FINAL NBA | WARRIORS-CELTICS (1-1) / La partitura de Stephen Curry

El base dirige una exhibición de los Warriors, que pasan de sufrir a arrasar y firman un tercer cuarto primoroso que cambia la temperatura de una Final que ahora se marcha a Boston.

Juanma Rubio
As
Sucede muchas veces: los Celtics no salieron a jugar el primer cuarto del segundo partido de las Finales 2022 de la NBA. No, se lanzaron al quinto parcial del duelo inaugural, con la inercia de su deslumbrante remontada del jueves. Como si solo hubiera transcurrido un breve descanso para coger aire y no hubieran pasado, en realidad, casi 72 horas. Los Celtics, era obvio, se habían pasado los días enjaulados en el hotel, felices pero ansiosos, con ganas de jugar más. Habían visto la ruta hacia el anillo como una autopista, el Chase Center como una lujosa parada hacia la gloria. Y salieron a jugar convencidos de que las Finales podían ser cortas, de que olía a sangre en la Bahía.

En dos minutos y medio, los Celtics ganaban 5-13. En ocho, 13-22. Su defensa asfixiaba a los Warriors, que volvían a parecer livianos, en la zona. Y esta vez no concedieron un periodo de gracia a Stephen Curry, que de meter seis triples en el primer cuarto de las Finales pasó a tirar solo 3 (anotó uno) en esos primeros doce minutos en los que los Celtics, en ataque, sacaban tiros limpios y aprovechaban con inteligencia cada ajuste de Steve Kerr, como el que sabe qué va a hacer su rival siempre un par de segundos antes. Como esas peleas mal coreografiadas en las películas de artes marciales de serie B.

Y, sin embargo, ese primer cuarto se cerró con un 31-30 que fue un ejercicio de resistencia de los Warriors: del que, sencillamente, no podía perder porque había agotado las vidas (por ahora), en su nefasto final del tercer partido, cuando un +15 se convirtió en un -12 y el factor cancha cambio de océano, 5.000 kilómetros de California a Massachussets. Esa es la baza ahora de los Celtics, que hacen las maletas con la certeza de que han hecho el trabajo pero también con la lección aprendida: la gloria siempre está un poco más lejos de lo que parece, la autopista suele incluir desvíos inesperados, carreteras secundarias en las que corres el peligro de, cuidado con leer mal el mapa, extraviarte sin remedio. Los Warriors llevan 26 eliminatorias de playoffs seguidas ganando al menos un partido a domicilio. Y ese dato resonará en los huesos de estas Finales durante los próximos dos días, hasta que se abra el tramo en Boston el miércoles.

Porque ese inicio con sensación de jaque (incluso jaque mate), esa sensación de superioridad física y moral de los primeros minutos, se desvaneció por completo en una recuperación portentosa de los Warriors, que pasaron de ir a remolque y sufrir como condenados a destruir todas las señas de identidad de su rival y asegurarse de que hay Final y de que siempre hay un camino. Sobre todo si tienes a Stephen Curry. Otra vez, el tercer cuarto fue un aldabonazo estruendoso. Solo que esta vez todavía mayor, tan violento (35-14) que dejó sin reacción a los Celtics. En la lona, ni amago de volver como tres días antes. Desde el jueves, los Warriors habían expresado confianza, tranquilidad, visión amplia, paciencia franciscana. No era una careta. En el minuto 25, nada más volver del vestuario, el partido estaba 52-52. Once después, en el cierre del tercer cuarto, era un 87-64 que no solo aseguró el 1-1, también reinsertó emocionalmente a los Warriors y tendrá un efecto, seguro, en la coraza de los Celtics, tan a prueba de golpes que todavía no han perdido dos partidos seguidos en estos playoffs: el miércoles, da la sensación, se decidirá algo más que el tercer punto de estas Finales.

Cuando parecía que los Celtics iban a pasar a tiempo por la sala de reanimación (de 68-56 a 68-62) les cayó el golpe definitivo, un 19-2 en cuatro minutos y medio en los que toda su producción fueron dos tiros libres de Jayson Tatum. En un giro inesperado de guion, la prueba de que esta noche no sería verde, ese tercer cuarto se cerró con dos triples imposibles de Jordan Poole, uno desde diez metros y otro desde el centro de la pista. Uno de los jugadores señalados tras el primer partido, y que había vuelto a poner a su equipo en peligro con su inestabilidad en la primera parte, dejó la imagen de la noche y espantó todos los fantasmas con dos tiros circenses. Acabó, además, con 17 puntos, un 5/9 en triples y una sonrisa de oreja a oreja.

En esos minutos de dominación absoluta, los Warriors, cerraron su defensa con un emocionante ejercicio físico. Mucha más elasticidad en las rotaciones para evitar triples liberados, manos por todas partes y compresión en la zona. Y rebotes, y circulación sin errores en ataque. En el joven a grande, Draymond Green y Kevon Looney acabaron dominando por completo a Robert Williams y un Al Horford que pasó de meter seis triples en el primer partido a no tirar ninguno. Esos quintetos grandes dejaron sin espacios a los Celtics, exprimidos por la urgencia de unos Warriors con la lección aprendida y la espalda contra la pared. El despliegue inicial se fue diluyendo: menos pases, ningún tiro liberado, sin vías hacia el aro. Cuantos más minutos pasaban, mayor era la dependencia de Jaylen Brown y Jayson Tatum, que habían generado con anotación o pases 44 de los 50 puntos del equipo al descanso. Y que llevaban 45 (de 64 totales al final del tercer cuarto), antes de que se jugará el último parcial con bandera blanca y descanso para los actores principales.

Tatum acabó con 28 puntos, 21 en una primera parte en la que ganó un tiempo que su equipo no aprovechó. Brown fue un martirio de salida (13 puntos en 8 minutos) y un estropicio después (al final 17 y 5/17 en tiros). Udoka no cambió de plan a tiempo, y el esfuerzo extra de los Warriors anuló la aportación de Smart, Horford y un White que empezó a producir demasiado tarde. El guion inverso al primer partido. El público recibió en pie el regreso de Gary Payton, que llevaba diez partidos fuera. Con él y Otto Porter, Steve Kerr planteó quintetos más físicos y con más fuelle defensivo. Iguodala fue baja y Bjeliça jugó buenos minutos. Un nuevo rumbo, con Draymond Green histérico en lo malo (rondó la expulsión) y lo bueno (más agresivo en ataque, trascendental en defensa) y un Klay Thompson que sigue apagado pero, al menos, mejoró tras el descanso: 7 puntos, 1/8 en triples y la sensación de que un vuelco en su rendimiento puede meter a los Celtics en problemas muy serios.

El resto, lo mejor para el final, fue Stephen Curry. Que apenas descansó durante los tres primeros cuartos y jugó un partido fabuloso. Sin pisar la pista en el último cuarto acabó con 29 puntos, 6 rebotes, 4 asistencias, un 5/12 en triples y solo dos pérdidas. Un +24 en 32 minutos. Paciente, experto y duro, de piernas y de cabeza. Primero inteligente en la lectura, después hábil en la descomposición de la defensa de los Celtics. Sus pases abrieron boquetes que no existían en las zonas y estos le dieron el margen justo, el milímetro que necesita, para encontrar sus tiros. Incansable, esforzado en defensa, contenido y concentrado, plenamente maduro, Curry cargó con su equipo cuando todo eran dudas y metió el turbo cuando las compuertas se abrieron y arreciaron las mareas doradas de la Bahía. Los Warriors estaban vivos, la Final 2022 no ha hecho más que calentar en el primer intercambio. De una serie a siete a una a cinco, ahora con factor cancha de facto para los Celtics pero un posible séptimo partido, conviene ir recordándolo, en este Chase Center que empezó temeroso, con una resaca anticlimática, y acabó rugiendo. Los Warriors, como tantas veces, pusieron la percusión. Y Stephen Curry, como en lo que ya es toda una era de baloncesto, la partitura. Empate y viaje a Boston: la toca hablar al viejo Garden, nada menos.


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