El largo reinado de China como país más poblado del mundo está llegando a su fin

Por primera vez desde los años 60, la población china disminuye. Pero en aquella ocasión, una hambruna había terminado con la vida de millones. El temor de ser “la última generación”

Según la Oficina Nacional de Estadística, China tenía 1.412 millones de habitantes a finales del año pasado, 850.000 menos que al principio. Desde 1962, después de que millones de personas murieran en una hambruna provocada por el “Gran Salto Adelante” de Mao Zedong, el país no había registrado una disminución de su población.

Esta vez la causa principal no parece ser un número de muertes antinatural. El 7 de diciembre, China suprimió su política de casi tres años de “covid-cero”, lo que provocó un aumento de las infecciones y muchas muertes. El 14 de enero, las autoridades declararon que desde entonces se habían producido casi 60.000 muertes relacionadas con el covid. La cifra real es probablemente mucho mayor (por un lado, la cifra incluye sólo las muertes en el hospital). Pero desde hace al menos un año, los demógrafos venían prediciendo que 2022 marcaría el inicio del declive de la población china. La razón: la caída en picado del deseo de reproducirse. Para muchos chinos, incluso los casados, no habrá próxima generación.

En 2016, preocupada por el rápido envejecimiento de la población del país y su menguante mano de obra (que empezó a reducirse en 2012), China renunció a obligar a la gente a no tener más de un hijo. En 2021 pasó a una política de tres hijos por pareja, que es más una aspiración que una restricción. Tener más no está penado.

Pero esta relajación -acompañada de una serie de incentivos para tener hijos, desde ayudas en metálico a exenciones fiscales y permisos de maternidad más largos- ha tenido escaso impacto. El año pasado nacieron 9,56 millones de niños, casi un 10% menos que en 2021. La tasa global de fecundidad (el número medio de hijos que se espera que tenga una mujer a lo largo de su vida con las tasas de natalidad actuales) era de 1,7 hace una década. En 2021 caerá por debajo de 1,2, según las cifras de la ONU (véase el gráfico 1). Para que una población se mantenga estable, la tasa debería rondar el 2,1, suponiendo que no haya migración neta y que las tasas de mortalidad permanezcan invariables.

Hay varias razones por las que la natalidad es cada vez menos popular. La principal es el coste de criar hijos. El año pasado, el Instituto de Investigación Demográfica YuWa, un grupo de reflexión de Beijing, informó de que estos gastos, en relación con el PIB por persona, eran más elevados en China que en varias economías avanzadas, incluida la estadounidense. Sólo Corea del Sur era un lugar más caro para tener hijos (ese país tiene la tasa de fertilidad más baja del mundo y su población empezó a descender en los últimos años). YuWa advirtió de que el descenso de la natalidad en China podría tener un “grave impacto negativo” en la capacidad de innovación del país y en su “fortaleza nacional general”.

Las ayudas del gobierno han hecho poco por aliviar la carga de los padres. El 10 de enero, la ciudad meridional de Shenzhen propuso que las parejas que tuvieran un tercer hijo (o más) recibieran subsidios por un total de 19.000 yuanes (2.800 dólares) durante los tres primeros años de vida del niño. Sin embargo, según una estimación oficial publicada por los medios de comunicación estatales, esto sólo supondría el 8% de los costes totales. A pesar de la reciente caída del mercado inmobiliario chino, los precios siguen siendo altos. Las parejas suelen aplazar el matrimonio hasta haber comprado un lugar donde vivir. El número de matrimonios ha descendido desde 2014.

Otra barrera económica a la maternidad es el coste del cuidado de los ancianos. Unos 35 millones de chinos tienen 80 años o más. Para 2050 se espera que la cifra se haya más que cuadruplicado. El sistema de asistencia social chino es rudimentario, por lo que, a menos que el gobierno aumente masivamente su gasto en cuidados, las familias correrán con gran parte de la cuenta. Los que hayan decidido renunciar a tener hijos estarán cada vez más preocupados por ser la última generación: ¿quién cuidará de ellos?

La reticencia de algunos jóvenes chinos a casarse y reproducirse es también un signo de cómo están cambiando los valores tradicionales. Las mujeres se oponen a la desigualdad de género del matrimonio. Internet hierve de resentimiento ante la idea, implícita en los esfuerzos del gobierno por fomentar familias más numerosas, de que se conviertan en máquinas de hacer bebés. Algunos jóvenes, tanto hombres como mujeres, se llaman a sí mismos “cebollinos”, sugiriendo su resentimiento por la forma en que se les considera cínicamente como algo que hay que cosechar (es decir, explotar) en pos de objetivos nacionales o empresariales. “Casarme y tener pequeños cebollinos sólo puede perjudicar mi desarrollo personal y reducir mi calidad de vida”, escribió un comentarista en Weibo, la versión china de Twitter, sobre la noticia del descenso de la población.

Es probable que pronto se produzca otro aumento del interés por el tema entre los internautas chinos. La ONU predice que la población de India superará a la de China en abril. Algunos creen que esto ya ha sucedido. El fin del reinado de China como país más poblado del mundo, una posición que ha mantenido durante cientos de años, no gustará a los nacionalistas chinos. ¿Se preguntarán si es posible que la India, relegada a un segundo plano por el rápido ascenso de China, sea capaz de aprovechar su cohorte en edad de trabajar, aún en crecimiento, para alcanzar a China y, con el tiempo, rivalizar con su poder? Será un año de muchos dolores de cabeza demográficos.

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