Luis Vázquez, el 9 que apareció cuando más se lo necesitaba, rompió la sequía de 15 partidos sin convertir
El centrodelantero que pudo ser vendido en este libro de pases volvió a convertir tras 15 encuentros; en nueve de ellos fue titular
Los goleadores son así... Vázquez estuvo a punto de ser vendido en el último mercado de pases y en los últimos tiempos debió convivir con el regreso de Darío Benedetto. Muchas presiones y sensaciones juntas. Hacía 15 partidos que no convertía, 9 de ellos jugando como titular. El último gol se lo había marcado en la final a Tigre, el 3-0 en Córdoba, por la Copa de la Liga 2022.
La definición en su gol fue mordida, poco elegante, pero a Vázquez no le importó. Lo único que tuvo en cuenta es que la pelota entró y que rompió el maleficio. Carlos Bianchi, un experto como centrodelantero, autor de más de 400 tantos, dijo alguna vez ya como DT: “Todos los goles valen uno”. ¿Cuándo utilizaba esa frase? Cuando le criticaban alguna definición de un delantero suyo o si le decían que el equipo hacía un gol de suerte.
Eso no cambiaba el mapa anterior al cotejo. Porque Sebastián Beccacece, técnico del Halcón, avisó hace muchas semanas que la finalización de la presente Liga Profesional marcará en simultáneo su (segunda) salida de una institución a la que, en este ciclo, le aportó la Recopa Sudamericana 2021. Agotado por el desmantelamiento del plantel y, por ende, tener que arreglarse con las humildes herramientas que le proporciona la institución de Florencio Varela, decidió poner la cara hasta que el campeonato local llegue a su fin. De ahí se explica por qué el exitoso Defensa (en títulos, proyectos, ventas importantes) de los últimos años hoy se encuentra por debajo de 20 equipos en la tabla de posiciones.
"Me alegra muchísimo que Vázquez haya convertido. Le viene bien a él y nos viene bien a todos. Desde lo anímico también buscábamos este resultado"
Hugo Ibarra
Aun en ese panorama –en el que la espera debe ser eterna, tanto para el cuerpo técnico como para los jugadores- todo está construido y trabajado para llegar a ser levemente mejor que lo que muestra Boca partido a partido: el banco ocupado por el trinomio ¿interino? que encabeza Ibarra, justamente, está lleno de incertidumbres en cuanto a su futuro y queda cada vez más expuesto cuando debe conseguir los tres puntos.
Si vuelven a ser ratificados después de diciembre; si tras el final de la temporada retornan a las divisiones inferiores; si se van del club… Si uno ve jugar a Boca, “las cosas están claras”, tal como diría Juan Román Riquelme: el interinato ya hizo los méritos suficientes para frenarlo y sacarlos de lo que parece, a esta altura, un agobio. Y si uno escucha el insólito conformismo, precisamente, del vicepresidente segundo, entran esos interrogantes.
Porque el elenco xeneize está metido en un laberinto en el que cada pasillo representa un compromiso a disputar, pero en todos llega a una pared que, además de hacerlo retroceder, lo lleva a la ineludible conclusión y pregunta: a diez encuentros de haber suplido a Sebastián Battaglia, es preocupante no entender todavía a qué juega Boca. Entonces, ¿hacia dónde se dirige el futuro futbolístico del club?
Mientras los hombres del ya casi alejado Beccacece tomaron la pelota, la jugaron permanentemente por abajo y triangularon seguido, generando un rico gusto, los de Ibarra se la pasaron observando. Como si quisieran aprender a cómo se juega colectivamente. Y, cuando la pelota estaba en el poder azul y oro, volaba lejos. Tanto, que en casi todas terminó superando las líneas de fondo o del costado. El fútbol, incluso en esa agria sensación, muchas veces le puede dar –igualmente- el premio del triunfo. Aunque jugando así, del lado boquense serán, seguramente, más constantes las frustraciones que las alegrías.
Porque hay nombres ocupando un banco de suplentes, hombres que salen al campo, piezas que cambian y hasta esquemas que rotan, vaya a saber si por la desorientación o por intentos tácticos que no terminan resultando. Sin embargo, cada fin de semana es un paso para atrás. Y lógico, claro. Porque, como esa conducción no es efectiva, no deja de ser un grupo que hace lo que quiere.
Desde ahí, el mal humor. La convivencia insana. Las piñas de Darío Benedetto y Carlos Zambrano en el túnel visitante del estadio de Racing, hace dos fechas. También, la recriminación de Sebastián Villa a Cristian Medina ante Rosario Central, la fecha pasada disputada hace cinco días, en la que quiso exponer al joven por un pase a destiempo y largo que, primero, el colombiano corrió, pero luego decidió frenarse por el fastidio. Y, asimismo, la discusión de anoche (durante casi un minuto, a distancia) entre Luis Vázquez y el propio Villa: el juvenil vio que su compañero picaba al espacio y en solitario, pero decidió hacer la individual y rematar flojo a las manos de Unsain durante el primer tiempo.
Lo mejor del partido
Poquito. Cada vez más. Y siempre dependiendo de Agustín Rossi: cuando Defensa y Justicia salió más despierto al complemento, acechó sobre el arco visitante, pero no venció a la figura de Boca. Primero, lo encontró firme en el primer palo y, a los 13 minutos, el “1″ se jugó todo para cachetear una pelota suelta en su área chica. Lo salva. Lo sigue salvando.
En la noche del domingo lo ayudaron a él: en el primer minuto de adición del epílogo, Villa contragolpeó y le cedió el gol a Luis Vázquez que éste no le otorgó en aquella jugada de la discusión: definió tan mal de zurda que el pique lento de la pelota infló la red. La discusión quedó de lado y el abrazo fue prioridad. Boca juega a lo que sale. Y esta vez, salió en la última.