ATLÉTICO 1 - CELTA 0 / Niños, el ‘unocerismo’ vale la Champions
El Atlético gana con oficio a un Celta que fue de menos a más para asegurarse virtualmente la cuarta plaza con un gol de De Paul en el 84′.
Ese Atlético con más abrigo en el dibujo 5-4-1 y con Griezmann de regreso que comenzó combinando ante un Celta dedicado a defenderse en su campo, que, como buenos gallegos, saben aguantar el chaparrón. Los rojiblancos maduraban en la zona de tres cuartos sin que Correa, en una primera ocasión mansa, y después Lino dos veces y otra Riquelme, llegaran a romper el paraguas gallego. Los guantes de Guaita protegían. Un portero que, tras parar por segunda vez ante Lino por bajo y con mérito, abroncaba a su defensa por permitir a tanto rojiblanco llegarle tan fácil. El Atleti robaba, desbordaba y disparaba. Pero tanto fue el cántaro a la fuente que terminó quedándose seco. Y sin resuello pronto.
Giráldez, que fue niño en el Calderón y por primera vez visitaba el Metropolitano como entrenador, centraba a Aspas con la intención de que el Celta fuese algo más que un paraguas. Funcionó. Comenzó a estirarse: asomó la nariz en el Metropolitano y comprobó que en realidad no llovía, que era un día de sol. El Cholo reordenaba sus piezas porque atisbó el bajón: Roro a la derecha y 4-4-2. De nada. A sus muchachos parecían pesarle quilates las piernas. El Celta seguía creciendo, que había visto como el Cádiz había ganado su partido y una victoria no era salvarse, pero sí más espuma en el colchón que separa. Deambulaba Grizi y corría Llorente como si sus pulmones pudieran insuflar aliento en los demás. Le encontró Koke una vez, con uno de esos pases que descerrajaron los tres centrales de Giráldez, para que volviera a toparse el Atleti con Guaita. El partido se iba a la siesta, que era la hora, por mucho que los mayores cantaran y cantaran para despertar a los niños, los de la grada y el césped. Pero seguía pasando nada o muy poco. Un despeje de Witsel en un córner, justo antes del descanso, se envenenó y obligó a Oblak a palmearlo sobre el larguero. Fue la ocasión más peligrosa del Celta en 45 minutos.
El partido regresó del descanso con Morata, Llorente en el carril derecho y Azpilicueta central pero las mismas sensaciones: ritmo trotón rojiblanco mientras el Celta tenía el balón y su afición subía la voz. Aspas lo celebró a la hora de partido rematando seco en el área un pase atrás de Bamba que Oblak repelió con puros reflejos. Los niños del Atleti descubrían esa canción, Obli, Oblak, que el Metropolitano comenzó a recitar alta mientras el Celta le buscaba un resquicio y el Cholo removía su banquillo. Ora De Paul, ora Barrios. Pero fue la entrada de Memphis la que bajó de la luna al Atleti tras otra parada de Oblak ante Aspas.
Con los rojiblancos volcados en el área de Guaita, el portero siguió alzando sus guantes como mejor repelente de agua. Primero desvió con el pie un remate de primeras del neerlandés y, después, con la uña, una volea de Barrios que dejó un rato cimbreando su madera. Apretaba el Atleti con las botas de Memphis, que juega poco, pero cuando lo hace, envuelve cada acción de peligro. Rozó el gol con un disparo cruzado que se emborronó antes de que De Paul se arrancara de la bota esa genialidad al rechace de un córner: una volea desde fuera del área que estalló de una vez el látex de Guaita. La celebró primero abrazándose a sí mismo, después señalando con los pulgares hacia arriba. Dedicándoselo a todos esos niños en la grada y también a los mayores que fueron niños en otro tiempo, porque, como escribió Saint-Exupéry, todos lo han sido primero. Y hay una generación que, con Simeone, nada sabe de descensos a Segunda o Intertotos, que solo conoce la Champions, ya casi en piedra, matemática si gana en Getafe, dos puntos faltan. Ole, ole. Desde allá arriba, Fernando, seguro, tú lo estarás gritando también.