Opinión / La OEA, un pilar de la democracia en Bolivia
No deja de sorprender que desde las más altas esferas del poder boliviano y de otros gobiernos afines de la región, se busque colocar al ex presidente Evo Morales como la víctima
Con datos duros y evidencia documentada, la OEA desacreditó las conclusiones del informe, que por cierto fue modificado siete veces por el equipo “independiente” español a petición de la fiscalía. Los hechos descritos van más allá de aquel proceso electoral viciado de 2019, tienen que ver con la defensa de la democracia en el hemisferio.
En primera instancia, no se puede ignorar que, aun con las profundas carencias y limitaciones reconocidas inclusive por los propios autores, y siendo un estudio hecho a pedido de la autoridad, este coincide con la OEA en los principales hallazgos de su Análisis de Integridad Electoral, principalmente en lo que se refiere a la presencia de servidores ocultos no controlados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), lo que permitió ingresar actas al sistema, manipular la elección y borrar la evidencia.
Este solo hecho tendría que ser suficiente para anular cualquier elección en Bolivia, y en cualquier otro país. Pero en el caso de Bolivia, desafortunadamente, también hay que sumar otras conocidas y documentadas irregularidades, como la falsificación de actas, una cadena de custodia deficiente, y falta de controles en el voto en el extranjero, por mencionar algunas.
Aun así, no deja de sorprender que, desde las más altas esferas del poder boliviano y de otros gobiernos afines de la región, se insista en generar una narrativa que busca colocar al ex presidente Evo Morales como la víctima. Basta recordar que fue el propio Morales quien buscó por todos los medios alargar su mandato, ignorando lo que establece la Constitución y la voluntad de la ciudadanía, que contundentemente dijo “No” en el Referéndum de 2016 a su intento de justificar su permanencia en el poder. ¿Es posible, entonces, descartar que alguien con esa notoria ambición y control del aparato estatal pudiera cometer fraude?
Llama la atención la virulencia de los ataques contra el secretario general de la OEA por parte de quienes buscan negar la realidad de las elecciones de Bolivia 2019. Ante la imposibilidad de refutar los argumentos técnicos, han preferido centrarse en la figura de Luis Almagro, como si él fuera el responsable de que uno de los candidatos hubiera buscado perpetuarse en el poder a través de un fraude electoral.
Si de algo puede responsabilizarse a Almagro es de tener un equipo técnico que actúa con el mismo rigor e imparcialidad en todos los procesos electorales que observa, y cuyas apreciaciones coinciden, además, con las de otros organismos como la Unión Europea, que igualmente evidenciaron las profundas irregularidades de las elecciones de 2019. Con el mismo profesionalismo con el que se encontró el fraude en Bolivia en 2019 se reconoció el posterior triunfo del MAS en 2020. Así también trabajaron en Perú dando cuenta de un proceso bien organizado con resultados que respetan la voluntad de su pueblo, así también lo hicieron en el Ecuador, para nombrar algunas elecciones de este año.
El prestigio y reconocimiento del que goza el equipo de observación electoral de la OEA ha sido ganado precisamente por la objetividad con la que conducen sus tareas. Un equipo alejado de los tintes ideológicos y enfocados siempre en velar por procesos electorales transparentes, apegados a derecho, y que reflejen la voluntad de la ciudadanía.
Los actores que, a conveniencia, ignoran lo sucedido en Bolivia y buscan imponer una versión de la historia que no corresponde con la realidad, pretenden erosionar lo que tendría que ser considerado como un valioso contrapeso y una salvaguarda democrática: las Misiones de Observación Electoral, indispensables en contextos como el actual en que las mismas intenciones autoritarias vistas en Bolivia se mantienen presentes en países como Nicaragua y Venezuela.
¿Qué esperan los políticos que no tienen apego democrático? Que la OEA se mantenga indiferente o, peor aún, sea cómplice de conductas autoritarias e ilegales; o que sus expertos actúen como tantas instituciones con “observaciones a la carta” que, lejos de abonar a la profesionalización y calidad de los procesos electorales, buscan impulsar una agenda ideológica autoritaria sin ningún pudor.
La profunda y vergonzosa manipulación que tuvo lugar en aquel proceso electoral de 2019 está plenamente documentada y disponible para quien desee consultarla. Por fortuna para la ciudadanía boliviana, la OEA hizo lo que se esperaba de ella: estudió la elección mejor que nadie, la analizó a profundidad, emitió un informe imparcial y denunció con valentía las irregularidades que detectó. Y por fortuna para la ciudadanía de las Américas, lo seguirá haciendo en los procesos electorales de la región.
Mientras tanto, el gobierno de Bolivia lleva adelante un nuevo embate contra la autoridad electoral de su país y contra las misiones de observación electoral de la OEA. Con preocupación, la OCD (Observación Ciudadana de la Democracia de Bolivia) se encuentra realizando un seguimiento de estos hechos.
Desde Transparencia Electoral de América Latina consideramos que la Observación Electoral es un instrumento determinante de la consolidación democrática. No resulta casual que los representantes de esta nueva corriente autocrática la tengan en su mira. Los documentos están sobre la mesa y reflejan, como nunca antes, la forma en la que se lleva a cabo un fraude electoral estructural con la intención manipular la voluntad general. Mal que le pese a muchos, no hay estrategia de desinformación que pueda ocultar lo que ocurrió en Bolivia el 20 de octubre de 2019.
*El autor es Magister en Derecho Electoral, Director de Transparencia Electoral de América Latina