El campeón de Europa no perdía desde diciembre 
del año pasado. Pero los locales supieron plasmar el plan a la 
perfección sobre el terreno de juego y terminaron goleando
La puesta en escena del conjunto dirigido por Sebastian Hoeness, sobrino del mítico Uli Hoeness y ex del filial del Bayern, fue una copia de la táctica por la que apostó el Sevilla de Lopetegui en la Supercopa de Europa.
 Siempre sólido en defensa y agresivo en los duelos, el Hoffenheim 
intentaba robar balones en el centro del campo bávaro para encontrar a 
Kramaric y Dabbur en profundidad. El Bayern, sin Lewandowski y Goretzka en el once por el desgaste ante el Sevilla, no anduvo fino y lo pagó. Un cabezazo de Bicakcic y una cuchara del ex sevillista Dabbur le sirvieron para ponerse dos goles por delante en cuestión de ocho minutos.
 
El Bayern no daba crédito. Se le notaba a los de rojo que aún tenían la prórroga contra el Sevilla en los huesos,
 pero tocaba reaccionar y nadar a contracorriente. Lo logró gracias a 
una rosca desde fuera del área del imperial Kimmich que entró por la 
escuadra y recortó diferencias justo antes del descanso.
 Era consciente Hoeness de que no podía aparcar el autobús en la segunda
 mitad si quería ser el primer equipo que ganaba a esta Bayern en 2020. 
Necesitaba ir a por el partido. Ser valiente. Y lo fue.
 
Incluso con Lewy y Goretzka sobre el terreno de juego, el Hoffenheim mantuvo el ritmo altísimo hasta el pitido final, no retrasó líneas y obtuvo la recompensa en una volea cruzada de Kramaric que supuso el 3-1.
 El partido ya estaba sentenciado y Hansi Flick había aceptado su 
tercera derrota como entrenador del Bayern, pero el Hoffenheim estaba en
 trance. Quería más. Y fue a por más. Neuer derribó a Bebou en 
el área en una de esas contras que tanto daño hacen a los muniqueses y, 
una vez más, Kramaric se encargó de reventar el cuero en la escuadra. Lleva cinco tantos en dos partidos. Hay Bundesliga.