El impacto de los eclipses a lo largo de la historia: cómo los eventos cósmicos marcaron a distintas civilizaciones
Desde los egipcios hasta los viajes de Ulises, y desde los grabados mayas y aztecas hasta las descripciones en la China antigua, estos fenómenos astronómicos fueron registrados por distintas culturas y han modificado el comportamiento humano y su entorno
Y en medio de las contemplaciones diurnas y nocturnas de los astros, cada cierto tiempo ocurrían los eclipses, tanto lunares como solares, que revolucionaban la vida de quienes los presenciaban y por supuesto, modificaban la historia misma, generando revoluciones, deteniendo guerras o alertando sobre posibles cataclismos y enojo de los distintos dioses.
Es que el cielo era motivo de respeto por parte de todas las culturas, ya que era el lugar donde vivían los dioses y hacedores de todo lo terrenal. Ese cielo tenía al Sol como principal deidad, a la Luna como acompañante y fuente de luz en la noche y las estrellas como guías permanentes y a los cometas y meteoritos, como visitantes ocasionales que anunciaban mensajes divinos.
Pero cuando ocurrían los eclipses, las distintas civilizaciones temían lo peor. Que el día se haga de noche de repente (en un eclipse total solar), o que el rey sol sea tapado por un disco y deje ver solo un anillo de fuego alrededor (en un eclipse anular solar), o que directamente parte de nuestra estrella que nos da luz y calor sea comida en partes (en un eclipse solar parcial), generaba temor por sobre todas las cosas.
El astrónomo E.C. Krupp, ex director del Observatorio Griffith de Los Ángeles y autor de varios libros sobre el tema, plantea que las explicaciones tradicionales de los eclipses solares sugieren que el fenómeno ocurre porque una bestia mitológica se devora el Sol.
Sin embargo, la bestia responsable de comerse al sol variaba según las tradiciones locales. Por ejemplo, en Vietnam se trataba de una rana mientras que en la región andina de América del Sur se creía que era un puma o jaguar.
¿Cuál es el registro más antiguo de un eclipse?
Investigadores de la Universidad de Cambridge explicaron que el eclipse solar más antiguo registrado fue en Egipto hace 3.231 años y ocurrió un 30 de octubre de 1207 aC, en medio de los reinados faraónicos de Ramsés el Grande y el de su hijo Merneptah.
Los científicos han logrado precisar dicha fecha gracias a las menciones en la Biblia, más precisamente en el libro del Antiguo Testamento de Josué. Este libro registra la oración de Josué, después de que condujera al pueblo de Israel a Canaán, región del antiguo Oriente Próximo que cubría los actuales Israel y Palestina: “Sol, detente en Gabaón, y Luna, en el Valle de Ajalón. Y el Sol se detuvo, y la Luna se detuvo, hasta que la nación se vengara de sus enemigos”.
“Estas palabras escritas indican que se estaba produciendo un gran evento astronómico, como un eclipse solar”, asegura el coautor del estudio, publicado en ‘Royal Astronomical Society journal Astronomy & Geophysics’, el profesor Sir Colin Humphreys, del Departamento de Ciencia de Materiales y Metalurgia de la Universidad de Cambridge.
“Las traducciones modernas al inglés, que siguen la traducción de la versión King James de 1611, suelen interpretar este texto como que el sol y la luna dejaron de moverse”, dijo Humphreys, quien también es miembro del Selwyn College.
“Pero volviendo al texto hebreo original, determinamos que un significado alternativo podría ser que el sol y la luna simplemente dejaron de hacer lo que normalmente hacen: dejaron de brillar. En este contexto, las palabras hebreas podrían referirse a un eclipse solar, cuando la luna pasa entre la tierra y el sol, y el sol parece dejar de brillar. Esta interpretación está respaldada por el hecho de que la palabra hebrea traducida como ‘quedarse quieto’ tiene la misma raíz que una palabra babilónica utilizada en los textos astronómicos antiguos para describir los eclipses”, agregó el experto.
Pruebas independientes de que los israelitas estuvieron en Canaán entre 1500 y 1050 a. C. se pueden encontrar en la estela de Merneptah, un texto egipcio que data del reinado del faraón Merneptah, hijo del famoso Ramsés el Grande. El gran bloque de granito, que se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo, dice que fue tallado en el quinto año del reinado de Merneptah y menciona una campaña en Canaán en la que derrotó al pueblo de Israel.
Los historiadores anteriores han utilizado estos dos textos para intentar datar el posible eclipse, pero no tuvieron éxito porque sólo se fijaron en los eclipses totales, en los que el disco del sol parece estar completamente cubierto por la luna cuando esta pasa directamente entre la tierra y el sol.
Lo que los historiadores anteriores no tuvieron en cuenta fue que se trataba en cambio de un eclipse anular, en el que la luna pasa directamente por delante del sol, pero está demasiado lejos para cubrir el disco por completo, lo que da lugar a la característica apariencia de “anillo de fuego”. En el mundo antiguo, se utilizaba la misma palabra para los eclipses totales y anulares.
Los investigadores desarrollaron un nuevo código de eclipses que tiene en cuenta las variaciones en la rotación de la Tierra a lo largo del tiempo. A partir de sus cálculos, determinaron que el único eclipse anular visible desde Canaán entre 1500 y 1050 a. C. fue el del 30 de octubre de 1207 a. C., por la tarde. Si se aceptan sus argumentos, no solo sería el eclipse solar más antiguo registrado hasta ahora, sino que también permitiría a los investigadores fechar los reinados de Ramsés el Grande y su hijo Merneptah con un margen de error de un año.
Pero según la cultura china, el primer registro de la existencia de un eclipse de Sol que tuvo lugar en el año 2137 a.C., y se encuentra en manuscritos chinos del reino de Tchoung-kang. Según la interpretación de los estudiosos del cielo chino, los hombres debían realizar distintos ritos como bailar, golpear tambores y lanzar flechas al cielo, para espantar al dragón que buscaba comerse al Sol.
El 31 de julio de 1062 a.C. tuvo lugar un eclipse de Sol en el sur de Babilonia y fue registrado por las escrituras así: “Se transformó el día en la noche el 26 del mes de Sivan, en el séptimo año del reino y hubo un fuego en medio del cielo”.
Además en el Apocalipsis descripto por la Biblia, se relaciona los eclipses de Sol y de Luna con los terremotos: “Y vi, cuando abrió el sexto sello sobrevenir un gran terremoto, y el Sol se volvió negro como un tejido de crin, y la Luna toda ella se volvió de sangre” (Revelación vi:12)
El pueblo de Grecia también ha presenciado eclipses, hacia el 500 a.C cuando vivía su esplendor en el Siglo de Pericles. Pero mucho antes, en el clásico de Homero, La Odisea, se destaca un eclipse posiblemente observado en el año 1178 a.C. en Itaca que se lo describió de la siguiente manera: “…y el Sol ha muerto en el cielo y una maligna niebla todo lo cubre”.
El historiador griego Herodoto, describió el 28 de mayo del año 585 a.C. un súbito oscurecimiento del Sol, pronosticado por Tales de Mileto. Fue llamado el eclipse de Tales, que propició que una feroz batalla entre los medos y los lidios concluyera de manera abrupta en vistas de una paz duradera. Los medos y los lidios eran dos grandes imperios cuyos territorios abarcaban lo que hoy conocemos como Irán y Turquía, respectivamente. Durante años, estas dos civilizaciones estuvieron enfrascadas en un conflicto bélico por la dominación de las fronteras que compartían.
El fenómeno astronómico llevó a los líderes de ambos imperios, Aliates de Lidia y Ciaxares de Media, a negociar una paz y firmar el tratado conocido como la Paz de Halis, nombrado así por el río que serviría de frontera entre los dos reinos. Este trato puso fin a muchos años de guerras y enfrentamientos y también sirvió para crear lazos matrimoniales entre las dinastías, fortaleciendo la paz a través de vínculos familiares.
Los registros de eclipses lunares también existen y se remiten al del 27 de agosto del 413 a.C. Este fenómeno astronómico tuvo una decisiva influencia en la guerra del Peloponeso, cuando los atenienses estaban listos para mover su ejército sobre Siracusa, cuando de repente observaron un eclipse total de Luna. Ante este fenómeno, los marinos y soldados decidieron no atacar, por lo que su comandante Niceas detuvo la batalla por casi un mes, tiempo suficiente para sus enemigos de rearmarse y atacar la flota ateniense.
Para la cultura nórdica, el Sol y la Luna eran personificados por los hermanos Sol y Mani. Según sus leyendas, los hermanos cruzaban el cielo en carros y decidían la duración de un día y las estaciones del año como un orden natural del mundo.
Los antiguos nórdicos creían que mientras que los dos hermanos volaban a través del cielo, eran perseguidos por los lobos Sköll y Hati, hasta que en cierto momento los atrapaban. Pero la historia determina que eso ocurrióa durante la manifestación de un eclipse. Por ello, promovían que los hombres bailaran, gritaran y tocaran tambores para asustar a los lobos. La leyenda nórdica dice que cuando los lobos devoren al Sol y a la Luna, el cielo se oscurecerá y el Ragnarok, el Apocalipsis Nórdico, comenzará.
Nuestra región también fue cuna de historias de eclipses. La América precolombina también tuvo mitos y leyendas relativos al cosmos y los eclipses solares y lunares. Los mayas y los aztecas dejaron escritas narraciones sobre combates estelares entre dioses por lograr obtener los mejores lugares en el universo.
La narraciones escritas en el México antiguo, por parte de los mayas (200-800 d.C) y los aztecas (1000-1500 d.C.) describían combates estelares entre dioses por lograr obtener los mejores lugares en el universo.
El movimiento de los cielos tenía gran influencia en la vida cotidiana y en las acciones de toda la cultura maya. Para ellos, el movimiento del Sol y la Luna era parte de una comunicación de los dioses, por lo que un eclipse solar era para ellos un acontecimiento de gran impacto.
Los mayas llamaban a los eclipses solares chi ‘ibal kin («comer el Sol») y dedicaron muchos esfuerzos a predecirlos. Querían estar preparados ante tal fenómeno para anticipar buenas cosechas y espantar malos augurios.
Según consta en el Libro VII del Código florentino, de Bernardino de Sahagún, en Historia general de las cosas de Nueva España, el espanto que producían los eclipses entre los aztecas: “Cuando el Sol comenzaba a desaparecer los débiles y los cautivos eran sacrificados para ofrecer su sangre, y en todos los templos había cantos y gritos de guerra”.
Por su parte, los incas creían que había un gran jaguar que atacaba a la Luna, por eso esta se volvía roja, durante los eclipses lunares. El problema era que también temían que ese hambriento jaguar pudiera bajar a la Tierra para comerlos a ellos. Por eso solían realizar todo tipo de rituales para espantarlo.
Cristóbal Colón y el eclipse lunar que lo salvó
También está registrado este fenómeno astronómico en uno de los viajes de Cristóbal Colón a América. Sucedió en el año 1504 cuando el navegante genovés y su tripulación se habían quedado atrapados en Jamaica y debían permanecer en la isla durante varios meses por ser considerados invasores y no bienvenidos.
Aunque el eclipse lunar sucedió el 29 de febrero de 1504 en Jamaica, la historia comenzó en realidad unos meses antes, el 25 de junio de 1503, cuando Colón estaba varado con las dos carabelas que le restaban en la playa de Santa Gloria.
Los hombres conquistadores, necesitados de comida, amenazaron a la tribu con hacer desaparecer al Sol a menos que les acercaran las provisiones. Gracias a las herramientas que tenía Colón en su barco, pudieron calcular cuando ocurriría un eclipse. Sabiendo esto, lo que hizo fue visitar a los jefes indígenas y decirles que si no le daban comida, haría desaparecer el sol.
Los jefes de las tribus no se lo creyeron y le negaron la comida. El día del eclipse Colón los volvió a reunir y les dijo que miraran al cielo. Cuando la Luna ocultó el Sol los indígenas quedaron horrorizados. Le dieron toda la comida que necesitara con tal de que el Sol volviera. Por supuesto, el elipse terminó y los indígenas quedaron más tranquilos. Colón tuvo toda la comida que pudo llevarse.
Colón llevaba consigo el Almanach Perpetuum, de Abraham Zacuco. Por él sabía que el 29 de febrero de 1504 se produciría un eclipse total de Luna. Y supo sacar provecho de esta predicción astronómica.
La tribu Kwakiutl del noroeste pacífico, tenía como ritual el baile del eclipse que consistía en armar un fuego y hacer mucho ruido con el objetivo de alejar a la criatura del cielo.
En la mitología coreana sobre el rey de un país oscuro mucho más allá de nuestro mundo. El rey de este oscuro país desea encontrar una manera de proporcionar luz y calor a su tierra, por lo que ordena al más feroz perro celestial de su reino que robe el Sol y la Luna de nuestro planeta.
Cuando el perro, Bulgae, se propone robar al sol, lo muerde, pero el astro rey está demasiado caliente para llevárselo, así que sólo lo ensombrece. Por otra parte, al tratar de robar la Luna, la encuentra demasiado fría. La historia dice que regresa con las manos vacías y que el rey ordena al perro robar el Sol o la Luna en cualquier oportunidad. Cada vez que el perro intenta esto, ocurre un eclipse.
También en California, EEUU, el pueblo Pomo tenía una explicación diferente para los eclipses tanto lunares como solares. Según su historia, el problema empezaba cuando un oso se topaba con el sol mientras recorría la Vía Láctea.
Cuando, tercamente, el Sol se rehusaba a moverse, el oso peleaba con él y durante la pelea lo eclipsaba. Con la adrenalina a flor de piel, el oso seguía camino hasta toparse con la Luna, hermana del Sol, a quién también retaba a una pelea que daba lugar a un eclipse.
Como no todo tiene que ser peleas y sangre, los Tlingit, del noroeste de los Estados Unidos, tenían una explicación mucho más romántica para los eclipses lunares.
Según ellos, estos ocurrían cuando el Sol y la Luna, quienes eran pareja, necesitaban un momento a solas en la oscuridad. Un momento romántico y único. Las historias se multiplicaron en cada rincón del mundo.
Y una nueva página se escribirá este miércoles por la tarde, cuando comience el tan esperado eclipse solar anular.