Por qué el resfriado común puede proteger contra la infección por COVID-19
Un estudio hecho en Japón explicó los efectos de los coronavirus estacionales en distintas poblaciones y su efecto protector contra el SARS-CoV-2
La respuesta inmune, que a lo largo de la vida cada persona desarrolla frente a estos coronavirus estacionales (causantes del resfriado común, entre otras enfermedades), puede ofrecer protección contra la infección por COVID-19. Un nuevo estudio realizado por científicos japoneses podría ayudar a explicar las diferentes respuestas entre las poblaciones y podría servir como herramienta para desarrollar un nuevo tipo de vacuna contra la enfermedad.
Un grupo de investigación dirigido por Shin-ichiro Fujii, del Centro RIKEN de Ciencias Médicas de Japón, ha descubierto que las personas con un determinado tipo de antígenos leucocitarios humanos (HLA) pueden ser capaces de tener una mejor respuesta inmune contra el COVID-19.
Según los investigadores, este “efecto protector”, ocurre gracias a que las células T responden a una parte de la proteína de espiga del virus que también está presente en los coronavirus estacionales que causan el resfriado común.
Este trabajo, publicado en la revista científica Communications Biology, podría ayudar a explicar las diferentes respuestas entre poblaciones. Hasta ahora, la mayoría de los investigadores se enfocaron en la respuesta de los anticuerpos al virus, que evita la infección inicial. Sin embargo, una vez que el virus infecta las células, para eliminar los virus rápidamente, los linfocitos efectores (células NK o células T de memoria) pasan a ser fundamentales.
Si se toma en cuenta que la respuesta inmune frente al coronavirus debería ser relativamente similar en todas las personas, los científicos decidieron centrarse en las células T de memoria inmune, que dirigen un ataque contra los virus que “recuerdan”.
Los autores optaron por observar a las personas con el tipo de antígenos HLA A24, un tipo que es relativamente común en los japoneses y en algunas poblaciones de otros países, incluidos varios países asiáticos. Según los investigadores, esta elección se hizo porque era fácil encontrar personas con este tipo de HLA, ya que los otros son mucho menos comunes, y también porque pensaron que podría ofrecer información sobre por qué algunas poblaciones de Asia han parecido ser menos susceptibles a las infecciones.
El grupo comenzó utilizando un análisis en busca de partes de la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 que pudieran unirse en gran medida con el HLA-A24. Como resultado, identificaron seis epítopos potenciales, es decir, secuencias de aminoácidos a las que responden las células inmunitarias.
Además, observaron la reacción de las células inmunitarias periféricas de las personas con el tipo HLA-A24 que no se habían infectado con el SARS-CoV-2, para examinar si tenían células T que respondieran a los antígenos del virus.
De hecho, alrededor del 80 % de los donantes sanos no infectados con el tipo de HLA A24 mostraron una reacción para un solo péptido (una secuencia que llamaron el epítopo QYI) que identificaron.
Sin embargo, el grupo investigador descubrió que, incluso en los pacientes con cánceres de sangre, existe un “punto caliente”, situado en la proteína de la espiga del virus y que las células T que responden a él aún pueden brindar una respuesta inmune vigorosa.
En el caso del ‘punto caliente’, respondieron el 100 % de las personas sanas y el 65 % de los pacientes con cáncer de sangre. Según Fujii, “esto permite albergar la esperanza de desarrollar vacunas que puedan potenciar la respuesta inmunitaria incluso en pacientes inmunodeprimidos”.
El verdadero objetivo de este trabajo, según Fujii, no es encontrar diferencias entre la población, sino encontrar formas de evitar que la gente muera por la enfermedad de COVID-19.
“La verdadera esperanza es que seamos capaces de desarrollar vacunas que puedan estimular una reacción fuertemente dirigida por las células T contra la infección. Hemos demostrado que esto podría ser posible en este grupo de HLA en particular, pero ahora tenemos que examinar otros tipos”, remacha el investigador japonés.