FINALES NBA | MAVS 1-CELTICS 3 / La rabia de los condenados

Los Mavericks, contra las cuerdas, reaccionan a lo grande contra unos Celtics destensados. Respuesta estruendosa de Doncic a las críticas.

Juanma Rubio
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En toda la historia de la NBA (desde 1946 si se incluye los años de BAA, Basketball Association of America), solo ha habido nueve barridas en las Finales. Y es por algo. Se trata, de hecho, del resultado menos frecuente. En las 77 que se han disputado antes de esta, el 4-0 se ha dado menos de la mitad de ocasiones que el 4-3 y el 4-1 (19 cada uno). Ni hablemos de la distancia con el resultado más habitual, el 4-2 (30 veces). Así que, sí, la barrida es muy difícil (solo tres este siglo) y es por algo. A veces hay mucha diferencia (no es lo normal) entre los finalistas, pero nunca llega un mal equipo a la lucha por el anillo. Hay que sortear demasiados obstáculos, ganar las suficientes eliminatorias como para llegar ahí por casualidad, con cara de qué demonios hago yo aquí.

Dallas Mavericks es un gran equipo. Rehecho a la carrera en el cierre de mercado invernal, su final de curso fue excelente, un aperitivo de unos playoffs del Oeste en los que ganó tres series sin factor cancha contra tres rivales de más de 50 victorias en la temporada. Eso no lo hace cualquiera ni se consigue por casualidad. Así que los Mavs son un equipo armado para ganar partidos (demonios, al menos uno) a cualquiera, también a estos Celtics que parecían pluscuamperfectos hasta que echaron un tremendo borrón que tienen en su mano dejar en anécdota. Los Mavs sobrevivieron por avalancha (122-84) al primer match point, pero las Finales regresan ahora a Boston, donde el lunes se jugará el quinto partido. Ese es el gran día, la X en el mapa del tesoro para los verdes, que jugaron este cuarto como ya si tuvieran la mente ahí, en el calor de su público. Todo lo que no sea eso, el 4-1, será un lío. Nunca se ha remontado un 3-0 en playoffs, y les quedarían dos balas más con el séptimo otra vez en el Garden. Pero sería un lío.

Es un 156-0 hasta esta serie cuando un equipo amasa un 3-0. Solo quince veces se ha llegado siquiera al sexto partido, y solo cuatro al séptimo. Una, por cierto, estos mismos Celtics en la final del Este del año pasado, cuando convirtieron un 0-3 en un 3-3 pero no fueron capaces de consumar el vuelco en el séptimo, en su pista. Así que saben qué se siente; cómo es ser el cazador desesperado, el maldito. El que lanza puñetazos a la desesperada y gana palmos de terreno sabiendo que en cualquier momento, por cualquier ángulo, vendrá el golpe definitivo que lo mande a la lona. El del K.O. Pero, pase lo que pase, se llevan el gustazo de un atropello que llegó al +48 (algo que no se había visto en Finales en el último medio siglo) y acabó en +38, la tercera mayor diferencia de siempre en la lucha por el título. Por delante, solo un +42 de los Bulls a los Jazz en 1998 y un +39 de los Celtics a los Lakers en 2008.

También fue la tercera peor derrota en toda su historia en playoffs, que ya es decir (más de 700 partidos), para unos Celtics que en su partido 100 de la temporada no cerraron el trato con un redondo 80-20 (79-21 ahora, a la espera del lunes). Perdieron por primera vez fuera de casa en estas eliminatorias de 2024 en las que dejan su récord de victorias seguidas en diez. Esta vez, no estuvieron ni remotamente cerca. Salvo un tirón individual de Jayson Tatum en los primeros minutos (15-14 en el ecuador del primer cuarto), su partido fue impropio, terrible. Sin concentración, sin ningún esfuerzo extra, como si no fueran capaces ni de romper a sudar. Destensados por dos días que habían olido ya a celebración, por una muy merecida catarata de elogios. Sin el hambre que sí demostraron unos Mavericks raquíticos, en los huesos pero (tiene mérito) con ganas de pelear. En cuanto vino el primer contratiempo (25-14, parcial de 10-0), los visitantes bajaron la persiana y se acordaron de que el lunes juegan en casa. Ahí, aunque quedaba muchísimo, ya habían perdido.

Luka Doncic monta la resistencia

La primera brecha, a diferencia del miércoles, sí se mantuvo esta vez hasta el final del primer cuarto (34-21). Y se abrió definitivamente en el segundo (61-35). Los Celtics llegaban tarde a todas las jugadas. Sin cohesión ni energía, sin ninguno de los atributos que los han convertido en el mejor equipo del mundo y, salvo catástrofe histórica, en el inminente campeón de la NBA. Jrue Holiday tuvo un día nefasto, como si sus muñecas fueran de madera; Jaylen Brown jugó su peor partido de baloncesto en semanas y Kristaps Porzingis, a vueltas con su extrañísima lesión de tobillo, no pisó la pista. Aunque estaba disponible, Joe Mazzulla había advertido de que solo recurriría a él en caso de absoluta necesidad. No ha jugado ni un minuto en Dallas y ahora tiene dos días extra de descanso porque, visto lo visto, quizá su equipo sí necesite sus brazos inacabables el lunes.

Por segunda vez, solo la segunda en una historia con tantos tomos, los Celtics perdían por más de 25 en el descanso de un partido de playoffs. Y sus 36 puntos marcaron la mínima anotación en una primera parte de Finales desde 2010. En 24 minutos de baloncesto horrendo, habían fallado 26 tiros (11/37, solo cuatro canastas en el segundo cuarto) pero solo habían cogido dos rebotes de ataque. En una sucesión de lanzamientos vagos para ver si entraba un par y cambiaba la cosa, se habían quedado en un 5/19 en triples. Sin rastro de su ejecución supersónica y sus drive and kick letales, llevaban las mismas pérdidas que asistencias (8) y habían sido arrasados en anotación en las zonas (34-12). En 100 partidos redondos de temporada, sería difícil encontrar un par de cuartos peores de un equipo que jugó como si ya no estuviera ahí. A merced de unos Mavericks que, una cosa no quita la otra, tuvieron un enorme mérito.

Porque la tentación de irse de vacaciones, de dejar de sufrir, estaba ahí. Con el 3-0 y el precipicio a medio paso, solo 48 horas después de perder una ocasión de oro en el tercer partido y (suponíamos) sin digerir el empacho de críticas en los medios nacionales estadounidenses, la mayoría centradas en un Luka Doncic que respondió como lo que es, una megaestrella. Un jugador generacional. Con defectos, claro, y con noches impropias como la del miércoles. Pero generacional: acabó con 29 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias, unas estadísticas que no cuentan la historia de un partido que no existió tras el descanso y en el que ni jugó en el último cuarto. En la primera parte anotó 25 puntos aunque no le entraron los triples (acabó en 0/8) y repartió 4 asistencias. Entendió mucho mejor la defensa de los Celtics, encontró posiciones cerca del aro y, por fin, pareció siempre un movimiento por delante de sus rivales. Concentrado y mucho más activo en defensa (por donde le estaban lloviendo palos, unos cuantos ciertamente justos), dirigió la resistencia de los Mavericks, un ejercicio de fe que, de momento, vale para vivir un par de días más. Y para hacerse la pregunta que va a alimentar a los texanos durante todo el fin de semana: ¿y si el lunes…?

Con un Doncic imperial, superior, que jugó con el partido metido en el bolsillo, Kyrie Irving se dedicó a hacer sus cosas: 21 puntos, 11 en una primera parte en la que él y Doncic llevaban 36 puntos y 7 asistencias por el 35 y 8 colectivo de los Celtics. La paliza alcanzó techos históricos (78-44, en el ecuador del tercer cuarto, 112-67 en el del último). Los Mavericks se rearmaron, seguramente tarde pero todavía vivos, con unos secundarios brillantes que esta vez no fueron PJ Washington Y Derrick Jones Jr sino Dante Exum, Josh Green y, sobre todo, un Dereck Lively II (recordemos: 20 años) que devoró las zonas (11 puntos y 12 rebotes, 5 de ataque ya al descanso) con una intensidad a la que ni se acercaron unos Celtics que antes del descanso (quizá antes del salto inicial) ya estaban pensando en el quinto partido, el lunes. Los Mavericks también, y eso les hizo salvar el pellejo, por ahora.

El escenario está listo con el traslado al Este: el viejo Garden, los Celtics de toda la vida, el anillo 18. Lo contrario, un 3-2 camino de Dallas, supondría una inyección de adrenalina que hace solo unas horas nadie esperaba en estas Finales. Sí, hay cosas que no han pasado nunca y seguramente tampoco van a pasar esta vez, pero los Mavericks se han ganado el derecho, como mínimo, a sentir el cosquilleo de esas cuatro palabras: ¿y si el lunes….?


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