Televisores 3D y teatros en casa, para qué servían y por qué desaparecieron
Ambos dispositivos tuvieron un momento fugaz de revolución, pero sus costos los alejaron del mercado
Ambos avances fueron un deseo de consumo de muchos usuarios pero el tiempo los fue minimizando, al punto que uno de ellos desapareció y el otro, tiene un competidor muy fuerte por su precio.
Televisores 3D en el olvido
El formato 3D ha tenido muchos picos en la historia del cine y la televisión, viviendo varias épocas en las que estuvo de moda, prometiendo ser el futuro para luego irse o quedando como una opción más.
Los TV con esta tecnología intentaron entrar en el mercado varias veces, pero fue hasta 2010 cuando se vio una movida de varias marcas por implementarla, llevando el éxito que estaba consiguiendo en los cines a los hogares.
Este formato permitía experimentar las películas de una forma más realista e inmersiva, sintiendo los objetos muy cerca del rostro. Sin embargo, el costo era un agotamiento constante de la visión, mareos y altos precios.
El 3D buscó varias maneras de entrar a las casas de los usuarios con gafas que reducían el cansancio pero que eran pesadas y caras, al mismo tiempo con visores más baratos, pero que mermaban la calidad de las producciones y agotaban la visión.
Con el tiempo, la novedad se volvió paisaje. Invitar a familiares y amigos a ver una película con este formato no era ideal para todos, porque algunos se cansaban, no había suficientes gafas para todos o no podían acomodarse para que todos quedaran frente a la pantalla.
En paralelo a esto, la resolución 4K tuvo un auge mucho más fuerte, dando una alta calidad con mayor comodidad y precio. Lo que generó que sobre el 2017 los televisores 3D dejaran de producirse, un resultado que en el cine es evidente porque esta ya no es la principal opción para disfrutar de una película.
Teatros en casa, con un gran rival
El panorama de este dispositivo es un poco diferente, porque aunque no ha desaparecido ya no es la primera opción de mercado como lo era hace unos años, cuando surgieron como la mejor alternativa para mejorar el audio en el hogar para complementar la llegada de las pantallas gigantes.
El primer gran golpe que tuvieron fue la desaparición de los formatos de reproducción física, como el DVD y Blue-ray, con la consolidación de las plataformas de streaming y el consumo de películas por internet.
Pero el revés más grande se dio con la llegada al mercado de las barras de sonido, que a pesar de no ofrecer la misma calidad de audio, si dan dos alternativas que llaman la atención de los usuarios: precio y facilidad de instalación.
Organizar un teatro en casa es un proceso complejo porque tiene una gran variedad de parlantes y dispositivos adicionales que se deben ubicar de cierta forma, colgados en la pared y ocupando mucho espacio en la sala o habitación.
Esto no sucede con una barra de sonido, que tiene una conexión directa a al televisor, incluso sin cables a través de Wifi o Bluetooth, y se puede ubicar sobre el mismo mueble de la pantalla o en un sitio adicional sin afectar en gran medida la organización del lugar.
A esto se suman los precios, ya que una barra puede costar más de la mitad que un teatro en casa, y que no necesita de mucho conocimiento para comprarla, siendo la opción más cercana para un usuario convencional y poco exigente.
Todo este panorama hace que las marcas den prioridad a la fabricación y comercialización de las barras de sonido, que son más recurrentes en tiendas, mientras que los home cinema quedan como una opción para aquellos usuarios entusiastas y conocedores del audio.