FINALES NBA | CELTICS 1-MAVS 0 / Un factor llamado Porzingis

El letón, que se había perdido casi todos los playoffs, regresa y se convierte en una pesadilla para los Mavericks en el primer partido de las Finales.

Juanma Rubio
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Un 2,18 que hace de todo en pista, al que le encanta tirar desde nueve metros y con casi 230 centímetros de envergadura para evitar puntos fáciles en su canasta, es algo parecido a un jugador de baloncesto perfecto, no digamos para estos tiempos de cinco jugadores abiertos, bombardeo desde el triple y defensas de cambios permanentes. Si ese jugador tiene 28 años, lo normal es que esté en plena madurez, metido o entrando en sus mejores años de baloncesto. Y si, además, ese momento le pilla en un equipo fabuloso, que necesitaba precisamente a alguien como él para dar el paso definitivo después de quedarse demasiadas veces a un paso de la gloria, el escenario parece inmejorable. El lugar oportuno y el momento adecuado para Kristaps Porzingis, el letón que vivió en Sevilla; el all star de 2018 que parecía descartado, entre lesiones y dudas sobre qué pasaba por su cabeza, para la planta noble de la NBA, el primer piso competitivo.

La primera parte del primer partido de las Finales 2024 de la NBA (107-89 para los Celtics) fue, seguramente, el gran momento de la vida (deportiva) de Porzingis, que llegó a Boston desde Washington como factor X y que, para añadir misterio a su trascendencia en esta serie contra los Mavericks, se había pasado 38 días sin jugar por una peliaguda lesión muscular. Su equipo, sobrado en un Este más bien de saldo, no lo necesitó contra Cavaliers ni contra Pacers. Pero sí lo usó como detonante en el arranque de la lucha por el título, la dinamita con la que los Celtics cambiaron la morfología de la pista, la distribución de espacios y estilos de, como mínimo, este primer asalto.

Después de ver desde el banquillo el templado contacto inicial (12-13 para los Mavs), Porzingis apareció en pista como un ciclón. En un visto y no visto, los Celtics habían reventado el partido: 37-20 para acabar el primer cuarto, 11 puntos y 2 tapones para un Porzingis que mediado el segundo parcial (48-27) parecía estar en todas partes a la vez. Cambiando todos los tiros de los Mavericks, su exequipo (ay), y anotando suspensiones complicadas las pocas veces que sus compañeros no sacaban triples liberados. En esos primeros minutos de Finales 2024, y mientras la ventaja llegaba a los 29 puntos sin atisbar todavía el descanso (58-29), Porzingis llevaba más puntos (15) que Luka Doncic y Kyrie Irving… juntos (14). A partir de ahí, no había más cuentas que hacer.

Un intento sin mucho fuelle de los Mavs

Y el caso es que estos sorprendentes Mavericks, en sus primeras Finales desde 2011, algo así como el viajero que no debería estar allí (ha fulminado sin factor cancha a tres equipos de más de 50 victorias para ganar el Oeste), fueron capaces de regresar al partido y arrancar algunos murmullos de un Garden que se había pasado la primera parte de (merecida) fiesta. Ese +29 que apuntaba a paliza histórica era un +21 al descanso (63-42, tercera mayor ventaja de siempre en un primer partido de la Finales)… y un +8 (72-64) sin llegar al ecuador del tercer cuarto. Los mejores minutos de Luka Doncic coincidieron con una de esas pájaras que acostumbran a tener los Celtics, tan felices amasando ventajas aplastantes como haciendo después unos cuantos regalos… solo para, muchas veces, arrancarlos otra vez de las manos de su rival: un parcial de 14-0 devolvió la temperatura al Garden (86-64) y aseguró que el primer punto, sin sorpresas, se quedaba en casa. El último cuarto fue un trámite.

Los Mavs han ganado un Oeste durísimo… pero necesitan todavía más, un nuevo nivel que veremos si tienen, para imponerse cuatro veces a unos Celtics que llevan ocho victorias seguidas (desde que estaban 1-1 contra los Cavs en semifinales) y 77 en la temporada. Tres más, y habrán culminado una caza que parecía inacabable, la misión laberíntica del anillo 18. El desempate con los Lakers y la puesta al día de una franquicia legendaria que solo ha ganado un título desde 1986… y fue hace ya dieciséis años (2008). Juega con, no hay que olvidarlo, el mejor ataque y la tercera mejor defensa esta temporada. Una máquina de triturar rivales (64 triunfos en regular season) que, el dato es estruendoso, ha tenido durante este curso más ventajas de 30 puntos que desventajas de 10. Contra eso, los Mavericks necesitan más. Es así de sencillo.

Con el factor Porzingis estabilizado (acabó con 20 puntos, 6 rebotes y 3 tapones), la presencia más constante fue Jaylen Brown (22+6 y 3 robos), perfecto en la toma de decisiones y capaz de ser director o complemento según el momento de partido, intenso en defensa y rápido de cabeza en ataque. Jayson Tatum, como tantas veces en un equipo tan bien balanceado, no necesitó hacer nada heroico (16 puntos), y sus 6 pérdidas no tuvieron mayor trascendencia porque solo uno de los dos finalistas juega con red. Boston Celtics es muy favorito: tiene más recursos, dispone de un factor cancha que por ahora conserva y cuenta con energía de sobra porque sus playoffs han sido, hasta ahora, una tarde soleada de pícnic.

Los Mavs están a tiempo de reaccionar. Lo hicieron en las series contra Clippers y Thunder después de estrenos que también fueron complicados. Pero, conviene insistir, ahora su rival es otra cosa. Los Celtics les quitaron los triples desde las esquinas y los alley-oops con los pívots (nada de nada por esas vías en el primer tiempo) y evitaron que Doncic (con Brown como primer defensor) pusiera en marcha a los secundarios (solo una asistencia, un dato alarmante). El esloveno, que no recibió esos marcajes dobles que tan bien explota (un lujo que solo puede permitirse una defensa como la de estos Celtics), acabó con 30 puntos, 10 rebotes, 4 pérdidas y un 12/26 en tiros francamente discreto. Empezó en marchas bajas, muy bien defendido, y tampoco pudo hacer nada en la crecida final del tercer cuarto, la del hachazo definitivo de los verdes. En el tramo central, al menos, fue la principal razón por la que el +29 se convirtió, fugazmente, en +8. Por lo demás, no fue un gran partido para sus (extraordinarios) estándares. Ni siquiera uno muy bueno.

Tampoco brilló Kyrie Irving, al que le sigue costando horrores gestionar su tóxica relación con un Garden del que salió convertido en enemigo público en 2019, cuando optó por irse a los Nets: 12 puntos y un 6/19 en tiros con más pérdidas que asistencias (3 por 2) no son números con los que vayan a sobrevivir los Mavs. No contra estos Celtics que controlaron el juego vertical de Derek Lively (el pívot rookie que ha sido uno de los personajes de estos playoffs) y lograron que los Mavs (9 asistencias por 11 pérdidas, un horror) hicieran lo que su plan defensivo había previsto: tiros desde la media distancia, posesiones en manos de los secundarios… Mientras, el habitual martilleo local desde el triple (11/27 al descanso, 16/42 final), una producción coral, una defensa sin puntos débiles y un factor diferencial llamado Kristaps Porzingis se convirtieron en un saco de argumentos que reventaron la balanza de este primer partido que pone las Finales en un escenario que a priori parecía lógico y contra el que solo queda ver hasta dónde puede llegar la reacción, porque la habrá, de Luka Doncic y sus Mavs. El domingo, segundo asalto.

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