La foto de la ‘sonrisa del Sol’ alerta a los científicos
Las manchas oscuras que conformar la sonrisa son agujeros coronales, “regiones donde el viento solar rápido brota hacia el espacio”.
La imagen es del Observatorio de Dinámica Solar de la NASA, que tiene como misión observar cuáles son las dinámicas solares con el objetivo de poder conocer de dónde procede su energía y, de esta manera tener un pronóstico más exacto del clima espacial.
El viento solar no es nada que esté fuera de lo común. Se trata de un fenómeno astronómico que surge en la capa superficial del Sol, la atmósfera, en algunas ocasiones. Pueden darse dos escenarios, que proceda directo de la atmósfera o que los emita uno de estos agujeros coronales. En este segundo caso, salen despedidos a una velocidad mayor que en la primera de las opciones.
Por norma general, los efectos de este tipo de fenómenos no llegan a la Tierra, puesto que la capa de la magnetosfera se encarga de proteger al planeta de las partículas que desprende el Sol. Sin embargo, puede ocurrir que el planeta sufra las consecuencias de una onda hecha de radiación y viento solar fruto de la estrella. Si se da ese caso, puede ocurrir que esas partículas choquen contra la atmósfera terrestre y se pueda vislumbrar una aurora boreal. Aunque también pueden darse tormentas solares.
Las tormentas “más potentes” se dan “con muy poca frecuencia”
“El Sol está produciendo tormentas solares continuamente”, ha indicado el astrofísico solar del CSIC, Luis Bellot, para la revista National Geographic. Y, si bien es cierto que, “a veces ocurren tormentas solares más potentes” estas se dan “con muy poca frecuencia”.
Por lo tanto, aunque el experto destaca la necesidad de “estar preparados”, ha lanzado en la entrevista con el medio especializado que “las tormentas solares no son tan peligrosas como nos hacen creer”.
Carrington de 1859
La tormenta solar de mayor magnitud jamás registrada es la de Carrington, sucedida en 1859. Durante este evento, los telégrafos europeos y norteamericanos sufrieron fallos. Los ciudadanos, por su parte, llegaron a percibir cambios en los mares y se vieron auroras boreales especialmente brillantes en regiones en las que no eran muy comunes.
Si a día de hoy se diera un acontecimiento similar los daños podrían pasar por algún apagón o la pérdida de satélites; pero “en ningún caso provocaría un cataclismo”, ha estimado el experto. “Actualmente se han tomado medidas para minimizar todos estos efectos”.