Decenas de miles de manifestantes piden en Bagdad la salida de las tropas de EE UU de Irak
La marcha convocada por el clérigo Muqtada al Sadr intenta capitalizar el antiamericanismo desatado por el asesinato de Soleimani
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Decenas de miles de iraquíes se han manifestado este viernes en Bagdad contra la presencia militar estadounidense en su país. Respondían al llamamiento de Muqtada al Sadr, un clérigo populista chií con ambiciones de hombre de Estado, quien una vez más intenta capitalizar la crisis que atraviesa Irak. Varios grupos proiraníes rivales se sumaron la víspera a su convocatoria esperando eclipsar así las protestas que desde octubre piden una regeneración del sistema político. Aunque la marcha ha evitado la plaza de Tahrir (y posibles incidentes), ha añadido presión al Gobierno en funciones.
“¡No, no a América!”, “¡Sí, a la soberanía!”, “¡Fuera ocupantes!”, se oye corear en las grabaciones de televisión. Aunque Al Sadr no haya conseguido reunir a un millón de personas como era su objetivo, varios analistas iraquíes coinciden en que ha sido una de las manifestaciones más numerosas que se han visto en Bagdad. Y pacífica.
La nutrida respuesta ha vuelto a poner de relieve el amplio apoyo con que cuenta Al Sadr, pero también su instinto político. Desde que el pasado día 3 Estados Unidos asesinara al general iraní Qasem Soleimani y al interlocutor clave de este en las milicias iraquíes, Abu Mahdi al Mohandes, el clérigo intenta cabalgar la ola de antiamericanismo que desató esa violación de la soberanía nacional.
Desde muy temprano, la multitud se concentró frente a la Universidad de Bagdad, en el barrio de Yadriyah. Muchos de ellos habían llegado en autobuses desde las provincias del sur. A pesar de que en las imágenes solo se ve la bandera iraquí y no se distinguen las habituales enseñas de los partidos políticos, el impulso sadrista se percibe en los numerosos participantes que portan telas blancas a modo de sudarios indicando disposición al martirio, un símbolo que ha popularizado su líder.
“Estoy dispuesto a luchar contra los americanos si Muqtada nos lo pide”, ha declarado un joven usando el nombre propio del clérigo como es costumbre árabe. No sería la primera vez. Su milicia Ejército del Mahdi ya se convirtió en el azote de los soldados estadounidenses cuando estos ocuparon Irak tras el derribo de Sadam Husein en 2003.
Sin embargo, el astuto político no ha ido tan lejos. La declaración leída por su representante pide que las tropas extranjeras salgan del país “de acuerdo con un calendario”, “de forma negociada” y con garantías de que no serán atacadas por la resistencia. Si no lo aceptan, se convertirán en “ocupantes”. Pero también reclama que las Fuerzas de Movilización Popular (FMP, el paraguas que agrupa a las milicias mayoritariamente chiíes y proiraníes) se disuelvan dentro de los cuerpos de seguridad de Interior o de Defensa, un objetivo que choca con los intereses de varios de los partidos islamistas rivales de Al Sadr.
Sus seguidores y los de esos grupos comparten las consignas contra Estados Unidos e Israel, que se han coreado en la manifestación, pero él insiste en sus credenciales nacionalistas frente a toda intervención exterior. Así ha querido probarlo evitando que la marcha llegara hasta la plaza de Tahrir, símbolo de la protesta que en numerosas ciudades iraquíes exige desde el pasado 1 de octubre una reforma integral del sistema político que les legaron los estadounidenses, por considerarlo sectario y corrupto.
Se temía un choque. Aunque desde el principio las protestas han tenido vocación inclusiva, también han sido muy críticas con la interferencia de Teherán. De hecho, los grupos proiraníes, a los que se acusa de muchas de las muertes de activistas en Bagdad y otras ciudades, han intentado acallarles con los funerales por Soleimani y Al Mohandes. Igual que hiciera cuando envió a sus voluntarios a Tahrir, Al Sadr intenta presentarse como su protector jugando a dos bandas.
“Muqtada ha visto el vacío abierto por la desaparición de Al Mohandes y se ha ofrecido para liderar la salida de Estados Unidos”, interpreta un observador occidental en Bagdad. Sin embargo, no está claro que haya conseguido el respaldo de Irán de quien, a diferencia de otros grupos islamistas iraquíes, mantiene cierta independencia. “Pide mucho”, asegura la fuente. De ahí que utilice el despliegue de sus bases, fidelizadas por la red de servicios sociales que su familia mantiene desde hace décadas en los barrios más pobres, para intentar ganar una partida bloqueada en el tablero político.
Como reacción el asesinato de Soleimani y Al Mohandes, el Parlamento aprobó una decisión para solicitar al Gobierno la retirada de las tropas extranjeras, entre las que destacan los 5.200 soldados que Estados Unidos envió en respuesta a la petición de ayuda de Bagdad en 2014 ante el avance del Estado Islámico (ISIS). La moción solo obtuvo 168 de los 329 votos posibles en ausencia de los diputados árabes suníes y kurdos, dos comunidades que temen las consecuencias de dejar vía libre a los grupos proiraníes que dominan la política desde 2003. Más allá de la necesidad de alcanzar un consenso inter comunitario, resulta difícil prever cómo va a ejecutarse con el Gobierno en funciones y la Asamblea incapaz de consensuar un nuevo primer ministro, debido a su fragmentación.
La crisis ha motivado la suspensión de las operaciones de la coalición internacional contra el ISIS. También se ha interrumpido el entrenamiento del Ejército iraquí que llevan a cabo militares de varios países, entre ellos España. Pero, de momento, el coordinador estadounidense de la coalición, James Jeffrey, asegura que no han comenzado las conversaciones con Bagdad sobre el futuro de las tropas extranjeras.
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Decenas de miles de iraquíes se han manifestado este viernes en Bagdad contra la presencia militar estadounidense en su país. Respondían al llamamiento de Muqtada al Sadr, un clérigo populista chií con ambiciones de hombre de Estado, quien una vez más intenta capitalizar la crisis que atraviesa Irak. Varios grupos proiraníes rivales se sumaron la víspera a su convocatoria esperando eclipsar así las protestas que desde octubre piden una regeneración del sistema político. Aunque la marcha ha evitado la plaza de Tahrir (y posibles incidentes), ha añadido presión al Gobierno en funciones.
“¡No, no a América!”, “¡Sí, a la soberanía!”, “¡Fuera ocupantes!”, se oye corear en las grabaciones de televisión. Aunque Al Sadr no haya conseguido reunir a un millón de personas como era su objetivo, varios analistas iraquíes coinciden en que ha sido una de las manifestaciones más numerosas que se han visto en Bagdad. Y pacífica.
La nutrida respuesta ha vuelto a poner de relieve el amplio apoyo con que cuenta Al Sadr, pero también su instinto político. Desde que el pasado día 3 Estados Unidos asesinara al general iraní Qasem Soleimani y al interlocutor clave de este en las milicias iraquíes, Abu Mahdi al Mohandes, el clérigo intenta cabalgar la ola de antiamericanismo que desató esa violación de la soberanía nacional.
Desde muy temprano, la multitud se concentró frente a la Universidad de Bagdad, en el barrio de Yadriyah. Muchos de ellos habían llegado en autobuses desde las provincias del sur. A pesar de que en las imágenes solo se ve la bandera iraquí y no se distinguen las habituales enseñas de los partidos políticos, el impulso sadrista se percibe en los numerosos participantes que portan telas blancas a modo de sudarios indicando disposición al martirio, un símbolo que ha popularizado su líder.
“Estoy dispuesto a luchar contra los americanos si Muqtada nos lo pide”, ha declarado un joven usando el nombre propio del clérigo como es costumbre árabe. No sería la primera vez. Su milicia Ejército del Mahdi ya se convirtió en el azote de los soldados estadounidenses cuando estos ocuparon Irak tras el derribo de Sadam Husein en 2003.
Sin embargo, el astuto político no ha ido tan lejos. La declaración leída por su representante pide que las tropas extranjeras salgan del país “de acuerdo con un calendario”, “de forma negociada” y con garantías de que no serán atacadas por la resistencia. Si no lo aceptan, se convertirán en “ocupantes”. Pero también reclama que las Fuerzas de Movilización Popular (FMP, el paraguas que agrupa a las milicias mayoritariamente chiíes y proiraníes) se disuelvan dentro de los cuerpos de seguridad de Interior o de Defensa, un objetivo que choca con los intereses de varios de los partidos islamistas rivales de Al Sadr.
Sus seguidores y los de esos grupos comparten las consignas contra Estados Unidos e Israel, que se han coreado en la manifestación, pero él insiste en sus credenciales nacionalistas frente a toda intervención exterior. Así ha querido probarlo evitando que la marcha llegara hasta la plaza de Tahrir, símbolo de la protesta que en numerosas ciudades iraquíes exige desde el pasado 1 de octubre una reforma integral del sistema político que les legaron los estadounidenses, por considerarlo sectario y corrupto.
Se temía un choque. Aunque desde el principio las protestas han tenido vocación inclusiva, también han sido muy críticas con la interferencia de Teherán. De hecho, los grupos proiraníes, a los que se acusa de muchas de las muertes de activistas en Bagdad y otras ciudades, han intentado acallarles con los funerales por Soleimani y Al Mohandes. Igual que hiciera cuando envió a sus voluntarios a Tahrir, Al Sadr intenta presentarse como su protector jugando a dos bandas.
“Muqtada ha visto el vacío abierto por la desaparición de Al Mohandes y se ha ofrecido para liderar la salida de Estados Unidos”, interpreta un observador occidental en Bagdad. Sin embargo, no está claro que haya conseguido el respaldo de Irán de quien, a diferencia de otros grupos islamistas iraquíes, mantiene cierta independencia. “Pide mucho”, asegura la fuente. De ahí que utilice el despliegue de sus bases, fidelizadas por la red de servicios sociales que su familia mantiene desde hace décadas en los barrios más pobres, para intentar ganar una partida bloqueada en el tablero político.
Como reacción el asesinato de Soleimani y Al Mohandes, el Parlamento aprobó una decisión para solicitar al Gobierno la retirada de las tropas extranjeras, entre las que destacan los 5.200 soldados que Estados Unidos envió en respuesta a la petición de ayuda de Bagdad en 2014 ante el avance del Estado Islámico (ISIS). La moción solo obtuvo 168 de los 329 votos posibles en ausencia de los diputados árabes suníes y kurdos, dos comunidades que temen las consecuencias de dejar vía libre a los grupos proiraníes que dominan la política desde 2003. Más allá de la necesidad de alcanzar un consenso inter comunitario, resulta difícil prever cómo va a ejecutarse con el Gobierno en funciones y la Asamblea incapaz de consensuar un nuevo primer ministro, debido a su fragmentación.
La crisis ha motivado la suspensión de las operaciones de la coalición internacional contra el ISIS. También se ha interrumpido el entrenamiento del Ejército iraquí que llevan a cabo militares de varios países, entre ellos España. Pero, de momento, el coordinador estadounidense de la coalición, James Jeffrey, asegura que no han comenzado las conversaciones con Bagdad sobre el futuro de las tropas extranjeras.