El riesgo de morir en un accidente es mayor que tener un efecto adverso grave por la vacuna contra el COVID-19
Según un análisis del Winton Centre for Risk and Evidence Communication de la Universidad de Cambridge hay muchas más probabilidades de fallecer en un accidente doméstico o de tránsito que sufrir un efecto secundario severo por una vacuna contra el coronavirus
Un tweet del científico del Conicet Fabricio Ballarini generó curiosidad entre sus más de 111 mil seguidores. “Tenés muchas más probabilidades de morir por un accidente doméstico o por accidente de tránsito o por COVID-19 que tener un efecto secundario severo por una vacuna contra COVID-19. Y dependiendo la edad casi las mismas chances de que te parta un rayo”, publicó el director de la carrera de Bioingeniería del ITBA en la red social del pajarito.
Y acompañó su publicación con un gráfico, que según pudo ver Infobae comparaba las probabilidades de efectos adversos severos de la vacuna AstraZeneca con otros riesgos. Así, se veía que a los 25 años, el riesgo de un efecto secundario grave es de 11 en un millón, y de 4 en un millón a los 55 años. A las mismas edades, el riesgo de muerte por COVID-19 es de 23 en un millón y 800 en un millón respectivamente, según el Centro Winton para la Comunicación de Riesgos y Evidencias de la Universidad de Cambridge, que Ballarini citó como fuente de los datos que compartió.
En consideración del mismo organismo, las probabilidades de muerte por accidente o daño son 110 en un millón a los 25 años y 180 en un millón a los 55. En tanto, las chances de perder la vida en un accidente de tránsito son 38 en un millón a los 25, y 23 a los 55 años.
El Centro Winton comparó 16 semanas de muertes por COVID-19 frente a otras causas entre las que incluyó influenza durante un año promedio y durante un año malo, muertes por lesiones y todos los accidentes, y muertes por accidentes de tránsito, suicidios y homicidios. En Inglaterra y Gales, por ejemplo, para cada grupo de edad menor de 20 años, murieron menos personas con COVID que, en promedio, a causa de la gripe cada año. En tanto para todas las edades mayores de 20 años murieron más a causa del COVID de las que normalmente morirían de gripe cada año.
Para los mayores de 90 años, aproximadamente el mismo número murió con COVID que de gripe en 2014-2015, el peor año reciente de esa enfermedad.
El sitio del organismo destacó que “más del 80% de las muertes por COVID son de personas con una condición médica preexistente”.
Ahora bien, en la Argentina, murieron a causa del COVID-19 86.615 personas desde el inicio de la pandemia. Y según las últimas Estadísticas vitales disponibles, que registran los nacimientos y decesos de la Argentina, en 2019 murieron por todas las causas 341.728 personas, en tanto si se desglosa por motivos, antes de que el SARS-CoV-2 hiciera su aparición en el mundo, 61.979 perdieron la vida por enfermedades respiratorias, de las que 32.541 lo hicieron por neumonía e influenza.
Otra de las causas de muerte que enumeraba el gráfico elaborado por Ballarini con cifras del Centro Winton son los accidentes de tránsito. Según la Asociación Civil Luchemos por la Vida, la Argentina ostenta uno de los índices más altos de mortalidad por siniestros de tránsito: 19 personas mueren por día; hay 6.627 víctimas fatales por año (2019), unos 120 mil heridos de distinto grado y miles de discapacitados.
En lo que a efectos adversos de las vacunas se refiere, el Reino Unido ofrecerá otra formulación alternativa a la elaborada por el laboratorio AstraZeneca y la Universidad de Oxford en menores de 30 años tras consolidarse su vínculo con la aparición muy poco frecuente de trombos.
El regulador británico insiste en que los números no prueban que la vacuna sea la causante de los coágulos, aunque admitió que el vínculo se estaba consolidando.
Asimismo, como parte de la revisión de los informes sumarios de seguridad periódicos pandémicos de Vaxzevria, la vacuna COVID-19 de AstraZeneca, el Comité de Evaluación de Riesgos de Farmacovigilancia (PRAC) de la Agencia Europea de Medicamentos está analizando los datos proporcionados por el titular de la autorización de comercialización sobre los casos de síndrome de Guillain-Barré (GBS) notificados después de la vacunación.
El GBS es un trastorno del sistema inmunológico que causa inflamación de los nervios y puede provocar dolor, entumecimiento, debilidad muscular y dificultad para caminar. “El GBS fue identificado durante el proceso de autorización de comercialización como un posible evento adverso que requiere actividades específicas de monitoreo de seguridad”, detalla el informe.
Un equipo de especialistas del Reino Unido notificó a fines de mayo los tres primeros casos de personas con ictus isquémicos provocados por coágulos en las arterias después de recibir la vacuna de AstraZeneca contra la COVID-19.
Los coágulos en las arterias, conocido como trombosis arterial, son la causa más común de accidentes cerebrovasculares o ictus isquémico. Este accidente cerebrovascular, que se origina cuando los coágulos de sangre se producen en las arterias que suministran sangre al cerebro, es la forma más común de ictus.
Hasta ahora, todos los casos de trombos registrados después de recibir la vacuna de Oxford habían aparecido en venas (sobre todo del cerebro), por lo que se trata de la primera vez que se ha notificado este problema de salud en personas vacunadas con el suero de AstraZeneca.
Por otro lado, el reporte de problemas cardíacos en adolescentes y jóvenes adultos vacunados contra el COVID-19 fueron reportados por las autoridades sanitarias de Israel, Francia y los Estados Unidos. Se trata de casos de miocarditis, una inflamación del músculo cardíaco, que les ocurrieron a personas que recibieron una vacuna de ARN mensajero como las desarrolladas por Pfizer/BioNTech o Moderna, según registraron los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, que sin embargo aseguraron que hasta el momento no se demostró un vínculo entre la enfermedad desarrollada y las inyecciones aplicadas.
Países como Noruega y Alemania reportaron muertes entre personas mayores con graves problemas de salud subyacentes tras la administración de la vacuna Pfizer-BioNTech, pero las autoridades aseguraron que no había relación entre los decesos y la inoculación de las personas, todas con enfermedades de base que ya tenían comprometido su estado de salud.
La semana pasada se conoció en la Argentina la muerte de una mujer de 86 años luego de aplicarse la segunda dosis de la vacuna Sputnik V en la sede del club San Lorenzo de Almagro. Según se supo, se descompensó mientras aguardaba los 15 minutos que recomiendan los especialistas para evaluar a la persona vacunada antes de que se retire a su domicilio.
Desde el inicio de la Campaña Nacional de Vacunación contra COVID-19 se notificaron en el país hasta el 9 de abril 29.232 eventos supuestamente atribuidos a vacunación e inmunización (ESAVI) al Sistema Integrado de Información Sanitaria de Argentina (SIISA). Según la Comisión Nacional de Seguridad en Vacunas (CoNaSeVa), de los eventos notificados por las 24 jurisdicciones, el 99% (28.952) fueron leves y moderados y 280 eventos (0,95%) fueron hospitalizados para tratamiento.
La vacunación con Sputnik V fue la primera en comenzar a aplicarse en la Argentina el 29 de diciembre de 2020 y es la más utilizada hasta la fecha. Del total de ESAVI, se registraron 25.426 eventos relacionados (tasa=744/100.000 dosis) a la vacuna Sputnik V que consistieron en fiebre, cefalea, mialgias, artralgias, reacciones locales, diarrea, vómitos, náuseas y alergia. Se registraron cuadros de anafilaxia (0,02%) en personas con antecedentes de alergia grave que no habían sido referidos en el acto de la vacunación.
Frente a la posibilidad de sufrir uno de estos muy poco frecuentes efectos secundarios, autoridades médicas e individuos deberán tomar la decisión de equilibrar pros y contras.
Primero hay que tener en claro que ninguna vacuna o medicamento está libre de riesgos. La propia píldora anticonceptiva, en general, aumenta seis veces la probabilidad de desarrollar un trombo.
La pregunta clave es determinar si beneficia más de lo que perjudica.
“Analizar el balance de riesgos y beneficios puede ser muy complejo”, consideró David Spiegelhalter, del Centro Winton para la Comunicación de Riesgos y Evidencia de la Universidad de Cambridge. Y agregó: “Para los jóvenes, el beneficio directo de la vacuna es menor. Entonces es inevitable que este balance se incline en algún contexto determinado”.