El misterioso terrorista de Al Qaeda que dejó de figurar en la lista de los más buscados del FBI

Mohamed Ahmed El Sayed Ahmed Ibrahim estaba en el listado de la Oficina Federal de Investigaciones de los Estados Unidos. De un día para el otro, ya no formaba parte de la búsqueda del organismo

Laureano Pérez Izquierdo
Infobae
Temprano por la mañana, cuando el sol dejaba ver sus primeros rayos, Mohamed Ahmed El Sayed Ahmed Ibrahim (45 años) rezaba. Cumplía con cada una de las cinco oraciones que le impone su religión, el islam. Lo hacía en una geografía diferente a la de su Egipto natal. Más tropical, más húmeda. Aunque igual de alborotada. Luego de cumplir con el rito comenzaba su día laboral. Era, en apariencia, un transportador de muebles. También tenía una pequeña participación accionaria en una fábrica de colchones. Así lo reconocían los vecinos de San Pablo, Brasil, donde reside desde 2018.



Sin embargo, en medio de sus rutinarios días, Ahmed Ibrahim hacía una pausa. No era ya para el sagrado salat, sino para lograr brevísimos contactos con la red que lo tenía a él como una de sus cabezas. El modesto transportista era, además, uno de los más buscados por la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), encargada de identificar amenazas en los Estados Unidos. El egipcio estaba en el radar de las autoridades norteamericanas y brasileñas.

Su fotografía había sido publicada en la cuenta oficial de Twitter de aquella dependencia oficial, lo que provocó sorpresa entre quienes a diario lo veían cargando muebles. "Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim es buscado por el #FBI para ser interrogado en relación con su presunto papel como operativo y facilitador de Al Qaeda desde aproximadamente 2013. Está ubicado en Brasil". Las alarmas sonaron fuerte: "¿Entre nosotros vive un terrorista islámico?", se preguntaban sus vecinos. Pero también, las sirenas se encendieron entre sus contactos. Su propia red.

Casado en abril de 2018 con una joven mujer de nombre Hajar y que cuenta 25 años, Ibrahim se fue de Egipto durante los turbulentos años que siguieron a la revolución de 2011 que provocó la caída de Hosni Mubarak. Decidió establecerse en Estambul, Turquía. Allí, continuó con sus operaciones. Era 2013 y ya formaba parte de uno de los grupos terroristas más conocidos de la historia reciente y operativo en Siria, Irak, Arabia Saudita, Yemen, Somalia, Kenia, Pakistán, Afganistán, Libia, Argelia, Niger, Nigeria, Burkina Faso, Mali, Mauritania.

Tras la muerte de Osama Bin Laden en 2011, el mando recayó en Ayman Al-Zawahiri, antiguo jefe de la red egipcia Yihad Islámica. Esa organización tuvo participación directa en el magnicidio de Anwar El Sadat, ex presidente de aquella nación, en octubre de 1981. El mismo Al-Zawahiri fue apresado junto a un centenar de extremistas por el atentado. Uno de ellos fue Tareq Al-Zamr, líder del partido político El Benna wel Tanmeya, al que Ibrahim abrazaría como miembro activo. Con la llegada de Mohamed Morsi a la presidencia, abandonó el país rumbo a Turquía.

Tras cinco años destinado en la ciudad más importante de aquel país, a Ibrahim le surgió una nueva misión. Alejado de Medio Oriente, debería aprender una nueva lengua que jamás pensó en hablar. Instalado en San Pablo construyó además la fachada -empresa de mudanzas y colchonería- que le serviría para comenzar su trabajo oculto. Pero todo cambió cuando el FBI lo puso en su mira y dejó al descubierto su nombre y fotografía bajo el rótulo buscado: "No sé qué quieren de mí. No hice nada malo", dijo en un contacto con The New York Times.

Pero luego de pocos días de esa sorpresiva publicación, algo más llamó la atención de quienes seguían el caso de cerca. Sus imágenes, su identidad, su adhesión y sus antecedentes desaparecieron del archivo del FBI. Ninguna búsqueda dentro del sitio de la Oficina Federal de Investigación arrojaba dato alguno. Simplemente había desaparecido. ¿En pocos días había dejado de ser una amenaza? No. ¿Estuvo en contacto con los agentes federales? Sí. ¿Por qué dejó de figurar entre los más buscados? Misterio. ¿Está ayudando a identificar otros elementos de la red en América Latina de la que formaba parte? Más misterio.

Fuentes de alto rango radicadas en San Pablo consultadas por Infobae señalaron que Ibrahim "ha proporcionado y aportado información sustancial" para la investigación. "Colaboración". Esta sería la clave por la cual su imagen ya no está disponible en el sitio oficial.

El pasado 2 de septiembre Ibrahim tuvo su segundo contacto con la Policía Federal brasileña a instancias del FBI. Lo que declaró en aquel encuentro tampoco salió a la luz. Pero ya no estaba en el listado. Preocupado, sólo hizo trascender que negó los cargos y las imputaciones. Su esposa, una ex cristiana evangélica que se convirtió al islam en 2017, indicó en diálogo con el diario Folha de Sao Paulo que su marido vive momentos de profundo estrés. "Nuestros teléfonos dejaron de sonar", reveló. ¿Por desconfianza o por temor?

Decidieron mudarse. Quizás por recomendación. Hajar mostró un costado ingenuo al conceder una entrevista: aclaró que como ella era la encargada de la limpieza en su hogar si su marido fuera terrorista hubiera encontrado un arma que delatara su condición.

Ibrahim quedó bajo la lupa no sólo de los Estados Unidos, sino también de Brasil y sus viejos compañeros de andanzas. No está detenido, pero permanece bajo vigilancia y contacto permanente. Sabe que podría ser deportado bajo la nueva Ordenanza 666 escrita por el ministro de Justicia Sergio Moro, bajo la cual se puede expulsar del territorio a todo aquel inmigrante considerado "peligroso". Teme volver a Egipto. Allí podría enfrentar cuentas pendientes. Antiguas y recientes. Los datos que expuso compromete a otros miembros de la red en la región y sus operaciones.

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