Las abejas en enjambre podrían cambiar el clima, según un nuevo estudio
Estos insectos pueden electrizar el aire hasta 1000 voltios por metro, o sea, más que una tormenta eléctrica. Los detalles de una investigación publicada en la revista iScience
Los diminutos cuerpos de los insectos pueden recoger cargas positivas mientras buscan comida, ya sea por la fricción de las moléculas de aire contra sus alas que baten rápidamente (las abejas pueden batir sus alas más de 230 veces por segundo) o por aterrizar en superficies cargadas eléctricamente. Pero hasta ahora se suponía que los efectos de estas diminutas cargas eran a pequeña escala.
Ahora, un nuevo estudio, publicado en la revista iScience, demuestra que los insectos pueden generar una cantidad impactante de electricidad.
“Hace poco que hemos descubierto que la biología y los campos eléctricos estáticos están íntimamente ligados y que hay muchos vínculos insospechados que pueden existir en diferentes escalas espaciales, desde los microbios del suelo y las interacciones entre plantas y polinizadores hasta los enjambres de insectos y el circuito eléctrico global”, explicó a Live Science el primer autor, Ellard Hunting, biólogo de la Universidad de Bristol.
La electricidad estática surge cuando las protuberancias y picaduras microscópicas de dos superficies se rozan entre sí, provocando fricción. Esto hace que los electrones, que están cargados negativamente, salten de una superficie a otra, dejando una superficie cargada positivamente mientras la otra se carga negativamente. La transferencia entre las dos superficies ionizadas establece una diferencia de tensión, o gradiente de potencial, a través de la cual las cargas pueden saltar.
Este gradiente de potencial electrostático -que puede provocar una descarga al tocar el pomo de una puerta después de caminar por una alfombra- también puede cargar los rayos a través de la fricción de los cúmulos de hielo en el interior de las nubes; la leyenda dice que este fenómeno fue demostrado por Benjamin Franklin cuando voló con su hijo una cometa durante una tormenta eléctrica, observando que la cuerda mojada de la cometa conducía chispas desde la nube de tormenta hasta una llave atada a su extremo.
Los efectos electrostáticos surgen en todo el mundo de los insectos; permiten a las abejas atraer el polen hacia ellas y ayudan a las arañas a tejer telas cargadas negativamente que atraen y atrapan los cuerpos cargados positivamente de sus presas.
Para comprobar si las abejas melíferas producen cambios considerables en el campo eléctrico de nuestra atmósfera, los investigadores colocaron un monitor de campo eléctrico y una cámara cerca del emplazamiento de varias colonias de abejas melíferas. En los 3 minutos que los insectos inundaron el aire, los investigadores comprobaron que el gradiente de potencial por encima de las colmenas aumentó hasta 100 voltios por metro.
En otros eventos de enjambrazón, los científicos midieron el efecto hasta 1.000 voltios por metro, lo que hace que la densidad de carga de un gran enjambre de abejas sea aproximadamente seis veces mayor que las tormentas de polvo electrificado y ocho veces mayor que una nube de tormenta.
Los científicos también descubrieron que las nubes de insectos más densas significaban campos eléctricos más grandes, una observación que les permitió modelar otros insectos enjambres como las langostas y las mariposas.
Las langostas suelen formar enjambres a “escala bíblica”, según los científicos, creando gruesas nubes de 1.191 kilómetros cuadrados de tamaño y empaquetando hasta 80 millones de langostas en menos de 1,3 kilómetros cuadrados. El modelo de los investigadores predijo que el efecto de los enjambres de langostas sobre el campo eléctrico atmosférico era asombroso, generando densidades de carga eléctrica similares a las de las tormentas eléctricas.
Los investigadores afirman que es poco probable que los insectos produzcan tormentas por sí mismos, pero incluso cuando los gradientes de potencial no reúnen las condiciones para producir rayos, pueden tener otros efectos en el clima. Los campos eléctricos de la atmósfera pueden ionizar las partículas de polvo y los contaminantes, cambiando su movimiento de forma impredecible. Como el polvo puede dispersar la luz solar, saber cómo se mueve y dónde se asienta es importante para entender el clima de una región.
“La interdisciplinariedad es valiosa en este caso: la carga eléctrica puede parecer que vive únicamente en la física, pero es importante saber hasta qué punto todo el mundo natural es consciente de la electricidad en la atmósfera”, afirmó Hunting. “Pensando en términos más amplios, vincular la biología y la física podría ayudar a resolver muchos problemas desconcertantes, como por ejemplo, por qué se encuentran grandes partículas de polvo tan lejos del Sáhara”.