadas con expertos cibernéticos para mitigar el avance ruso en la región.
“El primer paso para contrarrestar las redes cibernéticas rusas y su alcance en América Latina es comprender el alcance y las metodologías del adversario”, indica Farah. La presencia de estas redes, construidas y apoyadas por el estado ruso, sigue siendo una amenaza significativa para la democracia y la estabilidad en el hemisferio occidental.