“Tiré la medalla de oro de Atlanta”
Shaquille O’Neal cuenta que se disgustó por la gestión de Wilkens en la final. Charles Barkley ya había dicho que la experiencia olímpica en 1996 fue “una pesadilla”.
¿Cómo de buena podía ser esa nueva versión del Dream Team? La segunda si se cuentan Juego Olímpicos, la verdadera madre del cordero para el baloncesto estadounidense, pero la tercera si se añade el equipo que ganó el Mundial de 1994 en Toronto, también con un incuestionable 8-0 de balance final. Estas fueron las versiones de esas tres primeras encarnaciones del Dream Team, del original al olvidado del 94 y esa segunda/tercera versión de 1996:
BARCELONA 1992: Magic Johnson, John Stockton, Michael Jordan, Clyde Drexler, Chris Mullin, Scottie Pippen, Larry Bird, Charles Barkley, Karl Malone, Christian Laettner, David Robinson, Patrick Ewing
TORONTO 1994: Kevin Johnson, Mark Price, Joe Dumars, Dan Majerle, Steve Smith, Reggie Miller, Dominique Wilkins, Derrick Coleman, Shawn Kemp, Larry Johnson, Shaquille O’Neal, Alonzo Mourning
ATLANTA 1996: John Stockton, Gary Payton, Anfernee Hardaway, Mitch Richmond, Reggie Miller, Grant Hill, Scottie Pippen, Karl Malone, Charles Barkley, David Robinson, Hakeem Olajuwon, Shaquille O’Neal
Si el equipo del Mundial no tenía ningún miembro de los de dos años antes en Barcelona, la renovación volvía a ser casi total: de Toronto a Atlanta solo se mantenían Reggie Miller y Shaquille O’Neal. Y regresaban cinco del Dream Team original: Stockton, Pippen, Malone, Barkley Robinson. Al frente del equipo ya no estaba ni Chuck Daly (1992) ni Don Nelson (1994). El nuevo head coach era otro técnico reverenciado, el inolvidable Lenny Wilkens que hizo campeones a los Supersonics en 1979 y que había sido elegido Entrenador del Año de la NBA en 1994, cuando dirigía a Atlanta Hawks.
Los resultados fueron contundentes, el dominio incontestable… pero las vibraciones fueron peores que en Barcelona. Por un lado, aumentó la sensación de que la competencia internacional, espoleada por el aldabonazo del 92, empezaba a dar el estirón que años después ya era indiscutible. Por otro, el Team USA se basó más en el físico, la defensa y el talento individual, con menos química colectiva en el anticipo de los problemas que desembocarían en el desastre de Atenas 2004 y la necesidad de redención que trajo otra versión histórica de la selección, la de 2008 y 2012, el Redeem Team.
Algunos apuros contra una Yugoslavia gigante
En la primera fase, China, Angola y Argentina fueron trituradas, y también cayeron las otras dos medallistas de Barcelona, Croacia y una Lituania que consiguió rondar los veinte puntos de desventaja (104-82). En cuartos, Scottie Pippen tuvo que aplicarse en defensa para frenar las oleadas de puntos del maravilloso Oscar Schmidt (98-75). Y, si bien Australia (aunque venía de eliminar a Croacia) apenas fue rival en semifinales, Yugoslavia, con Obradovic al frente, si consiguió llegar a solo cinco puntos de distancia al descanso antes de desfondarse después en la lucha por el oro (95-69). Era una generación histórica que venía de ser campeona de Europa en 1995 y sería campeona del mundo en 1998 y 2002. Divac, Danilovic, Djordjevic, Bodiroga, Paspalj, Tomasevic…
Estados Unidos desde luego cumplió, pero con menos magia. En parte, porque el ambiente ya estaba mucho más viciado que cuatro años antes. Lo contó después, sin pelos en la lengua como acostumbra, un Charles Barkley que había estado en Barcelona y podía comparar de primera mano: “En 1992, durante los dos meses que estuvimos juntos nos entendimos de maravilla, como si fuera el mejor momento del mundo para todos. Nadie tenía el ego disparado. En el 96, todos empezaron a quejarse por el reparto de minutos, creían que tenían que ser titulares… y yo estaba en plan ‘espera, si ni siquiera sois tan buenos comparados con el otro equipo en el que yo jugué’. No era nada divertido ver a la gente quejándose todo el rato, hablando de cuánto jugaban o dejaban de jugar. Fue una pesadilla, una experiencia odiosa”. Barkley llegó a contar que había jugadores que no se presentaban a los entrenamientos porque creían que Wilkens no estaba siendo justo con ellos: “Magic, Bird y Jordan compartían el balón y el protagonismo, por eso fue tan buena experiencia. Pero lo otro fue un gran festival de ego, era ridículo, algunos hasta boicoteaban los entrenamientos”.
Uno de los que desde luego no estuvo contento con su rol fue Shaquille O’Neal, al menos por lo que respecta a la final contra Yugoslavia. Tanto que ha contado en The Big Podcast que se deshizo por pura rabia de su medalla de oro… que podría estar todavía extraviada: “¿Si me gustó la experiencia de Atlanta? Pues sí y no. En el partido por el oro, Lenny Wilkens vino y me dijo ‘eh, seguramente es el último partido de David Robinson, así que va a jugar hoy más minutos’. Y le dije que perfecto, no me pareció mal. Pero es que no jugué nada, y me enfadé tanto que después de la ceremonia me fui a casa sin quitarme ni el chandal y, mientras conducía, tiré la medalla de oro por la ventanilla del coche. No la tengo, la lancé en la autopista, en la cuneta. Igual está por alguna parte todavía, no creo que nadie la haya encontrado”.
Shaq solo jugó cinco minutos en esa final contra Yugoslavia (anotó 2 puntos). Robinson se fue a 26 en los que acabó con 28 puntos y 7 rebotes, y cerró una brillante trayectoria con el Team USA (tres medallas olímpicas, dos oros y un bronce, y un oro mundial). En los Juegos, O’Neal jugó 15,5 minutos por noche, más que los otros dos pívots, otras dos leyendas como Robinson (14,3) y Olajuwon (12,4). Los únicos que pasaron de 20 minutos de promedio en pista fueron Grant Hill (21,7), Reggie Miller (21,8) y un Scottie Pippen (22) que sí quiso repetir, cosa que no hizo un Michael Jordan que se conformó con los oros de Los Ángeles 84 y Barcelona 92. A nivel estadístico, cuatro jugadores pasaron de diez puntos rumbo al oro olímpico del 96: Barkley (12,4), Robinson (12), Miller (11,4) y Pippen (11).