Hacer actividad física reduce 33% el riesgo de padecer Alzheimer
Lo reveló un estudio realizado en Estados Unidos en más de 600.000 personas, con una edad media de 61 años. Cuáles son las recomendaciones que se desprenden de estos resultados
Se difundieron los resultados preliminares de un estudio que se presentará en la 74ª Reunión Anual de la Academia Estadounidense de Neurología. Este análisis reveló que las personas que están más en forma físicamente son menos propensas a desarrollar la enfermedad de Alzheimer (el tipo de demencia más frecuente) en comparación con las personas que están menos en forma.
Se sabía que la actividad física es uno de los factores de riesgo modificables conocidos para la demencia. Además, el ejercicio regular ayuda a combatir otros factores de riesgo relacionados con la enfermedad de Alzheimer, como la depresión y la obesidad.
Pero el nuevo trabajo contribuyó a tener más pruebas. “Uno de los hallazgos más interesantes de este estudio es que, a medida que mejoraba el estado físico de las personas, disminuía su riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer; no era una propuesta de todo o nada”, dijo el autor del estudio, el doctor Edward Zamrini, del Centro Médico de Veteranos de Washington, D.C., y miembro de la Academia Americana de Neurología.
“Así que la gente puede trabajar para hacer cambios y mejoras incrementales en su estado físico y, con suerte, eso se asociará con una disminución relacionada en su riesgo de Alzheimer años más tarde”, explicó Zamrini.
En el estudio participaron 649.605 veteranos militares de la base de datos de la Administración de Salud de los Veteranos, con una edad media de 61 años, que fueron seguidos durante una media de nueve años. No tenían la enfermedad de Alzheimer al inicio del estudio.
Los investigadores determinaron la aptitud cardiorrespiratoria de los participantes, la cual es una medida de cuán bien el cuerpo transporta el oxígeno a los músculos y de lo bien que los músculos son capaces de absorber el oxígeno durante el ejercicio.
Los participantes fueron divididos en cinco grupos, desde el menos al más apto. El nivel de forma física se determinó en función del rendimiento de los participantes en una prueba en la cinta de correr. Este examen mide la capacidad de ejercicio, es decir la mayor cantidad de esfuerzo físico que una persona puede soportar.
Para las personas de mediana edad y mayores, el nivel más alto de aptitud física puede alcanzarse caminando a paso ligero la mayoría de los días de la semana, durante dos horas y media o más por semana.
El grupo con el nivel más bajo de forma física desarrolló Alzheimer a un ritmo de 9,5 casos por cada 1.000 personas-año, en comparación con los 6,4 casos por cada 1.000 personas-año del grupo con mejor forma física. Los años-persona tienen en cuenta el número de personas que participan en un estudio, así como la cantidad de tiempo que se dedica al mismo.
La tasa de casos disminuyó a medida que aumentaba el nivel de aptitud física, con una tasa de 8,5 para el segundo grupo menos apto, 7,4 para el grupo medio y 7,2 para el segundo grupo más apto.
Cuando los investigadores ajustaron otros factores que podrían afectar al riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer, descubrieron que las personas del grupo más apto tenían un 33% menos de probabilidades de desarrollar la patología en comparación con las chances del grupo menos apto.
El segundo grupo más apto tenía un 26% menos de probabilidades de desarrollar la enfermedad, mientras que el grupo medio tenía un 20% menos de probabilidades y los del segundo grupo menos apto tenían un 13% menos de probabilidades de desarrollar la enfermedad que los del grupo menos apto.
“La idea de que se puede reducir el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer simplemente aumentando la actividad es muy prometedora, sobre todo porque no existen tratamientos adecuados para prevenir o detener la progresión de la enfermedad”, resaltó el doctor Zamrini.
“Esperamos desarrollar una escala sencilla que pueda individualizarse para que la gente pueda ver los beneficios que pueden aportar, incluso las mejoras incrementales en la forma física”, contó.
Una limitación del estudio fue que los participantes eran en su mayoría hombres blancos. Por lo cual, los resultados de la investigación podrían no ser generalizables a otras poblaciones.
El estudio contó con el apoyo del Instituto Nacional del Envejecimiento, los Institutos Nacionales de la Salud, el Departamento de Asuntos de los Veteranos de EE.UU., el Centro Médico de Veteranos de Washington D.C. y la Universidad George Washington.
La enfermedad de Alzheimer fue descripta por el psiquiatra alemán Alois Alzheimer hace más de 100 años. El médico quedó sorprendido con los síntomas del comportamiento de Auguste Deter, de 51 años. Su paciente sufría la pérdida de memoria de corto plazo y alucinaciones auditivas, y el médico se preguntó por qué. Alzheimer conservó la historia clínica y estudios de su cerebro, y se fue trabajar en el laboratorio de un pionero de la psiquiatría, Emil Kraepelin.
Al hacer la autopsia del cerebro de la paciente, el médico observó placas de amiloide y la acumulación de estructuras fibrilares entrelazadas en las neuronas. Presentó el caso en una reunión de psiquiatría, pero la audiencia no le prestó atención. En 1910, Kraepelin empezó a hablar de la “enfermedad de Alzheimer”.
Durante las últimas décadas, la incidencia de los casos con la demencia fue creciendo, y hoy hay una carrera para desarrollar tratamientos más efectivos y trabajar sobre los factores de riesgo para prevenir la enfermedad o demorar su avance.
En América Latina, hubo reporte de la Comisión de The Lancet sobre demencias que señaló que el primer factor de riesgo es la baja educación de las personas durante la infancia. Este factor influye en el 11% de los casos en América Latina. Los tres factores de riesgo de Alzheimer siguientes son: la pérdida auditiva, la hipertensión sin control y la obesidad durante la vida adulta.
Con el transcurso de los años, se sumaron otros 5 factores de riesgo que son: el consumo de tabaco, desarrollar depresión, no practicar actividad física o ser una persona sedentaria, mantener poca actividad social, y tener diabetes sin tratamiento.
Según el doctor Jonathan Graff-Radford, del Departamento de Neurología de la Clínica Mayo de los Estados Unidos, hacer ejercicio varias veces a la semana durante 30 a 60 minutos ayuda a mantener el pensamiento, el razonamiento y las habilidades de aprendizaje en personas sanas. También mejora la memoria, el razonamiento, el juicio y las habilidades de pensamiento de aquellos que padecen la enfermedad de Alzheimer leve o el deterioro cognitivo leve. Incluso, puede retrasar el inicio del Alzheimer en personas con riesgo de desarrollar la enfermedad o ralentizar el progreso de la misma.
Está también demostrado que la actividad física contribuye para el aumento del tamaño de la parte del cerebro asociada a la formación de la memoria. “La actividad física parece ayudar a su cerebro no sólo manteniendo el flujo de sangre sino también aumentando las sustancias químicas que protegen el cerebro. La actividad física también tiende a contrarrestar parte de la reducción natural de las conexiones cerebrales que se produce con el envejecimiento”, afirmó Graff-Radford. Sin dudas, ya no quedan excusas para no moverse.