El odio de dos hermanos dio origen a Adidas y Puma
La rivalidad entre Rudolf (Rudi) y Adolf (Adi) Dassler separó una ciudad y dio origen a dos marcas icónicas del mundo del deporte
La Nación
¿Hasta dónde puede llegar el odio y la competencia entre dos hermanos? La pregunta que muchos temen responder se sintió durante mucho tiempo en las calles de Herzogenaurach, una pequeña ciudad de Alemania de 24.000 habitantes. Es conocida por su industria zapatera, pero más famosa por la huella que sembraron dos hermanos: Rudolf (Rudi) y Adolf (Adi) Dassler, quienes dieron origen a Puma y Adidas respectivamente.
Era una mañana de julio de 1924. Se necesitaba ser optimista para emprender en esos momentos de crisis económica mundial posguerra. Sin embargo, a los dos les gustaba convivir con el riesgo y se unieron para crear la compañía Gebrüder Dassler Schuhfabrik, la fábrica de zapatos de los hermanos Dassler, que ya conocían los gajes del oficio por la experiencia de su padre Christoph, también zapatero.
Como depósito para guardar todas las zapatillas, pantuflas y calzados deportivos que empezaron a producir, usaron la lavandería de la que era dueña su madre Pauline y que tuvo que cerrar como consecuencia de los daños de la posguerra.
Rudi tenía el don de la palabra y el convencimiento. Mientras que Adi conocía mejor la parte técnica de las zapatillas deportivas y era admirado por los atletas por sus habilidades para la escucha y la resolución de problemas. En ese combo de personalidades se horneaba la fórmula Dassler.
Pasaban los días y los hermanos empezaban a hacerse conocidos en ambientes deportivos y en las personas que practicaban atletismo. Su obsesión era hacer las mejores zapatillas para correr. Y no quisieron parar hasta conseguirlo. Y cuando lo consiguieron, solo el odio los gobernó.
La primera batalla comenzó en 1933, con la llegada de Adolf Hitler al poder. Las banderas con la cruz esvástica empezaban a poblar y a darle color a las calles de Herzogenaurach. En mayo de ese año, los hermanos se afilian al partido nazi, decisión de la cual Adi no estaba muy convencido. De todas maneras, ambos se beneficiaron del apoyo que el Tercer Reich le daba al deporte y eran conscientes de que, más temprano que tarde, todos necesitarían sus zapatillas deportivas.
1936 era el año de los Juegos Olímpicos de Berlín, el deporte ya era visto como una herramienta que le transformaría la vida de las personas y que iba a forjar el carácter alemán, algo que ayudó y potenció a los Dassler. Convencido, Adi fue a buscar al atleta estadounidense Jesse Owens, apodado la Flecha Negra, quien se convertiría en la gran figura de esos Juegos.
El objetivo era que utilizara zapatillas con clavos -innovadoras para la época- para correr y triunfar en la pista de atletismo. Owens quedó impresionado por la calidad de las zapatillas y se convirtió en el primer deportista estrella de la marca Dassler.
Alemania se abrazaba al deporte y utilizaba los Juegos Olímpicos de Berlín para poner a la raza aria como un ejemplo de superioridad racial. Los líderes nazis tenían la seguridad de que su economía avanzaba por ser mejores intelectualmente y con los Juegos Olímpicos, el pueblo alemán podía demostrar ahora su superioridad física. Y lo lograron: por única vez en su historia quedaron en el primer lugar del medallero olímpico con 33 de oro; contra las 24 de Estados Unidos.
Pero casi nadie contaba con el talento de Owens, el deportista negro que ganó cuatro medallas de oro en los 100 metros, 200 metros, salto en largo e integró la posta de 4x100 metros. Después de esas victorias, la leyenda decía que Hitler se negó a saludarlo durante la entrega de medallas, pero el mismo atleta se encargó de dejar claro que sí se habían dado la mano. Con las zapatillas de los hermanos Dassler, Owens fue el único que pudo amargarle sus propios Juegos a Hitler.
El primer gran velocista de todos los tiempos murió en 1980 en Tucson, Arizona. Cuatro años después, Berlín lo homenajeó y puso su nombre a una calle: Jesse Owens fue leyenda dentro de una historia de odio y traiciones que recién se iniciaba a finales de la década del 40.
La Segunda Guerra Mundial expuso las diferencias entre los Dassler
Adi era diseñador, introvertido, no le gustaba que lo observen cuando estaba trabajando. Rudi era todo lo contrario, se dedicaba a vender, necesitaba salir a la calle, hablar con la gente y pensar siempre en establecer nuevas relaciones.
De la combinación de esas personalidades, todo sirvió para hacer un gran negocio de zapatillas y que sus productos llegaran al equipo nacional alemán de atletismo.
La empresa creció hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, suceso que interrumpió la planificación de los Dassler. Ambos fueron reclutados por el gobierno para ser parte del ejército y sumarse al campo de batalla, pero enseguida se le dio permiso a Adi para regresar a la fábrica. ¿Los motivos? Se le suplicó que por favor reuniera a todos sus empleados y asegurará su producción para equipar de calzado y de ropa a todos los soldados. Ya nada volvió a ser igual: la ideología los separaba cada día más.
Con la misión de abastecer de equipamiento al nazismo, a Rudi le pareció la clave para triunfar y, sin pensarlo, se unió con ellos. Mientras que Adi solo quería quedarse en la fábrica para pensar en nuevas técnicas de diseño.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, donde Alemania fue la gran derrotada, la empresa de los Dassler volvió a crecer, consecuencia del fanatismo que había por el deporte en esos tiempos.
Un día cercano a la posguerra, Rudi fue llamado a declarar por sus conexiones con el nazismo. La fatalidad le llegó a su vida de alguien muy cercano y se dio cuenta que había un traidor dentro de su familia que lo estaba delatando. Luego de declarar, Rudi estuvo un año preso en Estados Unidos por culpa de su hermano.
Adi siguió con su vida como si nada hubiese pasado y solo aprovechó para ampliar el negocio. Rudi no se lo perdonó jamás. Y apretó la tecla de un odio que se mantuvo encendido para siempre. Su única manera de dialogar era competir para destrozar al otro.
Rudi se adelantó y, firme a sus convicciones, fundó Ruda, en 1948, que más tarde se llamó Puma, en homenaje al felino salvaje que tiene en su logo. Adi, con el control total de la empresa familiar, decidió rebautizarla y llamarla Adidas, en 1949. En el caso de Adidas es la fusión de Adi con la primera sílaba de Dassler.
Rudi se llevó la mitad del capital humano, sobre todo a los comerciantes. Adi usó la estrategia de quedarse con los diseñadores, la otra mitad de los empleados. En el caso de aquellos que tenían dudas con quien trabajar, debían decirlo abiertamente.
Los ríos sirven para tender puentes pero también para separar ideologías. En Herzogenaurach, de un lado se encuentra la sede de Adidas y a 500 metros de distancia, la de Puma.
La prensa alemana supo definir durante mucho tiempo a esa ciudad como el lugar de las personas de los cuellos doblados. Sus habitantes bajaban la cabeza antes de iniciar una conversación para saber si la marca de las zapatillas de su interlocutor coincidía con la propia. En los bares nunca alguien de Adidas compartía mesa con uno de Puma. Y viceversa, incluso estaba mal visto que se casen empleados de distintas compañías.
Puma tenía la etiqueta de ser católico y conservador. Mientras que Adidas de ser social y demócrata.
Los hermanos Adi y Rudi Dassler murieron sin haberse comprendido y con la sensación de sentirse estorbados por su propia sangre. Enterrados en extremos opuestos del mismo cementerio, como una de esas historias de terror que se termina convirtiendo en realidad. (La Nación)
La Nación
¿Hasta dónde puede llegar el odio y la competencia entre dos hermanos? La pregunta que muchos temen responder se sintió durante mucho tiempo en las calles de Herzogenaurach, una pequeña ciudad de Alemania de 24.000 habitantes. Es conocida por su industria zapatera, pero más famosa por la huella que sembraron dos hermanos: Rudolf (Rudi) y Adolf (Adi) Dassler, quienes dieron origen a Puma y Adidas respectivamente.
Era una mañana de julio de 1924. Se necesitaba ser optimista para emprender en esos momentos de crisis económica mundial posguerra. Sin embargo, a los dos les gustaba convivir con el riesgo y se unieron para crear la compañía Gebrüder Dassler Schuhfabrik, la fábrica de zapatos de los hermanos Dassler, que ya conocían los gajes del oficio por la experiencia de su padre Christoph, también zapatero.
Como depósito para guardar todas las zapatillas, pantuflas y calzados deportivos que empezaron a producir, usaron la lavandería de la que era dueña su madre Pauline y que tuvo que cerrar como consecuencia de los daños de la posguerra.
Rudi tenía el don de la palabra y el convencimiento. Mientras que Adi conocía mejor la parte técnica de las zapatillas deportivas y era admirado por los atletas por sus habilidades para la escucha y la resolución de problemas. En ese combo de personalidades se horneaba la fórmula Dassler.
Pasaban los días y los hermanos empezaban a hacerse conocidos en ambientes deportivos y en las personas que practicaban atletismo. Su obsesión era hacer las mejores zapatillas para correr. Y no quisieron parar hasta conseguirlo. Y cuando lo consiguieron, solo el odio los gobernó.
La primera batalla comenzó en 1933, con la llegada de Adolf Hitler al poder. Las banderas con la cruz esvástica empezaban a poblar y a darle color a las calles de Herzogenaurach. En mayo de ese año, los hermanos se afilian al partido nazi, decisión de la cual Adi no estaba muy convencido. De todas maneras, ambos se beneficiaron del apoyo que el Tercer Reich le daba al deporte y eran conscientes de que, más temprano que tarde, todos necesitarían sus zapatillas deportivas.
1936 era el año de los Juegos Olímpicos de Berlín, el deporte ya era visto como una herramienta que le transformaría la vida de las personas y que iba a forjar el carácter alemán, algo que ayudó y potenció a los Dassler. Convencido, Adi fue a buscar al atleta estadounidense Jesse Owens, apodado la Flecha Negra, quien se convertiría en la gran figura de esos Juegos.
El objetivo era que utilizara zapatillas con clavos -innovadoras para la época- para correr y triunfar en la pista de atletismo. Owens quedó impresionado por la calidad de las zapatillas y se convirtió en el primer deportista estrella de la marca Dassler.
Alemania se abrazaba al deporte y utilizaba los Juegos Olímpicos de Berlín para poner a la raza aria como un ejemplo de superioridad racial. Los líderes nazis tenían la seguridad de que su economía avanzaba por ser mejores intelectualmente y con los Juegos Olímpicos, el pueblo alemán podía demostrar ahora su superioridad física. Y lo lograron: por única vez en su historia quedaron en el primer lugar del medallero olímpico con 33 de oro; contra las 24 de Estados Unidos.
Pero casi nadie contaba con el talento de Owens, el deportista negro que ganó cuatro medallas de oro en los 100 metros, 200 metros, salto en largo e integró la posta de 4x100 metros. Después de esas victorias, la leyenda decía que Hitler se negó a saludarlo durante la entrega de medallas, pero el mismo atleta se encargó de dejar claro que sí se habían dado la mano. Con las zapatillas de los hermanos Dassler, Owens fue el único que pudo amargarle sus propios Juegos a Hitler.
El primer gran velocista de todos los tiempos murió en 1980 en Tucson, Arizona. Cuatro años después, Berlín lo homenajeó y puso su nombre a una calle: Jesse Owens fue leyenda dentro de una historia de odio y traiciones que recién se iniciaba a finales de la década del 40.
La Segunda Guerra Mundial expuso las diferencias entre los Dassler
Adi era diseñador, introvertido, no le gustaba que lo observen cuando estaba trabajando. Rudi era todo lo contrario, se dedicaba a vender, necesitaba salir a la calle, hablar con la gente y pensar siempre en establecer nuevas relaciones.
De la combinación de esas personalidades, todo sirvió para hacer un gran negocio de zapatillas y que sus productos llegaran al equipo nacional alemán de atletismo.
La empresa creció hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, suceso que interrumpió la planificación de los Dassler. Ambos fueron reclutados por el gobierno para ser parte del ejército y sumarse al campo de batalla, pero enseguida se le dio permiso a Adi para regresar a la fábrica. ¿Los motivos? Se le suplicó que por favor reuniera a todos sus empleados y asegurará su producción para equipar de calzado y de ropa a todos los soldados. Ya nada volvió a ser igual: la ideología los separaba cada día más.
Con la misión de abastecer de equipamiento al nazismo, a Rudi le pareció la clave para triunfar y, sin pensarlo, se unió con ellos. Mientras que Adi solo quería quedarse en la fábrica para pensar en nuevas técnicas de diseño.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, donde Alemania fue la gran derrotada, la empresa de los Dassler volvió a crecer, consecuencia del fanatismo que había por el deporte en esos tiempos.
Un día cercano a la posguerra, Rudi fue llamado a declarar por sus conexiones con el nazismo. La fatalidad le llegó a su vida de alguien muy cercano y se dio cuenta que había un traidor dentro de su familia que lo estaba delatando. Luego de declarar, Rudi estuvo un año preso en Estados Unidos por culpa de su hermano.
Adi siguió con su vida como si nada hubiese pasado y solo aprovechó para ampliar el negocio. Rudi no se lo perdonó jamás. Y apretó la tecla de un odio que se mantuvo encendido para siempre. Su única manera de dialogar era competir para destrozar al otro.
Rudi se adelantó y, firme a sus convicciones, fundó Ruda, en 1948, que más tarde se llamó Puma, en homenaje al felino salvaje que tiene en su logo. Adi, con el control total de la empresa familiar, decidió rebautizarla y llamarla Adidas, en 1949. En el caso de Adidas es la fusión de Adi con la primera sílaba de Dassler.
Rudi se llevó la mitad del capital humano, sobre todo a los comerciantes. Adi usó la estrategia de quedarse con los diseñadores, la otra mitad de los empleados. En el caso de aquellos que tenían dudas con quien trabajar, debían decirlo abiertamente.
Los ríos sirven para tender puentes pero también para separar ideologías. En Herzogenaurach, de un lado se encuentra la sede de Adidas y a 500 metros de distancia, la de Puma.
La prensa alemana supo definir durante mucho tiempo a esa ciudad como el lugar de las personas de los cuellos doblados. Sus habitantes bajaban la cabeza antes de iniciar una conversación para saber si la marca de las zapatillas de su interlocutor coincidía con la propia. En los bares nunca alguien de Adidas compartía mesa con uno de Puma. Y viceversa, incluso estaba mal visto que se casen empleados de distintas compañías.
Puma tenía la etiqueta de ser católico y conservador. Mientras que Adidas de ser social y demócrata.
Los hermanos Adi y Rudi Dassler murieron sin haberse comprendido y con la sensación de sentirse estorbados por su propia sangre. Enterrados en extremos opuestos del mismo cementerio, como una de esas historias de terror que se termina convirtiendo en realidad. (La Nación)