Boca no tuvo instinto asesino
Cuando tuvo al Fluminense herido, le faltó acelerar para meter el golpe de nocaut.
Los análisis futbolísticos y tácticos llenarán horas de tele, miles de tuits, páginas, notas en la web y más. Seguramente, habrá que ver en qué porcentaje se reparten las responsabilidades entre el nivel de los jugadores, las decisiones del entrenador y cómo conformaron los dirigentes este plantel. Pero se adjudiquen a quienes se adjudiquen culpas, a Boca le faltó el instinto asesino necesario para dar ese salto.
No fue mucho menos que Fluminense. Supo sufrir el partido cuando la mano venía mal, muy mal, y mostró la actitud para pelearlo desde la adversidad y así lograr un empate sanador. La historia es que en ese momento el partido pedía acelerar. Convertir la actitud en audacia. Pasarlo de gas a nafta para golpear a un rival herido, maltrecho, perdido en ese instante y del que sabe que su defensa es de mandíbula frágil. No olió sangre, no se decidió a sacar la mano de nocaut al Flu.
Ese instinto, esa voracidad futbolera, se construye. No nace de un día para el otro. Y en todo caso, en la coyuntura pueden aparecer jugadores que se rebelen y empujen al resto. Esa mirada asesina se vio poco, quizá en un Advíncula que jugó a otra marcha.
También, la movida puede llegar desde el banco. De hecho, Almirón contó en la conferencia de prensa que pensó que lo ganaban en los 90. ¿Y qué hizo? A los 5 del empate, metió a Benedetto y Langoni. Y seguramente pensó que con eso alcanzaba. El tema es que quedaron aislados mientras nadie le ponía vértigo. No sacaba ese fuego interno de ir por más. Esa actitud ganadora, futbolísticamente hablando avasallante. Y así le dio chances de resurrección a un Fluminense aturdido.
La irresponsabilidad de Fabra cuando le quedaban 15 minutos para jugar con uno más potenció la mirada de un equipo con falta de jugadores inteligentes. Al final, el plantel quedó tan corto que peleó por darlo vuelta con suplentes y cuando ya el rival había cicatrizado sus heridas.
