Sí, Trump es culpable, pero el juicio político es un error
El presidente saldrá victorioso de esta batalla política
David Brooks
Infobae
Donald Trump cometió un delito cuestionable con la llamada que mantuvo con el presidente ucraniano. Pero eso no significa que los demócratas tengan razón al iniciar un proceso de impeachment.
Recuerden, el juicio político es un proceso político, no legal. No hay obligación de enjuiciar. Se supone que el Congreso debe hacer lo que sea mejor para el país. Y este proceso podría ser muy malo para los Estados Unidos:
Es probablemente que esto no sirva de nada. Para efectivamente destituir a Trump, al menos 20 senadores republicanos deberían votar a favor de su condena. Si alguien cree que eso puede suceder después de este episodio, no ha estado prestando suficiente atención a lo que vienen haciendo los republicanos en el Senado en los últimos dos años y medio.
Por lo general, cuando un líder toma un gran riesgo, es porque sabe que obtendrá una gran ventaja. Sin embargo, Nancy Pelosi está tomando un riesgo gigantesco y se vislumbran pocas ventajas. Al final de este proceso, Trump probablemente sea absuelto por el Senado y él mismo se sentirá reivindicado y victorioso en su batalla contra lo que él podría llamar la “burocracia”. La reacción podría ser desagradable para ambas partes.
Esto es completamente elitista. Estamos en medio de una campaña electoral. Si los demócratas avanzan con el proceso de destitución, el mismo ocurrirá en medio de los debates de candidatos, las primarias y las asambleas electorales. Mientras las elecciones dan voz a millones y millones de estadounidenses en la selección del presidente, este proceso dará voz a 100 senadores, en su mayoría millonarios, en la selección del presidente.
Mientras estos dos procesos se desarrollen simultáneamente, el contraste será obvio. La gente concluirá que los demócratas siguen adelante con el juicio político en un año electoral porque no confían en que el proceso democrático produzca el resultado correcto. Y mientras tanto las élites demócratas seguirán diciendo a los votantes: “No confiamos en ustedes. ¡Muchos son racistas!”
Esto no es de lo que el país quiere hablar. Pelosi había dicho que no avanzaría con el juicio político a menos que hubiera una oleada de apoyo bipartidista. Y aunque no hay una corriente bipartidista, ha decidido seguir adelante. Según una encuesta de la Universidad de Quinnipiac, sólo el 37% de los estadounidenses apoyan el juicio político.
Todos los candidatos presidenciales hablan del mismo fenómeno: los votantes preguntan sobre el sistema de salud y empleo, y sobre el cambio climático; no sobre el juicio político. Esta semana, mientras todo esto se desarrollaba, estuve en Waco, en Nantucket y en Kansa, donde estuve conversaciones y encuentros con cientos de personas. Sólo uno mencionó el juicio político: era un colega periodista.
Es que hay una gran diferencia entre la conversación que Twitter quiere tener y la conversación que la población en general quiere tener.
Los demócratas están jugando el juego de Trump, mientras que Trump no tiene agenda política. Se ha demostrado incapaz de mejorar la vida de los ciudadanos estadounidenses, incluso de sus propios votantes. Pero es bueno para una cosa: librar guerras de personalidades de la televisión contra las élites políticas. Así que ahora, en los próximos meses, librará una guerra contra personalidades como Nancy Pelosi y Jerrold Nadler.
Los demócratas están teniendo una temporada de primarias presidenciales bastante emocionante y sustantiva. Así es como se supone que debe ser la democracia. No se entiende por qué querrían distraer a sus votantes y a la población en general de ese proceso. En cambio, la batalla Trump vs. Nadler es exactamente el tipo de tema del que Trump quiere hablar.
Este proceso aumentará el cinismo entre la población estadounidense. El juicio político sería un ejercicio edificante si tuviéramos líderes sobrios que pudieran dejar de lado la afiliación partidaria y sopesar imparcialmente las pruebas. Sería factible si el Congreso gozara de un amplio respeto y legitimidad pública. No vivimos en ese mundo. Este proceso ya se está convirtiendo en el tipo de guerra partidista sin sentido que hace que los estadounidenses se disgusten con Washington. El impeachment ya no es una crisis rara y grave en la vida estadounidense; se está convirtiendo en un dispositivo que usan los partidos cuando la Cámara y la presidencia están en diferentes manos. Los miembros demócratas de la Cámara ya han introducido artículos en pos de la destitución contra Trump en al menos cuatro ocasiones. Es sólo un nuevo episodio partidista.
Esto podría terminar cohesionando al trumpismo dentro del Partido Repúblicano. Si Trump sufre una derrota fulminante en la campaña electoral, entonces la línea populista podría reducirse y la línea tradicional de los republicanos podría recuperar la primacía. Una derrota electoral significaría que a la gente no le gusta el trumpismo. Pero el proceso de impeachment refuerza el mensaje de fondo del trumpismo: Las élites políticas quieren joder a la gente como nosotros. Si los adversarios más visibles de Trump son los abogados de Washington, el trumpismo se refuerza.
Esto podría distorsionar el proceso de las primarias demócratas. Ya es obvio que el juicio político ha superado a las primarias demócratas. En los próximos meses, los candidatos demócratas van a tener más dificultades para captar la atención del público. Los debates políticos dentro de la interna se oscurecerán. Los demócratas en el Congreso se convertirán en los líderes más visibles del partido.
Sin duda, el impeachment entorpecerá la contienda primaria demócrata de forma aún impredecible. Los candidatos más belicosos pueden beneficiarse a medida que la batalla por la destitución se cristalice, mientras que los moderados podrían resultar aún más marginados.
Los demócratas se enfrentan a un hombre cuyo índice de aprobación nunca superó el 45 por ciento. Sólo tienen que actuar de forma normal para ganar. En cambio, están tirando los dados de una manera muy arriesgada. Entiendo la necesidad de sacar a este hombre no apto de la presidencia, pero este proceso no producirá ese resultado.
Una elección puede salvar al país. Una pelea política dentro del congreso no lo hará.
David Brooks
Infobae
Donald Trump cometió un delito cuestionable con la llamada que mantuvo con el presidente ucraniano. Pero eso no significa que los demócratas tengan razón al iniciar un proceso de impeachment.
Recuerden, el juicio político es un proceso político, no legal. No hay obligación de enjuiciar. Se supone que el Congreso debe hacer lo que sea mejor para el país. Y este proceso podría ser muy malo para los Estados Unidos:
Es probablemente que esto no sirva de nada. Para efectivamente destituir a Trump, al menos 20 senadores republicanos deberían votar a favor de su condena. Si alguien cree que eso puede suceder después de este episodio, no ha estado prestando suficiente atención a lo que vienen haciendo los republicanos en el Senado en los últimos dos años y medio.
Por lo general, cuando un líder toma un gran riesgo, es porque sabe que obtendrá una gran ventaja. Sin embargo, Nancy Pelosi está tomando un riesgo gigantesco y se vislumbran pocas ventajas. Al final de este proceso, Trump probablemente sea absuelto por el Senado y él mismo se sentirá reivindicado y victorioso en su batalla contra lo que él podría llamar la “burocracia”. La reacción podría ser desagradable para ambas partes.
Esto es completamente elitista. Estamos en medio de una campaña electoral. Si los demócratas avanzan con el proceso de destitución, el mismo ocurrirá en medio de los debates de candidatos, las primarias y las asambleas electorales. Mientras las elecciones dan voz a millones y millones de estadounidenses en la selección del presidente, este proceso dará voz a 100 senadores, en su mayoría millonarios, en la selección del presidente.
Mientras estos dos procesos se desarrollen simultáneamente, el contraste será obvio. La gente concluirá que los demócratas siguen adelante con el juicio político en un año electoral porque no confían en que el proceso democrático produzca el resultado correcto. Y mientras tanto las élites demócratas seguirán diciendo a los votantes: “No confiamos en ustedes. ¡Muchos son racistas!”
Esto no es de lo que el país quiere hablar. Pelosi había dicho que no avanzaría con el juicio político a menos que hubiera una oleada de apoyo bipartidista. Y aunque no hay una corriente bipartidista, ha decidido seguir adelante. Según una encuesta de la Universidad de Quinnipiac, sólo el 37% de los estadounidenses apoyan el juicio político.
Todos los candidatos presidenciales hablan del mismo fenómeno: los votantes preguntan sobre el sistema de salud y empleo, y sobre el cambio climático; no sobre el juicio político. Esta semana, mientras todo esto se desarrollaba, estuve en Waco, en Nantucket y en Kansa, donde estuve conversaciones y encuentros con cientos de personas. Sólo uno mencionó el juicio político: era un colega periodista.
Es que hay una gran diferencia entre la conversación que Twitter quiere tener y la conversación que la población en general quiere tener.
Los demócratas están jugando el juego de Trump, mientras que Trump no tiene agenda política. Se ha demostrado incapaz de mejorar la vida de los ciudadanos estadounidenses, incluso de sus propios votantes. Pero es bueno para una cosa: librar guerras de personalidades de la televisión contra las élites políticas. Así que ahora, en los próximos meses, librará una guerra contra personalidades como Nancy Pelosi y Jerrold Nadler.
Los demócratas están teniendo una temporada de primarias presidenciales bastante emocionante y sustantiva. Así es como se supone que debe ser la democracia. No se entiende por qué querrían distraer a sus votantes y a la población en general de ese proceso. En cambio, la batalla Trump vs. Nadler es exactamente el tipo de tema del que Trump quiere hablar.
Este proceso aumentará el cinismo entre la población estadounidense. El juicio político sería un ejercicio edificante si tuviéramos líderes sobrios que pudieran dejar de lado la afiliación partidaria y sopesar imparcialmente las pruebas. Sería factible si el Congreso gozara de un amplio respeto y legitimidad pública. No vivimos en ese mundo. Este proceso ya se está convirtiendo en el tipo de guerra partidista sin sentido que hace que los estadounidenses se disgusten con Washington. El impeachment ya no es una crisis rara y grave en la vida estadounidense; se está convirtiendo en un dispositivo que usan los partidos cuando la Cámara y la presidencia están en diferentes manos. Los miembros demócratas de la Cámara ya han introducido artículos en pos de la destitución contra Trump en al menos cuatro ocasiones. Es sólo un nuevo episodio partidista.
Esto podría terminar cohesionando al trumpismo dentro del Partido Repúblicano. Si Trump sufre una derrota fulminante en la campaña electoral, entonces la línea populista podría reducirse y la línea tradicional de los republicanos podría recuperar la primacía. Una derrota electoral significaría que a la gente no le gusta el trumpismo. Pero el proceso de impeachment refuerza el mensaje de fondo del trumpismo: Las élites políticas quieren joder a la gente como nosotros. Si los adversarios más visibles de Trump son los abogados de Washington, el trumpismo se refuerza.
Esto podría distorsionar el proceso de las primarias demócratas. Ya es obvio que el juicio político ha superado a las primarias demócratas. En los próximos meses, los candidatos demócratas van a tener más dificultades para captar la atención del público. Los debates políticos dentro de la interna se oscurecerán. Los demócratas en el Congreso se convertirán en los líderes más visibles del partido.
Sin duda, el impeachment entorpecerá la contienda primaria demócrata de forma aún impredecible. Los candidatos más belicosos pueden beneficiarse a medida que la batalla por la destitución se cristalice, mientras que los moderados podrían resultar aún más marginados.
Los demócratas se enfrentan a un hombre cuyo índice de aprobación nunca superó el 45 por ciento. Sólo tienen que actuar de forma normal para ganar. En cambio, están tirando los dados de una manera muy arriesgada. Entiendo la necesidad de sacar a este hombre no apto de la presidencia, pero este proceso no producirá ese resultado.
Una elección puede salvar al país. Una pelea política dentro del congreso no lo hará.