EUROCOPA (OCTAVOS) | INGLATERRA 2-ALEMANIA 0 / Grealish cambia la historia

El jugador, pretendido por el City, cambió el curso del partido en los útimos 20 minutos. Sterling abrió el marcador y Kane sentencia. Löw se despide de la peor manera.

Alberto Muñoz
A este nivel, ni Inglaterra, ni mucho menos Alemania, que se ha ido para casa, están para ganar esta Eurocopa. El peor partido de la Eurocopa se resolvió, casi en el último suspiro, por dos balones empujados por Sterling y Kane, únicos goleadores de una selección que se está acostumbrando a conformarse con lo mínimo, pero el resultado no puede engañar a nadie. Si Jack Grealish no hubiese saltado al campo en los últimos 20 minutos, la cosa podría haber sido bien distinta. Pero lo hizo y cambió la historia. Gareth Southgate se desquitó de su fallo en el penalti del 96 y se impuso a los alemanes con un conjunto que no enamora, ni siquiera tontea, pero que cuatro partidos después sigue sin encajar un solo gol.

Sobre el terreno de juego se vio todo el respeto que no se escuchó antes del partido, pues la grada inglesa, en un alarde de gallarda caballerosidad, abucheó sin pudor el himno alemán. La rivalidad entre Inglaterra y Alemania, pese a lo descompensada que está la historia a favor de los germanos, a los que no ganaban en competición oficial desde hace 55 años, va más allá del fútbol, pero eso no impide que también cale en el deporte.

Ya con el balón en los pies, sorprendió (o no) que Southgate se doblegase al clamor popular que le pedía reestructurar al equipo y blindarse atrás. Los Three Lions salieron a Wembley sintiéndose una selección menor, sin darse cuenta de que estaba arropada por más de 40.000 gargantas y una de las plantillas con más talento de su historia. Se desconoce si Löw llegó a agradecerle lo suficiente al seleccionador inglés que le entregase en bandeja de plata el centro del campo, donde Kroos hizo y deshizo como le vino en gana y donde pudo llevarse una eliminatoria en la que sencillamente no dieron para más.

Por suerte para los pross, Alemania ya no es la que ganó el Mundial, y en vez de tener arriba depredadores como el ‘Torpedo’ Müller tiene gatitos como Timo Werner, que marca por talento, pero no por instinto. Las limitaciones de la ingeniería alemana, que se beneficiaba de la timidez británica, permitieron un empate técnico, futbolístico y en el marcador que sirvió para rebajar las pulsaciones de la jornada anterior y recordar el peligro que corre el fútbol actual de perderse en tacticismos soporíferos.

Peor

La segunda mitad, lejos de mejorar, empeoró lo visto en los primeros 45 minutos, y solo un latigazo de Havertz que detuvo Pickford animó un encuentro carente de ocasiones. Tuvo que entrar Grealish, a quien aclamaron como el mago que es, para que el partido recuperase las pulsaciones, y, en una jugada filtrada suya, Shaw puso un pase que era medio gol para que Sterling marcase, una vez más, un tanto vital para Inglaterra.

Casi acto seguido, Müller falló un mano a mano que recordó al de Casillas contra Robben en la final del Mundial, y la bronca que le echó Pickford a Sterling por perder ese balón en el centro del campo resonó más que cualquier cántico en la grada. Kane, sin fútbol, pero con galones, pidió calma a su compañero. Calma porque Grealish había llegado al partido y podían pasar muchas cosas.

Con los alemanes por fin volcados y con vocación de llevarse el partido, una pérdida de Gnabry resultó en la contra de los Three Lions que el jugador del Aston Villa aprovechó para poner un centro medido a la cabeza de Kane, que bordeó el fuera de juego. El inglés, tendido boca arriba sobre el verde de Wembley, se fundió por fin con un torneo que se le estaba escapando entre los dedos.




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