El 'hambre de piel', otro efecto del coronavirus
La falta de contacto humano debido a la pandemia está generando también problemas de salud mental. "El toque humano es clave para nuestra supervivencia".
Sin embargo, entre los problemas detectados también se encuentran los asociados a la salud mental de las personas. El "hambre de piel" es uno de ellos. No es otra cosa que un fenómeno neurológico causado por la falta de contacto con el resto de humanos.
La distancia social y el uso obligatorio de mascarillas como medida de protección ante el SARS-CoV-2 han provocado que se desarrolle este tipo de fenómenos, provocado también en los meses más duros del confinamiento por la ausencia de sol en el cuerpo.
¿Quiénes son más propensos?
Las personas que no tienen con quién pasar el confinamiento o las cuarentenas (por un positivo o por contacto directo con uno) son las que más lo sufren. Son pacientes de riesgo para este fenómeno neurológico debido a la imposibilidad de reunirse con sus amigos y seres queridos.
El antropólogo Paul Byers fue uno de los que explicaron los efectos debilitantes de este fenómeno en los ancianos, uno de los grupos de riesgo frente al coronavirus y de los más castigados por la pandemia. El experto del Instituto para la Investigación del Tacto en Miami destaca que "cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago del cerebro". Esto supone, indica Byers, una desaceleración del sistema nervioso y una "bajada del ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de las hormonas del estrés".
La hormona del amor
El contacto humano se postula, pues, como algo beneficioso para el organismo: una caricia, un abrazo, un apretón de manos. Acciones todas ellas limitadas debido al coronavirus. Sin embargo, son necesarias y aumentan los niveles de oxitocina, la hormona del amor.
Los expertos aseguran que esta falta de contacto es, en realidad, una señal fisiológica. Y en base a ello explican que el cerebro nos indica cuando le falta algo, como es el caso del propio hambre. "Creo que subestimamos lo importante que es el contacto físico en nuestra interacción social. El toque humano es clave para nuestra supervivencia, está en nuestro ADN", reconoce Robin Dunbar, psicólogo evolutivo a BBC.