Banquete entre almas: Todos Santos

Redacción, Los Tiempos
Llegan los últimos días de octubre y los primeros de noviembre trayendo consigo un sol más cálido y una explosión de vida natural. La primavera está en su auge, pero las sombras frías y los vientos gélidos del invierno todavía hacen una aparición esporádica. El año se acerca lentamente a su fin y se siente una nostalgia entre las personas, un sentimiento de paso, del tiempo que se nos va entre los dedos. A lo largo y ancho del mundo, estos días son dedicados a distintas festividades, nuevas y antiguas, donde la conexión entre el mundo de los vivos y de los muertos parece difuminarse: el Samhain o año nuevo celta, el anglosajón Halloween o noche de brujas, el Día de los Muertos en México o el cristianocatólico Día de los Fieles Difuntos. Todas estas, representaciones del umbral espiritual de conexión entre los que se fueron y los que quedan. 

Por supuesto, en Bolivia, estas fechas se reservan para una de las festividades más típicas y arraigadas de nuestra tierra: Todos Santos, el día que las almas vuelven al hogar.

Como toda nuestra cultura, el día de Todos Santos es resultado de un sincretismo profundo, de la mezcla entre las fiestas católicas y la fuerte y resistente cosmovisión nativa del país. En este encuentro, Todos Santos deja de ser un simple rito de recuerdo a los muertos para convertirse en un verdadero punto de conexión social, en el que las familias crean un espacio de reencuentro con sus antepasados a través de la fiesta y la comida. 

El ritual de armar la mesa, llenarla de platillos, tanto física como simbólicamente y esperar a las almas que regresan para disfrutar de su presencia, nos indica plenamente la naturaleza de Todos Santos en nuestro país, no como un día de peso o dolor, sino como una reunión alegre y cálida. Un vestigio de la mirada originaria, en la que la muerte no es más que otra etapa de la existencia, tan necesaria y natural como la vida misma. 

Alrededor de esta creencia, las costumbres y tradiciones de Todos Santos se han engarzado en nuestra vida. Estas semanas, las panaderías pondrán hermosas t’antawawas en sus escaparates, se prepararán figuras simbólicas, como escaleras, que permiten a las almas bajar, disfrutar con sus familias, y luego irse denuevo. Además, las mesas serán decoradas con las fotografías y los platos favoritos de aquellas personas que partieron.

Cada figura en la mesa, cada flor decorativa o plato servido es un signo de amor, unión, recuerdo y festejo. Cada familia llevará el pan en distintas figuras, representando aquello importante para su círculo. Estas figuras, llamadas “misterios”, otorgarán algo a nuestra mesa: luz, guía, fuerza, alegría, protección, etc. Y será en esa mesa donde todos podremos encontrar tanto consuelo como calma frente a la pérdida de nuestros seres queridos. 

Entre nuestros recuerdos, festejos y gastronomía, terminamos con un banquete digno de una gran fiesta. En honor a las almas que vienen, se bailará, cantará y comerá. Los mayores contarán historias del pasado, para los oídos de los más jóvenes y se compartirán risas. Los cementerios de las ciudades, normalmente llenos de llanto y dolor, se verán transformados en espacios de celebración y unión. 

La festividad de Todos Santos, con sus arraigadas tradiciones y festejos, es una de las muchas muestras de la importancia de nuestras costumbres. En su celebración, recordamos nuestros orígenes más lejanos y encontramos la conexión con nuestras raíces, con las almas de nuestros muertos y con quienes todavía están aquí con nosotros. 

Es en estas fiestas donde el orgullo de ser boliviano sale a flor de piel, y donde nos damos cuenta que Bolivia está llena de riqueza cultural, tradicional y social. Mirando alrededor durante la fiesta de Todos Santos, rodeados de los recuerdos y la familia, entendemos que vivimos en Una Gran Nación.

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