La variante sudafricana del COVID-19 redujo la eficacia de las vacunas: ¿cuáles son los nuevos desafíos de la ciencia?
Si bien las formulaciones de ARNm son las más preparadas para modificar su formulación ante las nuevas cepas del virus, la confirmación de los laboratorios Pfizer y Moderna acerca de la disminución de la protección encendió una nueva alarma en el mundo. ¿Es posible frenar la pandemia con tantas mutaciones al acecho?
Cuando el mundo avanzaba –a diferente ritmo, según los países– en la inmunización de su población contra el SARS-CoV-2, la aparición de nuevas variantes del virus volvió a encender las alarmas de la ciencia, que otra vez se ve interpelada: el desafío, ahora, era averiguar si las vacunas aprobadas serían igual de eficaces ante las diferentes mutaciones del patógeno.
En paralelo, también se amplificó la urgencia de inmunizar a la mayor cantidad de personas con las vacunas actuales lo más rápido posible.
“Necesitamos redoblar las medidas de salud pública. Cuanto menos se propague un virus, menos mutará”. Para Anthony S. Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los EEUU, “es necesario vacunar a la mayor cantidad posible de personas con las vacunas actuales disponibles y prepararse para la eventualidad potencial de que se tengan que actualizar en el futuro”.
En este contexto, hoy se supo que un estudio de laboratorio sugiere que la variante sudafricana del coronavirus puede reducir la protección de los anticuerpos de la vacuna de Pfizer y BioNTech en dos tercios, y no está claro si la inyección será eficaz contra la mutación, según dijo la propia empresa. En tanto, Moderna también anunció un descenso de seis veces en los niveles de anticuerpos frente a la variante sudafricana.
Así las cosas, las farmacéuticas informaron que están realizando inversiones y hablando con los organismos reguladores sobre el desarrollo de una versión actualizada de su vacuna de ARNm o de una inyección de refuerzo, si fuera necesario.
La cepa sudafricana –denominada 1.351– fue detectada en octubre de 2020 y comparte algunas mutaciones con la variante detectada en el Reino Unido. Se registraron casos provocados por esta variante fuera de Sudáfrica y ya se la detectó en más de 20 países, entre ellos Francia y Alemania.
A finales de enero, Infobae había publicado que un estudio difundido antes de la revisión por pares sugería que la vacuna de Moderna probablemente protegería contra las variantes detectadas por primera vez en Gran Bretaña y Sudáfrica. En paralelo, un estudio de Pfizer-BioNTech encontró que su vacuna probablemente protegía contra la variante británica.
Pero el estudio de la vacuna Moderna contenía una clara señal de advertencia: aunque los anticuerpos que combaten enfermedades parecían funcionar contra la variante sudafricana, esa eficacia había disminuido.
“El virus está cambiando de franja, y cambiaremos para asegurarnos de que podamos vencer al virus adonde se dirige”, había dicho el presidente de Moderna, Stephen Hoge, en esa oportunidad.
Para los recientes hallazgos, se supo que los científicos de las empresas y de la rama médica de la Universidad de Texas (UTMB) desarrollaron un virus modificado que contenía las mismas mutaciones que la parte de la espiga o espícula de la variante del coronavirus altamente contagiosa descubierta por primera vez en Sudáfrica. La espiga, utilizada por el virus para entrar en las células humanas, es el principal objetivo de muchas vacunas contra la enfermedad COVID-19.
Los investigadores probaron el virus manipulado contra la sangre tomada de personas a las que se les había administrado la vacuna, y encontraron una reducción de dos tercios en el nivel de anticuerpos neutralizantes en comparación con su efecto sobre la versión más común del virus que prevalece en los ensayos de Estados Unidos.
Consultado por Infobae, el médico infectólogo pediatra Eduardo López (MN 37586) aclaró que “el artículo es una publicación preliminar, lo que significa que los datos no son definitivos y tiene algunas limitaciones que los autores plantean”. “La reducción en la respuesta de anticuerpos de la que habla la publicación no dice que signifique que se pierda la protección –explicó–. Quiere decir que en el laboratorio el virus fue pobremente neutralizado con los anticuerpos de la vacuna, pero no garantiza que esto sea una pérdida definitiva de la eficacia”.
Para él, “es un llamado de atención de esta cepas que empiezan a circular y se necesitan mayores estudios”.
“Lo que se sabe es que la respuesta de la cepa sudafricana tiene esta complicación de que las vacunas no generan un alto título de anticuerpo neutralizantes”, evaluó en tanto el médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253), para quien “esto no quiere decir que en la vida real las vacunas no sean efectivas, lo que sí significa es que, dentro de todas las variantes que existen, ésta es la que podría complicar el control si se disemina su distribución en el mundo”.
Según el vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica, “hay algunos investigadores en el mundo que dicen que por más que los títulos de anticuerpos neutralizantes que se necesiten para esta cepa sean mayores, la eficacia con las vacunas en tiempo real no está clara todavía”.
“El desafío central hoy en día es que el virus sigue mutando y circulando y el potencial riesgo es que se transforme en otro virus”, agregó Debbag, quien analizó que “esa es una carrera que está teniendo el virus en sí mismo, modificándose y generando variantes de mutación cuya meta final es transformarse en otro virus, que ojalá no ocurra, pero lo cierto es que el SARS-CoV-2 va adquiriendo velocidad en la generación de nuevas variables”.
En la misma línea, López consideró que los retos actuales son dos: “Por un lado, adaptar las vacunas existentes a esta cepa y, simultáneamente, evitar la diseminación de esta cepa a nivel mundial controlando los viajes y vacunando a la mayor cantidad de población posible para impedir que el virus siga mutando”. “Si se demora inmunizar a las poblaciones, y estas cepas siguen circulando, podrían instalarse como dominantes y ahí sí algunas vacunas pueden perder efectividad”.
Consultada sobre si alguna de las vacunas aprobadas está mejor preparada para introducir cambios en su formulación ante los retos que suponen las nuevas cepas, la médica especialista en medicina interna e infectología María Fernanda Rombini (MN 97087) aseguró que “los expertos dedicados a vacunas en el mundo no creen, en principio, que las vacunas desarrolladas resulten menos eficaces contra las nuevas variantes”. “La mayoría de las vacunas inducen anticuerpos neutralizantes contra varias zonas de la proteína S, además de activar la inmunidad celular, así que parecería improbable que una mutación pueda cambiar la efectividad de las vacunas, pero aún faltan datos”, señaló.
Para ella, “si eventualmente estas mutaciones alteraran la eficacia de las vacunas, probablemente aquellas que utilizan la tecnología ARNm (Pfizer/BioNTech, Moderna) o vectores virales no replicativos (Sputnik, AstraZeneca/Oxford) serían las que con mayor facilidad podrían adecuarse a las nuevas variantes”. “Es muy importante la vigilancia epidemiológica constante. Hasta ahora podemos decir que todas las vacunas podrían responder a estas variantes que están circulando, pero podría ocurrir que aparezca otra mutación que sí las afecte”, enfatizó.
En este punto, según Debbag, “las vacunas de ARNm pueden modificar su formulación para nuevas variantes y tener vacunas de seis a ocho semanas”. “Las más fáciles de producir son las de ARNm, que en un futuro van a poder transmitir esos cambios vía sistemas informáticos a otros países para cambiar la producción; este es el futuro de estas nuevas tecnologías”, aseguró.
Es que las vacunas Moderna y Pfizer-BioNTech son especialmente adecuadas para actualizaciones rápidas. Ambos usan material genético llamado ARN mensajero que actúa como un software, instruyendo a las células del cuerpo sobre cómo construir la proteína de pico que se encuentra en el exterior del coronavirus. Para actualizar las vacunas, los científicos deben volver a escribir el software para bloquear el nuevo objetivo.
Y mientras desde el laboratorio AstraZenaca informaron que les tomaría seis meses adaptar su vacuna a las nuevas cepas, a principio de febrero el gobierno de Sudáfrica decidió suspender la aplicación de la vacuna desarrollada por ese laboratorio en conjunto con la Universidad de Oxford después de que un estudio mostrase una eficacia muy limitada –de alrededor del 22%– contra casos leves y moderados de la variante 1.351.