Grace y Bentley: el perro que cambió la vida de una de las víctimas de abusos sexuales del médico olímpico de Estados Unidos
Fue una de las más de 250 niñas que a lo largo de casi tres décadas sufrieron al pedófilo serial Larry Nassar. En diálogo con Infobae contó cómo adoptó y entrenó a su perro para ayudarla a superar el trauma
Bentley acaba de cumplir dos años y es una mezcla de perro de aguas y caniche, blanco y negro, muy conocido en Instagram (@bentleyythegoodboyy) por ser ultra mimoso con los humanos y llevar a la rastra su mantita verde. Tiene también otras habilidades, tanto las naturales como las que estudió. Porque Bentley ha sido entrenado para ayudar a su dueña, Grace French, a tener una vida normal a pesar del estrés postraumático que le dejó haber sido abusada en la infancia por Larry Nassar, el médico del equipo olímpico estadounidense de gimnastas y de la Universidad Estatal de Michigan (MSU) actualmente condenado a 175 años de prisión por los reiterados ataques sexuales a más de 250 niñas y al menos un niño.
En septiembre de 2016 Rachael Denhollander fue la primera persona que denunció —en su caso, ante la policía y en el Indianapolis Star— a Nassar. La ex atleta, hoy abogada y autora de What is a Girl Worth? (¿Cuánto vale una niña?), tenía 32 años en el momento en que recordó los “tratamientos” —como él los llamaba— para el dolor y las lesiones que Nassar le hizo reiteradamente cuando ella tenía 15.
En aquel momento French, una estudiante universitaria que desde los cuatro años se había formado como bailarina clásica, pero no había logrado profesionalizarse debido a las lesiones en la adolescencia, reconoció el nombre de su médico. El “doctor olímpico”, como se lo conocía, para subrayar su prestigio, la confianza que merecía. El hombre que la había tratado muchas veces desde los 12 años.
Y rápidamente pensó en otra cosa.
“Antes de que Rachel hiciera la denuncia, no comprendí que lo que yo había experimentado era abuso”, explicó French a Infobae.
“Pensé que los tratamientos realmente eran para ayudarme a recuperarme y regresar al escenario”, siguió. “Luego de que se conociera la historia de Rachel, creo que empecé a entender, pero traté de evitar las demás denuncias a toda costa. Durante el juicio escuché a mis amigas, a otras sobrevivientes como yo, hablar, y contaban historias similares a la mía. Comencé a comprender, y mi realidad se transformó. Encontré coraje gracias a mis amigas, y mis hermanas sobrevivientes que se presentaron antes que yo”.
Algo hizo clic en su interior. Le pasa a muchas víctimas de distintas formas de abuso —sexual, físico, psicológico, emocional—: el trauma que la mente había vuelto, trabajosamente, a lo largo de los años, invisible, como si fuera posible editar la historia, cortarle partes, de pronto se veía, y no había manera de dejar de verlo, de volverlo invisible otra vez. Estaba siempre ahí, y ahí para siempre.
“Las noches después de ese clic fueron terribles. Apenas dormía, y tenía pesadillas todas las noches”, continuó French. “El procesamiento del trauma no comenzó, en realidad, hasta que acepté que eso había sido violencia sexual”.
Con el paso de los meses Nassar fue echado de MSU y las denuncias en su contra comenzaron a apilarse. “Tú iniciaste esta ola”, le reconoció la jueza Rosemary Aquilina a Denhollander, durante el juicio que terminó con la condena del violador en enero de 2018. Y cada uno de esos testimonios sacudía el interior de French, que decidió enviar el de ella por escrito: “Me llevó tiempo encontrar mi voz, pero ahora hablo en nombre de aquella niñita sentada, aterrorizada, en su oficina, con miedo de hablar porque acaso realmente era ‘tratamiento’. Hoy sé que soy más fuerte que cualquier cosa que él me haya hecho. He crecido y ya no tengo miedo de hablar”.
Durante esos días difíciles, la madre de French le sugirió que se llevara con ella a la universidad al perro de la familia, porque notó que ella parecía encontrar cierta calma cuando lo tenía cerca. “Así comenzó a formarse la idea de tener mi propio perro”, contó.
En ese momento conoció a alguien de la comunidad de sobrevivientes que entrenaba perros para personas con estrés postraumático, que se fue especializando en animales de apoyo emocional para quienes sufrieron violencia sexual. “Ella me ayudó a lo largo de todo el proceso, desde decidir qué clase de perro hasta concretamente entrenar a Bentley”, siguió.
Aunque French llegó a tener una idea clara del tipo de mascota que quería, Bentley se eligió casi solo. “Lo encontré por accidente”, recordó. “Fui a la granja donde él creció para buscar a otro perro, uno que no era de su camada. Pero cuando vi a Bentley me enamoré. Era (y es) el cachorro más divino...” Bentley la miró pasar y, cuando se lo permitieron, se acercó a sus pies, se sentó y se quedó mirándola con interés evidente. “Lo elegí porque me miró a los ojos como ningún otro, y me hizo sentir que él realmente me veía tal cual soy”.
Bentley era una bolita de rulos que, entre cuatro y seis horas, cada semana, se dedicó a aprender a reconocer las señales de angustia, las manifestaciones de las pesadillas, la agitación que acompaña a la irrupción de un recuerdo. Trabajó con French, que hizo un enorme esfuerzo porque, además de revivir el trauma durante la aceptación y el procesamiento de lo que le había hecho Nassar, estaba tratando de terminar su licenciatura en administración.
“Bentley aprendió por sí mismo a ayudarme de muchas otras maneras”, agregó la joven. “Por ejemplo, si me estreso o comienzo a hiperventilar, él se me acerca y me da cabezazos en la mano para pedirme que lo acaricie. Acariciarlo me ayuda a estabilizarme, a regresarme a la realidad y alejarme de los flashbacks. De sus habilidades, mi favorita es que aprendió a sentarse sobre mi falda cuando le digo ‘upa’. Esto también me estabiliza en el sentido más literal de la palabra”, bromeó. “Pesa casi 30 kilos”.
French contó su historia a Abigail Pesta, autora de The Girls: An All-American Town, a Predatory Doctor, and the Untold Story of the Gymnasts Who Brought Him Down (Las chicas: una ciudad americana, un médico predador y la historia nunca contada de las gimnastas que lo vencieron), un recuento escalofriante de las casi tres décadas de abusos de Nassar, la destrucción y el dolor que dejó a su paso y los modos en que manipuló no sólo a sus víctimas sino también a las familias.
Cuando Pesta desplegó la aventura de recuperación de la ex bailarina con Bentley, algunos lectores de The New York Times se trabaron en una polémica sobre cómo calificar el trabajo del perro. ¿Perro guía, animal de servicio, mascota de apoyo emocional?
Cuando Pesta desplegó la aventura de recuperación de la ex bailarina con Bentley, algunos lectores de The New York Times se trabaron en una polémica sobre cómo calificar el trabajo del perro. ¿Perro guía, animal de servicio, mascota de apoyo emocional?
En los papeles, Bentley no fue entrenado como un animal de servicio ni guía, por lo cual cuando sale a la calle con French es para pasear como cualquier otro perro, no para realizar tareas que ella no puede hacer. Sus ocupaciones suceden dentro de la casa: la despierta cuando ella sufre pesadillas —algo que con el tiempo dejó de suceder en buena medida— o revisa el ambiente donde ella se encuentra, reclama su atención si la ve angustiada y se sienta a su lado para que lo abrace.
“Es un animal de apoyo emocional, según lo designó mi terapeuta, y también una forma de autoayuda”, lo definió French. Pero sobre todo “Bentley ha sido una parte increíble de mi recuperación”, agregó.
Otra parte ha sido su papel en la creación y el desarrollo de una fundación para sobrevivientes de abuso sexual, que son bastante más de lo que se cree: una de cada tres mujeres y uno de cada seis varones. El grupo, The Army of Survivors, se concentra en atletas y toma su nombre de las palabra que Amanda Thomashow le dijo a Nassar durante el juicio: “Lo que no comprendiste es que, mientras nos atacabas sexualmente a mí y a todas estas otras niñas y nos arruinabas la vida, es que también estabas creando un ejército de sobrevivientes que te mostraría tal como eres realmente: un depredador sexual”.
Más de 40 de esas mujeres formaron este grupo. “Nuestras historias y nuestras experiencias combinadas nos permiten crear conciencia sobre el problema sistémico del abuso sexual de las atletas. Nuestro objetivo es terminar con las agresiones sexuales y asegurarnos de que los autores y quienes los apañan rindan cuentas, crear transparencia en las denuncias, construir un ambiente en el cual las atletas no teman represalias cuando denuncien el abuso y abogar por un cambio a fin de proteger a las sobrevivientes”, plantea el sitio.
Uno de los puntos centrales del trabajo es la educación, una herramienta que les faltó a las fundadoras cuando eran menores y enfrentaban la contradicción entre sentirse mal por lo que les hacía el pedófilo serial y aceptar la autoridad y el prestigio que tenía Nassar, un médico que atendía a las grandes medallistas olímpicas, al cual sus padres y madres confiaban la salud de sus niñas, que tenía en su consultorio fotos de él con personas importantes. The Army of Survivors ofrecen charlas en escuela sobre cómo identificar cuando alguien toca de manera inadecuada, por ejemplo, para los niños de preescolar a quinto grado, y qué es consentimiento para los de sexto a doceavo. También en las universidades y las comunidades hablan sobre la cultura deportiva, el consentimiento y la responsabilidad. El sitio está lleno de recursos para las sobrevivientes, desde las opciones tras un ataque hasta los profesionales de la salud que pueden ayudarlas, pasando por publicaciones y películas.
“Ha sido una parte enorme de mi proceso de reparación trabajar y fundar esta organización”, contó French. “Mediante el trabajo que hago, asumo el control de mi historia”, sintetizó. Su historia, que durante mucho tiempo estuvo oculta en una red de represión, culpa y vergüenza que, en el fondo, gestionaba Nassar, quien se beneficiaba del silencio de sus víctimas. “Pero no puedo mentir —siguió la joven—: es duro. Es difícil hacer este trabajo todos los días y pensar en mi abuso cada vez que me dispongo a hacer algo para The Army. Pero continúo porque pienso en aquello por lo que estoy luchando: un mundo sin abuso sexual infantil”.
Hay días en los que se siente una sobreviviente; otros días, en cambio, se siente una víctima. “Para mí lo importante es que quien ha sufrido violencia se llame a sí mismo según se identifique. Y esto puede cambiar de un momento a otro, de un día a otro, o de un año a otro. Pero no nos corresponde a nosotros decidir si alguien es una sobreviviente o una víctima”.
A veces ella siente que tiene fuerza y puede ayudar a otros y que puede tener la vida que quiere, que fue al infierno y regresó y todavía presenta pelea. Otras siente que el perpetrador ganó —“me domina la angustia”— o que no puede hacer nada por la manera en que el mundo trata a las personas que sufrieron violencia sexual. En todos esos días, se sienta como se sienta, la acompaña Bentley.
—¿Ha inspirado a otras mascotas a hacer lo que él hace?
—No lo sé —cerró French el diálogo—, pero sinceramente espero que sepa cuánto me ha inspirado a mí para tratar de ser una humana más compasiva, más paciente y más capaz de amar.