El legado del Chango Cárdenas: el zapatazo que se volvió eterno para Racing (y para todo el fútbol argentino)
Falleció a los 74 años el autor del golazo ante Celtic, de Escocia, que le dio a la Academia un título mundial; es el octavo goleador histórico y el tercer jugador con más presencias en la historia del club de Avellaneda
Con la casaca 9, Cárdenas marcó 96 goles en 340 partidos en Racing. Pero más allá de ese alto número de gritos y de su capacidad goleadora hay uno de esos 96 que es único: todos saben de qué tanto se habla cuando se habla del gol Chango. Es que en 1967 ese fue el tanto más importante del fútbol argentino, eterno campeón moral hasta ese entonces, aunque no había ningún título que lo demuestre. Aquel equipo de José, ese zurdazo fundacional desde 40 metros, lo hicieron posible: hasta hoy Racing hace uso del lustre de primer campeón del mundo.
“No hace mucho me preguntaron, desde alguna revista, qué había experimentado frente a la transmisión televisiva que registró el momento en que el hombre llegó a la Luna. Comprendí -escribió Roberto Fontanarrosa en No te vayas campeón- que, si bien la seguí con cierta curiosidad, no me había conmovido en gran forma. Admití que me había impactado más, me había conmocionado más, el anuncio radial del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, por ejemplo. Pero me olvidé, en el momento de contestar del gol de Cárdenas, con ese dramático blanco y negro”.
Más allá de la importancia deportiva, ese zapatazo del santiagueño se volvió eterno porque está la secuencia completa del gol, algo que no era frecuente en esos años en los que el fútbol aún no era una industria y la televisión satelital recién se había estrenado en el Mundial de 1966.
El periodista Alejandro Wall, autor de tres libros con temática racinguista, asegura que el del Chango fue el primer gol viralizado de la historia, incluso antes de que existiera Internet, YouTube, Facebook o Twitter. “Era la época de los goles invisibles. No se sabe por qué el gol de Oreste Corbatta a Chile en 1957 es el único que no está de los cuatro goles que hizo la Argentina ese día. Tampoco volvió a verse el gol del Rubén Suñé en la única final que jugaron Boca y River, en 1976. La palomita de Aldo Poy se repite desde 1971 en una imagen de mala calidad, una filmación tenebrosa a un televisor. El gol del Chango siempre estuvo”, escribió Wall. Y eso explica el mito.
De aquel partido que fue la primera cumbre del fútbol argentino los escoceses tienen un recuerdo más barroso. Lo llaman La batalla de Montevideo. Así eran las finales en aquel entonces. Alcanza con un recuerdo para entender por qué. El gol histórico solo tuvo dos actores: el delantero de Racing y John Fallon, el arquero del Celtic, el del vuelo tan espectacular como inútil que quedó para la posteridad. Fallon fue un testigo eventual: el arquero titular del equipo campeón de Europa era Ronnie Simpson, a quien cuatro días antes, cuando el Celtic salió al césped del Presidente Perón, le rompieron la cabeza con un piedrazo.
A Cárdenas le gustaba narrar “el cuentito” del gol, como él le decía, cada 4 de noviembre. Cuando se cumplió medio siglo de la gloria, viajó a Montevideo. “Fue como un guión, viste. Como una película. Como si todo estuviera armado. Después de patear -contó a LA NACIÓN desde el césped del Centenario- quedé con los brazos en alto, justo para el lado del banco donde estaba Pizzuti. Me salió ir corriendo para allá. Me colgué arriba de él. Y ahí se sumó el Coco Basile, que lo habían expulsado y estaba justo a la salida del túnel. Detrás de ellos estaban los miles de hinchas de Racing que habían venido. Los tenía de frente, festejando. No me lo olvido más. Todavía veo las caras de los 25 mil hinchas de Racing festejando”.
Cada gol tiene un secreto. O una explicación. La leyenda dice que cuando Cárdenas recibió el pase de Juan Carlos Rulli escuchó un grito de Humberto Maschio: “pegale”. Él y el Bocha lo desmienten. ¿Por qué, entonces, decidió patear con la pierna inhábil desde tan lejos? “Fue espontáneo. Yo sabía hacer goles, tenía los puntos de referencia del arco en la mente. Hay veces que me dicen: ‘eh, pero vos ni levantaste la cabeza’. Ni hacía falta”.
La relación entre el delantero y el club fue simbiótica. A Racing ese gol le cambió la historia. Y al Chango, Racing le cambió la vida. Antes de viajar 25 horas sentado en un asiento de madera, a Juan Carlos Cárdenas en Santiago del Estero lo conocían como el Polaco. Apenas pisó el vestuario de Racing, en 1962, Oreste Osmar Corbatta lo bautizó como Chango: “A los que vienen de Santiago se les dice así”. Un apodo que lo marcó para siempre. “Chango, Chango, Chango, goles, goles, goles”, pedía la multitud. “Y yo les cumplí”, decía Cárdenas con orgullo.
El golazo del Chango Cárdenas
No sólo con tantos: en la fecha 28 del Metropolitano 71 atajó los últimos 20 minutos en un triunfo por 2 a 1 a Rosario Central, en Arroyito, y hasta le tapó un penal a Roberto Gramajo. Es el octavo goleador histórico y el tercer jugador con más presencias en la historia del club.
Para las generaciones más jóvenes, además del repetido gol, el Chango también siempre estuvo cerca. Fue uno de los que se acercó en marzo del 99, con el club quebrado y la amenaza del cierre. En 2003, para el centenario de Racing, se dio el gusto de jugar y hacer un golazo de emboquillada, que desató la ovación del Cilindro. A 50 años del título del mundo dio la vuelta junto a sus compañeros en los carritos que se suelen usar para atender a los jugadores lesionados. Fue una de sus últimas apariciones públicas. El año pasado dio pelea contra una neumonía. Esta vez no pudo hacer más nada.
El sábado, a las 14, se anunciaba una jornada emotiva en la mitad celeste y blanca de Avellaneda por el regreso de Lisandro López, el último ídolo del club, ahora con la camiseta de Sarmiento de Junín. El homenaje a Juan Carlos Cárdenas ahora será centro de las emociones. Un momento en el que los hinchas devolverán algo de su gratitud. Aunque Cárdenas solía decir que estaba en deuda: “Esto fue para mí la biblioteca. Racing me educó, me formó, me hizo conocer el mundo y ser protagonista. Lo que hicimos con el equipo de José fue importante, pero siempre le voy a deber algo. Porque para mí fue todo”.