Un marcador sanguíneo ayudaría a entender los contagios de COVID-19
Los datos de siete ensayos de vacunación ayudan a identificar un marcador sanguíneo para la protección contra la enfermedad, según un estudio publicado en la revista Nature
“El estudio es el mejor intento hasta ahora para definir las características de la respuesta inmune que pueden actuar como un sustituto de la protección contra COVID-19, conocido como un correlato de protección-explica Daniel Altmann, inmunólogo del Imperial College de Londres-. Encontrar el correlato de protección ha sido realmente un santo grial para esta enfermedad, como para otras. Es sorprendentemente difícil de hacer”.
“Si los investigadores tienen un correlato de protección bien definido, pueden predecir a partir de los datos iniciales de los ensayos qué tan efectiva será una vacuna -explica James Triccas, microbiólogo médico de la Universidad de Sydney en Australia y coautor del estudio-. Esto alivia la necesidad de realizar ensayos de fase III más grandes, más costosos y que requieren más tiempo”.
Cuando en el organismo se produce un daño o lesión, distintos tipos de sustancias son liberadas al torrente sanguíneo desde los diferentes órganos y tejidos. Dependiendo de dónde se origine el problema y de su gravedad e intensidad, se liberan un tipo u otro de sustancias que están implicadas de forma muy directa en el desarrollo y la evolución de la lesión. Estas moléculas son conocidas como marcadores sanguíneos.
Se trata de distintos tipos de sustancias presentes en la sangre y cuyos niveles (aumento o disminución) aportan información clave sobre el estado de salud de un individuo, así como de la posibilidad de sufrir problemas en un futuro. Son indicadores muy útiles sobre la evolución y el pronóstico de un paciente, y ayudan a identificar quién precisa un mayor seguimiento y control médicos. Entonces, un marcador sanguíneo es una molécula que puede medirse objetivamente, ayuda a identificar la enfermedad e informa sobre el estado y la evolución de un paciente.
Triccas y sus colegas examinaron datos de anticuerpos neutralizantes de ensayos de siete vacunas ampliamente utilizadas. El equipo encontró un fuerte vínculo entre los niveles de anticuerpos de los participantes registrados en los ensayos en etapa inicial y los resultados de eficacia de la vacuna de los ensayos en etapa tardía.
Los investigadores estiman que una vacuna tiene una eficacia del 50% incluso si induce niveles de anticuerpos un 80% más bajos que los encontrados, en promedio, en una persona que se ha recuperado del COVID-19.
Las vacunas que generaron las respuestas de anticuerpos neutralizantes más fuertes, como las vacunas basadas en ARNm fabricadas por Moderna y Pfizer – BioNTech, fueron las más protectoras. Las vacunas que indujeron una respuesta más débil, que incluyó a Oxford-AstraZeneca, proporcionaron niveles más bajos de protección. Los científicos predicen que debido a que los niveles de anticuerpos disminuyen con el tiempo, las inyecciones de refuerzo podrían ser necesarias en aproximadamente un año, pero la protección contra enfermedades graves podría durar muchos años incluso sin ellas.
Los hallazgos ayudan a explicar por qué, a pesar de que los estudios muestran que algunas variantes del coronavirus SARS-CoV-2 reducen la capacidad de neutralizar los anticuerpos para bloquear la infección, “a la mayoría de las personas que han sido vacunadas, incluso con una sola dosis, no les va tan mal si está infectada con esas variantes -continúaAltmann-. Incluso los niveles bajos de anticuerpos, más bajos de lo que pensamos, probablemente ayudarán”.
“Se necesitan más estudios para precisar qué células o moléculas determinan el nivel de protección -indica Dan Barouch, director del Centro de Investigación de Virología y Vacunas del Centro Médico Beth Israel Deaconess en Boston, Massachusetts-. Esto podría diferir según la tecnología de la vacuna”.