River. Marcelo Gallardo tras el momento de tensión: el equipo nuevo y el “gestionar es difícil”
La clasificación en la Copa Argentina le dio impulso al entrenador mientras sigue buscando reconstruir al equipo
Los tres goles en San Luis fueron desahogos. Los jugadores celebraron con rabia el tanto de Milton Casco y el doblete de Agustín Palavecino. Porque sabían que estaban en falta y que debían mostrar otra imagen. Porque ya no había más margen de error. Y porque entendían que la noche del miércoles debía ser el primer paso para recuperar la memoria. En un fútbol argentino cada vez más débil, River tiene plantel y cuerpo técnico para dar mucho más. Y esa es la premisa a la que se aferran todas las partes en este momento de más dudas que certezas.
Para Gallardo también fue un triunfo clave. Y la procesión fue por dentro. Le dejó el lugar y el tiempo a sus futbolistas dentro del campo de juego. No gritó los goles: en el primero alzó sus puños, se sacó la bronca y aplaudió, mientras que en los otros dos apuntó detalles con su colaborador Matías Biscay. El DT ya había enviado su claro mensaje con las siete modificaciones para buscar una necesaria reacción.
Corrigió errores, bajó las revoluciones después de su expulsión contra Godoy Cruz y se apartó del primer plano. Luego, al tomar la palabra tras el partido, además de cuestionar la tarea del árbitro Andrés Merlos en un claro mensaje al poder dirigencial, expuso la realidad: debe armar un equipo de cero.
“Necesitábamos una victoria para volver a creer en nuestro juego. Empezar a recuperar confianza. Después de golpes duros, siempre es bueno salir rápido. Y fuimos sólidos. Ahora tenemos que construir un equipo nuevo, que vuelva a reconocerse. No importa el tiempo que se tarde, lo importante es salir de los momentos duros. A veces cuesta más. Hay que tener paciencia y acompañar procesos. Gestionar es difícil. Y cuando no se encuentra el rumbo, hay que estar convencido de lo que uno hace y siente”, dijo Gallardo, y agregó: “Estoy como me ven. Mis actitudes hablan por sí solas. Intento controlarlas, pero cometo errores como todos. Y en los momentos difíciles donde hay que mantener la templanza, se me van algunas cosas. Vivo y siento así. Después me corrijo porque sé el lugar que ocupo”. Sus palabras eran esperadas: había suspendido la conferencia de prensa tras perder con Huracán y Godoy Cruz.
Así, el entrenador dispuso que ayer el plantel tuviera el día libre a pesar de que el domingo tendrá que jugar con Vélez en Liniers por la Liga. Optó por darles un tiempo de descanso para relajar tensiones, renovar energías con la familia y descontracturar tras el mal trago que se vivió. Porque ni siquiera hubo tiempo para frenar. Sin pretemporada, River jugó 10 partidos en un lapso de 38 días: ganó tres, empató tres y perdió cuatro. En seis no pudo convertir, quedó afuera de la Copa Libertadores con Vélez y no encontró nunca la regularidad buscada. Llegó al momento clave sin la prestancia que necesitaba. Y lo pagó muy caro.
Sumado a eso, en los últimos días se potenciaron preguntas, problemas y situaciones entre un Gallardo que pareció salirse de su eje, molesto por el rendimiento del equipo y por la falta de respuestas en el mercado de pases; futbolistas sin su mejor versión y, en parte, desgastados por la exigencia; y dirigentes que han tenido chispazos con el DT. Así, para preservar la intimidad del plantel en un momento crítico, el CT pidió que con la delegación oficial a San Luis solo estuvieran Jorge Brito, Matías Patanian, Enzo Francescoli y Eduardo Barrionuevo, los dirigentes más cercanos. Nadie más, a pesar de que suelen formar parte del avión integrantes de la CD de segunda y tercera línea.
Con el 3-0 a Barracas, el futuro empieza a tener otros tintes para River. Más claros. El equipo mostró síntomas importantes de recuperación, volvió a las bases futbolísticas del campeón del año pasado y apunta a recuperar fichas importantes: Casco y Gómez respondieron en los laterales, Maidana es el caudillo, Aliendro se metió y es figura, Simón y Palavecino volvieron, Barco tuvo desequilibrio y Beltrán se desvive. Ahora, el DT deberá aprovechar el envión para seguir despejando nubes. Y reconstruirse. La misión vuelve a ser la misma. Una vez más.