El motivo por el que el Everest sigue creciendo

Un nuevo estudio, publicado por la revista Nature, concluye que la erosión provocada por un río cercano está haciendo crecer al Everest hasta dos milímetros al año.

Raúl Izquierdo
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De entre todas las cordilleras del mundo, por encima de todas destaca la del Himalaya. Situada en Asia, su extensión abarca nada menos que seis países: China, India, Pakistán, Nepal, Birmania y Bután. En ella se encuentran gran parte de las montañas más altas del mundo, destacando los célebres ‘ochomiles’. Y, de ellos, el Monte Everest.

Una montaña de nada menos que 8.849 metros de alto, y que supera en 238 metros a la siguiente más alta (el K2, en Karakórum) y en más de 250 metros a la segunda más alta del Himalaya, Kangchenjunga. Pero estas distancias podrían quedarse obsoletas en cuestión de tiempo, puesto que el Everest, como el resto de la cordillera del Himalaya, sigue creciendo hoy en día.

La causa, según un estudio publicado en la revista Nature Geoscience, se encuentra en un río que rodea la cordillera: el Arun. De acuerdo con un grupo de geólogos chinos y británicos, este río está erosionando la base de la cordillera y la está elevando más que al resto de las montañas a su alrededor. Un proceso, explica el geólogo Jingen Dai, de la Universidad de Geociencias de China, conocido como “rebote isostático”.

Hasta ahora, se creía que este crecimiento se debía principalmente al choque de grandes placas tectónicas, pero este estudio desmonta esta idea. Así, y gracias a la erosión de un desfiladero del río Arun, el Everest es entre 15 y 20 metros más alto. Con un crecimiento de hasta dos milímetros al año, en los últimos 89.000 años ha crecido cerca de 50 metros.

Pero el caso del Everest es singular para los geólogos, pues supera con diferencia a los siguientes picos más altos (K2, Kangchenjunga y Lhotse). Entre ellos, apenas hay poco más de cien metros de diferencia, mientras que el Everest supera en más de 200 metros a su más inmediato perseguidor, el K2.

El “rebote isostático”, la causa

La erosión de esta red fluvial, que se encuentra a unos 75 kilómetros de distancia del Everest, es la causante junto con el rebote isostático asociado. A través de este efecto, una parte de la corteza terrestre (y flexible) que pierde masa se eleva hacia arriba, debido a la presión del manto líquido que se encuentra debajo.

“Cuando el río erosiona y arrastra enormes cantidades de roca de los valles, es como quitarle peso a esta superficie flotante: la tierra responde elevándose lentamente hacia arriba”, explica Jingen Dai, uno de los autores del estudio. Un proceso que, lentamente, ha ido impulsando al Everest a una altura cada vez mayor.

Adam Smith, otro de los autores del estudio, confirma que la investigación muestra que “a medida que el sistema fluvial cercano se hace más profundo, la pérdida de material hace que la montaña se eleve aún más”. Junto con el rebote isostático, la colisión tectónica y la erosión glacial a altas latitudes son los otros factores que afectan a su altura final.

El cambio en el curso del río

Fue en los últimos 89.000 años, cuando el río Arun se fusionó con el río Kosi, cuando los expertos han fijado el crecimiento del Everest entre 15 y 50 metros de altura. Previamente, y durante miles de años, el Arun había excavado un desfiladero en sus orillas, cuando discurría por la ladera norte y de este a oeste. Pero, entonces, cambio su curso hacia el sur, quedando atrapado en la red fluvial del Kosi, de mayor tamaño.

Este efecto se confirma con el hecho de que otras dos montañas cercanas al Everest, el Lhotse y el Makalu (cuarta y quinta más altas del mundo, respectivamente), también han experimentado un crecimiento similar. De hecho, el Makalu, más cercano al río Arun, habría experimentado una tasa de crecimiento incluso mayor que la de la montaña más alta del mundo.

“El monte Everest y sus picos vecinos están creciendo porque el rebote isostático los eleva más rápido de lo que la erosión los desgasta. Podemos observar que crecen a un ritmo de unos dos milímetros al año utilizando instrumentos GPS y ahora tenemos una mejor comprensión de lo que lo impulsa”, concluye Matthew Fox, otro de los firmantes del estudio.

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