El Atlético sigue de transición

Pudo ganar, como el Villarreal. Pero ninguno lo hizo y ambos se alejan de sus objetivos. Chukwueze y João fallaron en la definición en un partido abierto, loco.

Patricia Cazón
As
Era una vez el Atlético un equipo que pisaba la hierba y ya amenazaba, sólo con eso. Era una vez el Atlético el equipo del “a morir los míos mueren”, y morían. Era una vez el Atlético un dolor de cabeza, como ir al dentista, un frontón contra el que darse solo cabezazos. Era aquello, pero ya no, y no se sabe muy bien en qué se ha convertido. Eran ayer dos equipos con muchas heridas los que saltaron sobre la hierba de La Cerámica, pero sólo uno fue capaz de ponerse la venda sobre ellas para dejar de sangrar. Y eso que el Villarreal salió a intentarlo, desde el principio: no habían pasado ni un minuto del partido y el Villarreal ya acumulaba una contra, un córner y dos ocasiones. Así sería todo los 90' restantes.


Había llenado Calleja su centro del campo de energía, Iborra-Trigueros-Anguissa, con una avispa arriba, Gerard, para quedarse a vivir a los pies de Oblak. Mientras, los primeros minutos del Atlético fueron un espejismo: parecía querer regresar el Cholo al plan con el que, hace muchos partidos, comenzó la temporada. Muchos hombres por dentro y las bandas como dos autopistas para Lodi y Arias. Pero es una fiera que ha perdido todos los dientes. Su contestación al inicio del Villarreal fueron dos ocasiones. Una no logró rematarla João Félix. La otra sí, pero alta. Los dos equipos corrían como lo hace quien se juega la vida.

Muy abierto, olvidó Simeone algo en la primera parte: el Villarreal resulta letal con espacios. Y Gerard te Moreno te hinca el diente si puede en cada ocasión. Amenazó a Oblak con un remate desviado. Contestó João Félix con una pelota al poste. Busca el Atleti crecer alrededor de los balones largos y las pérdidas rivales, olvidándose de presionar. O, si lo hacía, sólo con los ojos. Se acomodó el Villarreal y se metió al Atleti en un laberinto. De pronto todos los hombres por dentro del Cholo sólo encontraban muros, tapones y pasillos cegados por mucho que João Félix jugara con la linterna encendida.

Una vaselina del portugués que se fue alta fue su última amenaza antes de desintegrarse atrás. Se llenó el cielo sobre Oblak de grises. Porque el Atlético, en su transición de uno a otro, perdió los goles, la solidez y ayer hasta la identidad. Se fue, ya no existe. Quizá ya sólo habite en el fondo de las maletas de Gabi, Tiago, Godín, Juanfran, Filipe o Raúl García. Ahora es débil atrás, poroso, con la pierna fuerte convertida en blandiblú y el Villarreal acumulaba ocasiones y córners (8 en la primera parte) colgando de su cuello un pase VIP al área de Oblak. A sus pies seguían viviendo mientras el portero combinaba una mano milagro (ante un zurdazo inapelable de Trigueros) y otro fallo de esos que antes nunca le pasaban. También había disparado Trigueros y Hermoso salvaba en la línea de gol, el mejor rojiblanco de esa parte, mientras el árbitro le perdonaba la segunda amarilla a Morata. La entrada sobre Iborra era más tarjeta que la que había visto antes.

Regresó el Atlético con mejor color del descanso pero la vida siguió igual en La Cerámica. El partido muy abierto, sin centro del campo y ocasiones en las dos áreas. Ante Asenjo, João Félix, otra vez, única amenaza, Morata ayer era casi invisible. Ante Oblak, cualquiera del Villarreal. Todos le ganaban la espalda al centro del campo rojiblanco con la facilidad que lo hace un adulto frente a un niño. Armaban la pierna Chukwueze, Mario, salivaba Gerard. Mucho lanzamiento aunque poco para los porteros. Sentó el Cholo a Thomas para que todo siguiera igual. El partido lleno de espacios, el Atlético impreciso, por mucho que Vitolo le diera sentido al ataque, llevara el balón a los delanteros. Pero una vez Lodi envió fuera y otra Morata y João Félix alargaron tanto una contra que dejó de ser contra. Y el Villarreal seguía corriendo una y otra vez al área de Oblak con todos sus dientes al aire pero sin llegar a morder. Lo intentó a la desesperada, abrazándose a la nostalgia de los balones en largo y las ocasiones de João Félix, mientras el Villarreal, en las piernas de Pau Torres, lo hacía todo bien menos el último pase. Siguió la ida y vuelta, el intercambio de golpes, el partido roto, loco, en los últimos minutos y los cuatro de descanso, agarrados ambos entrenadores al oxígeno en los banquillos. Pero el último córner del Villarreal acabó en ningún sitio y el último del Atlético ya no encuentra cabeceadores como Godín. Ayer acumuló ocasiones sí, muchas, también, pero con el acierto de últimamente, sin fortuna. Pitido final. Un punto a los dos. No cierra ninguna herida.

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