Tokio 2020. Elaine Thompson, un aullido de Japón a Jamaica: el rayo que paralizó a Fraser-Pryce y quemó los relojes de la historia olímpica
La atleta repitió el oro que había ganado en Río 2016 y postergó a la leyenda; tres jamaiquinas colmaron un podio de los 100 metros marcado por la frialdad entre ellas
El desenlace reabrió un viejo duelo entre ellas, con un momento culminante en Río 2016; allí también había triunfado Thompson, para postergar a Fraser-Pryce al bronce. Pero al menos, el festejo de Jamaica fue completo y el país de los velocistas cristalizó el 1-2-3 en Tokio 2020, ya que en el tercer lugar finalizó Shericka Jackson (10s76). Nunca antes, una sola nación había acaparado los tres puestos del podio en la cita de mayor adrenalina.
Como si fuera la NBA
Cuando llegó la hora de la verdad en la jornada del sábado, el escenario cambió la energía de un segundo a otro: de la rutina de pruebas sin público en las tribunas, con las luces de los reflectores, a un estudiado apagón general al estilo NBA en todo el Estadio Olímpico. Entonces, la recta de la pista se iluminó en toda su extensión, bajo los efectos especiales, y allí quedó presentada la compulsa reina. Restaba ver si la bala de 1,60 metros de altura y 52 kilos, aquella de cuerpo menudo, mayormente músculo, y que fue inmortalizada con una estatua en la entrada del Estadio Nacional de Jamaica en su Kingston natal, sería capaz de transformarse en la mejor mujer de todos los tiempos en los 100 metros. Fraser-Pryce, la madre de 34 años, pretendió emular los tres oros olímpicos de Usain Bolt, pero se vio superada por una pantera 15 centímetros más alta que la conoce de tantos ensayos, al ritmo del reggae.
Las imágenes post-carrera dejaron tela para interpretaciones: Thompson se agarró la cabeza, señaló a alguien, miró el tablero general con ojos enormes y empezó a pegar aullidos como una poseída. Se tiraba y pataleaba porque sabía que había quebrado una marca de 33 años, aquel registro de 10s62 de Florence Griffith Joyner en Seúl ‘88 que parecía imbatible. Y ella seguía con su celebración alocada; agitaba las manos, como si algo ardiera. Era una actuación para rendirse a sus pies, pero sus dos compatriotas, la segunda y la tercera, apenas se acercaron a saludarla con una fría palmada en la espalda, mientras ella aflojaba su cuerpo agachada. Fraser-Pryce y Jackson por un lado y la campeona por otro, mucho más atenta a las felicitaciones de la tribuna. En ese momento, ni siquiera se abrazaron las tres unidas con la bandera para la foto. Más que nunca, Jamaica bajo cero. Un abismo de diferencia en cuanto al lenguaje corporal respecto del afecto que se habían demostrado los suecos Stahl y Pettersson, minutos antes en la final de lanzamiento de disco.