Coronavirus: en qué consiste el juramento hipocrático, el origen del aplaudido espíritu médico que desafía la pandemia
Redacción, BBC
"Tuve la sensación más extraña esta semana. Un miedo escalofriante, punzante que me sacudió", escribió un doctor en un artículo para el diario británico The Guardian.
Estaba revisando un escáner de un paciente que tenía fiebre y tos.
"El patrón característico de blancura moteada, similar al vidrio en polvo, aparecía alrededor de la parte externa de ambos pulmones. Por primera vez ya no podía pretender que la enfermedad sobre la que había leído tanto estaba en China, Irán o Italia. Estaba aquí y se extendía. En mi ciudad. En mi hospital. En mi pantalla".
"Tuve la sensación más extraña esta semana. Un miedo escalofriante, punzante que me sacudió", escribió un doctor en un artículo para el diario británico The Guardian.
Estaba revisando un escáner de un paciente que tenía fiebre y tos.
"El patrón característico de blancura moteada, similar al vidrio en polvo, aparecía alrededor de la parte externa de ambos pulmones. Por primera vez ya no podía pretender que la enfermedad sobre la que había leído tanto estaba en China, Irán o Italia. Estaba aquí y se extendía. En mi ciudad. En mi hospital. En mi pantalla".
El médico, que no dio su nombre, cuenta que aunque se habían preparado para enfrentar la pandemia, como tantos hospitales en el mundo, pronto se vieron abrumados por un "tsunami de casos".
"La misma sensación de temor escalofriante que sentí" estaba "consumiendo el hospital y su personal", señala el doctor en su artículo del 16 de marzo.
"La gente está asustada de una manera que no había visto antes. Los consultores jefe han llorado. Nuestros doctores junior, desesperados por recibir orientación, recurren a un equipo de consultores que no tiene respuestas".
Sin embargo, ahí están, como cientos de miles de doctores, enfermeras y asistentes, atendiéndonos, a pesar del riesgo que eso conlleva, no sólo para ellos.
"Si estoy expuesta a una infección potencialmente mortal en el trabajo, podría contraerla y algunas personas podrían morir", escribió la doctora Berenice Langdon en el diario The Independent.
"Todos estamos preocupados por nuestras familias. Llevaremos esta enfermedad a casa a nuestros seres queridos en nuestra ropa y nuestros propios pulmones. ¿Cómo no vamos a tener miedo? Sé que no soy el único afectado por el insomnio", señala el doctor anónimo.
No obstante, como tantos otros, Langdon no ha "hecho ningún plan loco de rechazo laboral o autoaislamiento".
Y se los agradecemos, muchísimo, en silencio y con las demostraciones concertadas en varios lugares del planeta en las que la gente sale a sus ventanas o balcones a aplaudirlos.
La suya es una profesión sui generis que los lleva a poner los intereses de los demás por encima de los propios.
Es un compromiso que adoptan desde el principio de sus carreras, a menudo en voz alta y haciendo eco de uno de los documentos más importantes y famosos de la ciencia médica: el juramento hipocrático.
Probablemente lo has oído mencionar pero... ¿no te da curiosidad saber qué es y qué dice?
Pauta moral
El juramento forma parte de los "Tratados hipocráticos" o Corpus hippocraticum, una gran obra atribuida al médico griego Hipócrates, considerado por muchos como el padre de la medicina, activo durante el siglo V a.C.
El Corpus se difundió ampliamente en el mundo antiguo y contiene tratados sobre una amplia variedad de temas. Muchos de sus textos dieron forma a la medicina occidental durante siglos.
El juramento, celebrado en el mundo antiguo, y más tarde mencionado por eruditos árabes, ofrece orientación médica sobre cómo deben comportarse quienes ejercen la medicina.
Aunque a menudo ha sido revisado y adaptado, y la mayoría de los doctores no hace el juramento hipocrático original, sigue siendo una piedra fundamental del código ético de los médicos.
Los dioses y las diosas
El famoso texto tiene alrededor de 300 palabras y empieza diciendo...
"Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higía y Panacea, juro por todos los dioses y todas las diosas, tomándolos como testigos, cumplir fielmente, según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso".
Esos dioses mencionados con nombres propios son parte de una historia de amor, dolor, ira y venganza.
Apolo, uno de los dioses olímpicos más venerados e influyentes de la Antigüedad clásica, se enamoró de una mortal llamada Coronis.
Como no podía estar con ella todo el tiempo, envió un cuervo blanco a cuidarla. Pero cuando el cuervo le informó que Coronis amaba a otro hombre, el dios no contuvo su ira.
Desató su furia primero contra el portador de tan desagradable noticia, tornando a ese y a todos los cuervos negros, y declarándolos aves de mal agüero.
Coronis pagó con su vida pero con su último aliento le dijo a Apolo que estaba esperando un hijo suyo.
El dios rescató al niño por nacer, Asclepio, y se lo entregó al centauro Quirón, maestro de Aquiles, Teseo y otros héroes griegos, para que lo educara en el arte de la medicina.
Asclepio se convirtió en dios de la medicina y la curación, y sus hijas -nombradas en el juramento- eran Higía, la diosa de la curación, la limpieza y la sanidad (de cuyo nombre viene la palabra "higiene"), y Panacea, quien se decía que era capaz de hallar remedio para cualquier enfermedad.
Según la leyenda, Hipócrates era descendiente de uno de los hijos de Asclepio.
Pasajes polémicos
Primero, el juramento le indica al médico que trate a sus maestros como sus padres y que transmita el arte de la medicina a la próxima generación de doctores.
Continúa diciendo: "Usaré tratamientos para el beneficio de los enfermos de acuerdo con mi capacidad y mi criterio, y apartaré de ellos todo daño e injusticia".
En otras palabras, como le explicó a la BBC el experto en ética médica Daniel Sokol, los médicos deben defender los intereses de sus pacientes, y esforzarse por corregir la injusticia que los perjudiquen.
Viene luego el pasaje que más controversia han suscitado a lo largo de los siglos:
"Jamás le daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco le daré a una mujer un pesario destructivo".
La primera frase parece referirse a la eutanasia o al suicidio asistido por un médico.
No obstante, dos destacados estudiosos del juramento, el filósofo francés y traductor de Hipócrates Emile Littré (1801-1881), y el doctor estadounidense Steven Miles, indicaron que alude a la práctica común de usar médicos como asesinos a menudo por intereses políticos.
Similarmente, las palabras referentes a la mujer y el embarazo a menudo se interpretan como un rechazo al aborto.
Sin embargo, el aborto era legal en aquel entonces y el texto solo menciona pesarios (un trozo de lana empapado insertado en la vagina para inducir el aborto), no los métodos orales de aborto también utilizados en la antigua Grecia.
Como los pesarios podían causar infecciones letales, Sokol señala que el autor del juramento probablemente tenía una objeción clínica al método, en lugar de una objeción moral al aborto en sí.
Tentación, especialización y confianza
La siguiente oración: "De una manera pura y santa, protegeré mi vida y mi arte y ciencia", es un llamado a la integridad profesional.
"Los médicos deben abstenerse de comportamientos inmorales y resistir las tentaciones que acompañan a su posición privilegiada", explica Sokol.
Tras instruir a los médicos a reconocer los límites de su competencia y remitir los casos a profesionales más especializados, el juramento ingresa en el hogar del paciente.
"En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción, y principalmente de toda relación vergonzosa con mujeres y muchachos, ya sean libres o esclavos".
La necesidad de tal declaración refleja la gran desconfianza que se le tenía a los sanadores en ese entonces, pues abundaban los charlatanes, así que era necesario asegurar que los médicos no explotarían a los pacientes.
Sin olvidar la discreción
La penúltima sección trata sobre la confidencialidad y dice: "Todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable".
Como hoy, los pacientes en la antigüedad compartían información profundamente personal con los médicos bajo el supuesto de que sus detalles no serían revelados a otros.
De no existir esa confianza, se corre el riesgo de que los pacientes oculten hechos que ayuden al médico a hacer un diagnóstico preciso.
El texto termina con las recompensas para quienes respetan el juramento y el castigo para quienes no lo hacen:
"Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar de la vida y recoger los frutos de mi arte y ser honrado entre todos los seres humanos por el tiempo eterno; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria".
Así que, de alguna manera, con tus aplausos, tú también estás cumpliendo con el juramento hipocrático: estás honrando a los médicos por observar los códigos éticos de su arte.