La asombrosa medicina desenterrada en Isla de Pascua

La rapamicina, bautizada así por el nombre de la isla: Rapa Nui, inhibe el crecimiento de algunos tumores, combate los hongos y evita el rechazo de órganos trasplantados.

Laura Martin Sanjuan
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Una isla lejana, un descubrimiento familiar que estuvo guardado durante más de 5 años, y un éxito de la ciencia que ahora es capaz de procesarla. Es la rapamicina, una molécula que inhibe el crecimiento de algunos tumores, combate los hongos y evita el rechazo de órganos trasplantados. Pero su historia es mucho más importante.

Para el biólogo David Sabatini, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, “la rapamicina es una de las moléculas más interesantes que existen. Tiene propiedades clínicas y ya se usa en medicina, porque está aprobada para muchas indicaciones y posiblemente se añadirán más, como el envejecimiento. También tiene conexiones culturales interesantes, porque viene de la Isla de Pascua, la Rapa Nui. Es una molécula que tiene muchas dimensiones interesantes. Y si uno mira la literatura científica, parece que hace de todo, parece un milagro. Vamos a ver si es cierto”, contó en enero a El País.

Por qué se buscó ‘algo’ en la Isla de Pascua

Un investigador llegó a Rapa Nui en la década de los 70, y tras realizar diferentes trabajos de antropología, se fijó que los nativos no sufrían de tétano, a pesar de que andaban descalzos en una tierra llena de caballos, las condiciones perfectas para infectarse.

El microbiólogo Surendra Nath Sehgal, y sus compañeros aislaban los microorganismos de la tierra de Isla de Pascua para que se reprodujeran y luego analizar las sustancias que producían. La bacteria, Streptomyces hygroscopicus, era muy buena inhibiendo el crecimiento de hongos, pero también era inmunosupresor y dejaba la parte del cuerpo tratada sin defensas. “En el caso de la rapamicina nunca encontraron el nivel tóxico pues los ratones nunca morían", aclara Ajai, por lo que intuyeron que había mucho más que investigar.

Sehgal envió una muestra al Instituto Nacional del Cáncer (CIN) de Estados Unidos donde notaron que tenía una "actividad fantástica" contra los tumores sólidos. Pero, pese a los buenos resultados, la investigación se frenó por motivos empresariales. La empresa que podría desarrollar la molécula como medicina no le vio viabilidad económica suficiente. Sin embargo, pese a que tenía órdenes de cancelar toda investigación, Sehgal guardó las muestras y se las dio a su hijo para que, años después, cuando la ciencia estuviera más avanzada, se siguiera investigando.

Al ver que los nativos no enfermaban de tétanos, el doctor Sehgal investigó por qué.

Pfizer dio el respaldarazo final

En los años ’80, la empresa del heredero de la investigación accedió a ver si las muestras guardadas a escondidas seguían vivas y cómo podían ayudar en los trasplantes de órganos. En 1999 el Comité Asesor de la FDA hizo una recomendación unánime para la aprobación de Rapamune, el inmunosupresor desarrollado por el dortor Sehgal y sus compañeros que le ha reportado ganancias multimillonarias a la empresa Wyeth-Ayerst y, desde el año 2009, a Pfizer, quien compró la compañía por 51 mil millones de dólares. La fusión de ambas compañías “produce la primera compañía biofarmacéutica del mundo”, afirmó Jeffrey B. Kindler, presidente y consejero delegado de Pfizer que destacó “la diversificación de la cartera, la flexibilidad y las economías de escala” como claves principales que harían exitosa la compra.

El doctor Surendra Nath Sehgal guardó las muestras durante años hasta que la ciencia (y las empresas) estuvieron preparadas.

La investigación del doctor Sehgal hasta el final

Surendra Nath Sehgal, con los años, recibió el reconocimiento médico internacional. Enfermó de cáncer de próstata; y la quimio y radio no pudieron frenar el avance del cáncer en fase IV metastásico. Empezó a tomar la rapamicina. Y mejoró. Durante 4 años el cáncer remitió. Decidió dejar el tratamiento para saber si era por la rapamicina o no. Y falleció a los 6 meses de dejar el tratamiento. Desde entonces, y gracias a sus investigaciones documentadas, incluso su propio ejemplo de enfermedad, los estudios con la rapimicina en el cáncer se han multiplicado.

La investigación española que trabaja con la rapamicina

El equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha estudiado por primera vez qué ocurre al manipular los telómeros y la proteína mTor, y han observado que bloquear la detección de nutrientes con rapamicina (un inhibidor de mTOR) retrasa el envejecimiento de los ratones sanos, pero empeora las enfermedades y la vejez prematura que sufren los roedores con telómeros cortos. Un gran avance, con matices.

Lo que hace la rapamicina es engañar a las células del cuerpo para que piensen que hay pocos nutrientes cuando los hay, paralizando el crecimiento. Lo que es bueno por un lado, reacciona por otro. Pues resulta que cuando la rapamicina engaña a mTOR, éste hace lo mismo con las células: les indica que se limpien, pues resulta que éstas van acumulando depósitos de deshechos que no eliminan y con el tiempo las hacen menos eficientes. Básicamente, envejecen.

El trabajo del Grupo de Telómeros y Telomerasa que dirige la investigadora María Blasco, se publicó en la revista Nature Communications. Trabaja con la rapamicina, un fármaco que prolonga la vida en levaduras, moscas, gusanos y ratones, y que reduce significativamente la incidencia de cáncer en ratones con telómeros normales, lo que permitió a los investigadores probar si ésta podría alargar también la vida de los ratones con telómeros cortos, pero han descubierto que ocurre lo contrario: envejecen hasta un 50 % más rápido.

Este hallazgo básico ha permitido a los autores descubrir que, de hecho, mTOR es importante para la supervivencia de ratones con telómeros cortos y que, por tanto, su bloqueo es negativo.


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