De Port Royal a Por au Prince: el mismo drama en tiempos distintos
Cundo las negociaciones comiencen entre la ONU o un conjunto de países y Jimmy Barbecue Cherizer sin saberlo los protagonistas estarán repitiendo un acuerdo poco conocido y cuyo escenario fue Port Royal “la ciudad mas pérfida del Caribe” a lo largo del siglo XXVII y buena parte del siglo XVII
Esas negociaciones, cuyas partes fueron cinco potencias europeas y una veintena de representantes del crimen organizado transnacional de la época conocido como corsarios, piratas y privateers. Los resultados de esas negociaciones fueron los tratados de Utrecht (1700) y Madrid (1726), en los que las potencias europeas reconocen que la piratería es un delito al cual hay que perseguir mediante la cooperación entre ellas.
Porque al igual que lo que ocurre hoy en Haití, las elites de las potencias europeas no incluidas en el reparto territorial de las Américas decidieron armar pandillas marítimas para primero atacar los navíos españoles y portugueses y luego establecer bases en el Caribe para explotar especias y azúcar. Así, Inglaterra, Francia, Flandes y Los Países Bajos comenzaron a emitir patentes de corso que protegían a los delincuentes sacados de cárceles de ser procesados en sus países siempre y cuando se sumaran al “comercio exterior” y definían los términos de la relación de cada privateer con el reino específico. Proliferaron así los antepasados de Jimmy Barbecue Cherizier.
Al igual que sus antecesores piratas, Jimmy Barbecue Cherizier es el líder de una coalición de bandas delictiva, las Fuerzas Revolucionarias de la Familia G9 y Aliados, una autodenominada federación de grupos rebeldes. La organización estaba compuesta originalmente por nueve grupos, pero desde entonces ha crecido hasta incluir más de una docena.
Y así como los potencias europeas llegaron a la conclusión que lo óptimo era negociar con el malandraje de la época para garantizar el necesario acceso a las materias primas americanas que la pre-industrialización de Europa demandaba hoy, las potencias del mundo entienden que no es posible invadir militarmente con éxito a Haití mientras el territorio esté controlado por el malandraje de nuestra época. Por tanto: hay que negociar.