Una tortuga marina bebé estuvo meses a la deriva: llegó a Irlanda tras nadar 6.000 kilómetros
Aunque las probabilidades de que sobreviviera a su viaje a través del océano eran escasas, Cróga hizo honor a su nombre y continuó como una valiente
La muerte estaba cerca.
La familia trabajó con gran velocidad para intentar salvar a la joven tortuga boba (Loggerhead, en inglés), que ya había superado escenarios casi imposibles. Con menos de un año de edad, este reptil hembra sobrevivió a un viaje de meses a través del océano Atlántico, repleto de peligros como depredadores y plásticos. Aunque seguía viva, la tortuga estaba deshidratada, tenía un peso muy inferior al normal y sufría una hipotermia que la había dejado casi paralizada.
Los miembros de la familia se atrevieron a bautizar a su protegida. La llamaron Cróga, palabra irlandesa que significa “valiente”.
No sabían si sobreviviría.
Cróga estaba muy lejos de casa. Las tortugas bobas anidan en el sureste de Estados Unidos, sobre todo desde las Carolinas hasta Florida, explicó Caitlin Bovery, responsable de rehabilitación del Acuario Nacional de Baltimore. Por su edad y tamaño, Bovery calcula que Cróga aún no tiene un año y dijo que probablemente eclosionó en las playas de Florida el verano pasado.
Tras romperse su huevo en las playas durante la noche, las caguamas se lanzan al océano. Nadan hacia las aguas cálidas de la corriente del Golfo y se instalan en los sargazos flotantes, grandes extensiones de algas pardas que sirven de hábitat a pequeños peces, camarones y cangrejos. Las tortugas pasan de unos meses a unos años al abrigo del sargazo, una especie de jardín de infantes, explica Kevin Flannery, director del acuario Dingle Oceanworld de Irlanda.
Cuando crecen y se hacen más fuertes, se dirigen a las Islas Canarias, frente a la costa africana.
Todos los años, las tormentas tropicales desvían del rumbo a cientos, si no miles, de estos pequeños. Según Flannery, casi todas regresan a la costa del sureste de Estados Unidos. Los centros de rehabilitación que tratan a estas tortugas las encuentran desnutridas, deshidratadas, heridas por depredadores o llenas de plástico que han confundido con comida.
Pero las tormentas empujan a algunas hacia el norte y las adentran en el océano. Y esas tortugas encuentran un peligro adicional: el agua fría. Como son reptiles, la exposición prolongada al agua fría puede bajar su temperatura corporal, induciendo un “choque frío” o “aturdimiento por frío”, que las debilita y aletarga. Al final, no pueden nadar y quedan indefensas ante los caprichos y vicisitudes del viento y la corriente de agua.
Según Flannery, las tortugas bobas llegan a las costas irlandesas desde hace años.
“Muy pocas veces están vivas porque, en ese momento, han pasado un mes en el mar siendo machacadas... y no son capaces de valerse por sí mismas”, dijo.
Tras encontrar a Cróga en el noroeste de Irlanda, la familia llamó a varios grupos que rehabilitan ballenas y delfines. Finalmente, encontraron a Flannery. Mientras un pequeño acuario del condado de Mayo cuidaba de Cróga, Flannery condujo 12 horas ida y vuelta para recogerla y llevarla a su acuario en el suroeste del país.
Allí empezó la rehabilitación de Cróga. Flannery inyectó suero salino en la aleta superior de la tortuga para rehidratarla. Aumentó lentamente su temperatura corporal durante varios días para evitar que volviera a entrar en estado de shock. Le untó vaselina en el caparazón dañado.
Y la alimentó. A la edad de Cróga, las caguamas suelen pesar entre 45 y 90 libras (20 a 40 kilos). Cuando llegó a la orilla pesaba medio kilo. Desde entonces, ha engordado un kilo y medio, casi el triple.
“Ahora se alimenta con bastante voracidad”, dijo Flannery.
Cróga se quedará con Flannery al menos un par de meses más. Una vez que haya recuperado la salud, Flannery se asegurará de que no tenga ninguna enfermedad y hará los trámites necesarios para que el Servicio Naval Irlandés la lleve a las aguas más cálidas de las Islas Canarias, como ya ha hecho en el pasado.
Aunque las probabilidades de que Cróga sobreviviera a su viaje a través del océano eran escasas, sobre todo cuando se quedó a las puertas de la muerte, las perspectivas de la tortuga son mucho mejores ahora que está bajo el cuidado de un experto.
“No hay motivos para sospechar que no pueda recuperarse totalmente”, afirma Bovery.