FINAL NBA | NUGGETS-HEAT (1-0) / La ley suprema de las Rocosas

Los Nuggets no dan opción a los Heat y toman la delantera en la Finales de la NBA. Jokic dirige, Murray ejecuta y Jimmy Butler se queda muy corto.

Juanma Rubio
As
Bienvenida a las Finales de la NBA, Cenicienta. Si Miami Heat quiere completar el recorrido más increíble de la historia en playoffs, ya sabe cuántas cosas va a tener que hacer bien, cuánto va a tener resistir y cuántas monedas al aire le van a tener que salir cara. Esto no es ese extraño Este donde ni Bucks ni Celtics, en teoría los dos mejores equipos de la temporada, jugaron como se supone que tenían que jugar. Más allá del montón de cosas que Erik Spoelstra y sus Heat hicieron para que así fuera, quizá la más importante cómo anidaron en las mentes de unos gigantes con pies de barro que se quedaron sin certezas, sin ánimo. Esto es otra cosa: las Finales, el escenario definitivo. Y Denver Nuggets. Ahora mismo, incluido este 104-93 que tuvo un toque de aperitivo, el mejor equipo del mundo. Uno que está más cerca, si hubiera que ponerse en un extremo, de alumbrar una nueva dinastía que de deshacerse entre las sombras del mismo desastre histérico que consumió, qué lejos parecen ya en el retrovisor, tanto a los Bucks como a los recién eliminados Celtics.

Y bienvenido al lugar donde se construyen las leyendas, Denver Nuggets. Casi medio siglo después de su entrada en la NBA (1976), más allá de los tiempos de contracultura y diversión sin cabeza de la ABA, cuando mudaron nombre de Rockets a Nuggets. Después de años de quedarse corto y de buscar la manera de llegar, al menos, a la última serie por el anillo. Aquí está: su partido 4.013 en la NBA (226 de ellos en playoffs) fue el primero en unas Finales. Solo un equipo había jugado, hasta ahora, más sin estar en la última eliminatoria, la que decide todo: Los Angeles Clippers, que seguirá abriendo esa brecha maldita con todos los demás (van por 4.425...). Los Nuggets no solos salieron de la lista de franquicias en activo sin Finales (quedan Hornets, Clippers, Timberwolves, Pelicans, Grizzlies), dejaron claro que están preparados, que son mejores, que esa mezcla de varita mágica y martillo pilón que los había traído hasta esta noche seguía ahí, diez días después (una eternidad) de barrer a los Lakers.

Esta es la Mile High, la milla (más de 1.600 metros) de altitud que convierte al Ball Arena, el viejo Pepsi Center, en un factor cancha real, hostil. Esto es Colorado, la cuenca del río Platter Sur, las faldas de las Montañas Rocosas. Sueños olvidados (nuggets…) de la fiebre del oro, la guarida de una franquicia orgullosa pero eternamente consumida por la danza de gigantes de su Conferencia: hace 44 años, desde 1979, que no gana el anillo un equipo del Oeste que no sea de California o Texas. Tres dinastías (Lakers, Spurs, Warriors) después, los Nuggets están ya a tres victorias de su primer título, de cambiar su narrativa, de reescribir su historia. Para eso se construye, para eso se camina y se asumen las derrotas, cuando no queda otra. Para eso se juega, se pierde y, cuando llega el momento, tú momento, se gana.

Si no se rompe este guion, ganarán los Nuggets

El primer partido de las Finales dejó claro que, en un guion normal, no habrá Heat culture que valga: los Nuggets son mejores. Entre suficientemente mejores y mucho mejores. Con el ritmo intacto tantos días después de su último partido, los Nuggets colocaron el 9-0 en su pista en estos playoffs. Y ponen por primera vez cuesta arriba a un rival que viene desde el octavo puesto del Este y ha superado tres rondas sin factor cancha, entre otras cosas porque había empezado ganando a domicilio sus tres eliminatorias anteriores. Pero este rival es tremendo, una planta carnívora en un escenario de Broadway, arte y dinamita. Los Nuggets apretaron cada clavija de los Heat, presionaron en cada punto débil, se alimentaron de cada resquicio que dejaba desprotegido un rival al que solo le va a valer jugar perfecto, sin fisuras ni un segundo de respiro, y con porcentajes de tiro disparados. No tiene fórmula que no pase por la perfección. Demonios, quizá ni eso acabe bastando. Pero si se sigue quedando lejos, en ejecución más que en plan de partido, las opciones de Miami Heat desaparecen: no habrá nada que hacer.

El pick and roll Jamal Murray-Nikola Jokic es un jaque mate permanente que al mismo tiempo define y revoluciona el baloncesto actual: hasta aquí se ha llegado desde los tiempos de John Stockton y Karl Malone. Dos jugadores de movilidad permanente y rango de tiro infinito, que operan por todo el ataque e intercambian roles con un sobresaliente en química. Años y batallas juntos, solo hay que acordarse de la burbuja de Florida. Los Nuggets tienen más talento, tienen más potencia de fuego y tienen más tamaño. Y por ahí dieron el primer empellón, aprovechando la facilidad de Jokic para encontrar a Aaron Gordon debajo del aro, emparejado con aleros más pequeños y menos fuertes que él: 12 puntos de Gordon y 6 asistencias de Jokic en el primer cuarto (29-20), 32 puntos en la pintura con un 13/16 en tiros al descanso para los Nuggets, que ni siquiera habían anotado en transición. Todo eran puntos rebañados a un rival que no daba a basto para tapar todas las vías de agua.

Gordon acabó con 16 y Michael Porter Jr, que también pareció larguísimo contra los aleros de los Heat, con 14 y 12 rebotes. El resto, los chispazos de alto voltaje de Murray (26, 10 asistencias), un especialista en demoler al enemigo cada vez que este asoma la cabeza; Y, claro, el magisterio del Joker, las mil y una noches de Nikola Jokic, que ni siquiera dio la sensación de forzar la máquina. Muchas veces no lo hace, o no parece hacerlo, sencillamente porque no lo necesita. Es así de bueno, están siendo así de históricos sus playoffs 2023, en los que ya suma (otro récord para una colección asombrosa) nueve triples-dobles. Esta vez, 27+10+14 con solo 12 tiros de campo (10/12).

¿Y los Heat? Salieron a ganar la guerra de posesiones, robar rebotes de ataque, minimizar las pérdidas y encontrar buenos tiros. Hicieron todo hasta donde pudieron, pero fallaron demasiadas veces cuando estaban liberados. Se quedaron en solo dos tiros libres lanzados, algo nunca visto en toda la historia de los playoffs de la NBA, y en cuanto perdieron un poquito la disciplina fueron arrollados por un bólido: 39-33 casi en el ecuador del segundo cuarto, 59-42 en el descanso. La ventaja llegó a 24 (84-60) en el tercer parcial, antes de que un estirón dirigido por Kyle Lowry les diera una extraña vida (84-74, 96-87) que nunca fue tal en el último cuarto. El testamento de los Heat, que siempre llegan hasta donde pueden, a veces sencillamente hasta donde les dejan.

Max Strus tuvo muchos tiros liberados y no metió ninguno, literalmente (0/10, nueve de ellos triples). Caleb Martin, la bomba atómica que desmanteló a los Celtics, terminó con 3 puntos y un 1/7. Duncan Robinson cerró en 1/5 en triples. Si ese lote de secundarios (solo cumplieron Vincent y, tarde, Lowry) no mete los tiros abiertos, los Heat se quedan en los huesos. Jimmy Butler pasó demasiado desapercibido, con la envergadura de Gordon haciéndole sombra y la defensa de los Nuggets concentrada sobre él y permitiendo una noche grande, pero para ellos manejable, de Bam Adebayo (26 puntos, 13 rebotes, 5 asistencias). Era el plan de los Nuggets y se cumplió a rajatabla. Cuando eso pasa, nadie puede ganar en las Rocosas. Nadie lo hace, de hecho. Tampoco, por ahora, Miami Heat. El domingo, segundo asalto.


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