Francia reconoce que los misiles hallados en una base libia del mariscal Hafter son suyos

El Ministerio de Defensa francés subraya que estaban “fuera de uso” y niega haberlos entregado a ninguna de las partes del conflicto en Libia

Francisco Peregil
París / Rabat, El País
El Gobierno de Francia se está viendo en una situación muy comprometida respecto a sus vínculos con el mariscal Jalifa Hafter. Este militar de 76 años emprendió el asedio de Trípoli el pasado 4 de abril y dio lugar a un enfrentamiento contra las brigadas del Gobierno de Unidad Nacional, apoyado por la ONU, en el que han muerto 1.000 personas, entre ellas, más de 100 civiles. El Ejecutivo de Emmanuel Macron se ha visto obligado a confirmar este miércoles que los cuatro misiles encontrados en un campamento de las tropas de Hafter pertenecen a Francia, si bien asegura que están fuera de uso.


El Gobierno de Unidad, basado en Trípoli y reconocido por la ONU, logró expulsar el 26 de junio a las tropas de Hafter de la ciudad de Garián, 80 kilómetros al sur de la capital. Al recuperar este enclave las brigadas fieles al Gobierno de Unidad descubrieron cuatro misiles Javelin. El armamento fue vendido en su día por Estados Unidos a Francia, según reveló The New York Times.

Fuentes de Defensa galas han confirmado a este periódico que los misiles pertenecen a Francia, pero subrayan que se trata de unidades "dañadas y fuera de uso", que deberían ser destruidas y que no constituyen una violación del embargo de armas impuesto por la ONU desde 2011. Pero esa explicación, tal como subraya The New York Times, no aclara cómo terminaron esos misiles en un campamento de las tropas de Hafter situado cerca del frente de guerra.

El Gobierno de Unidad ha denunciado en numerosas ocasiones que tanto Egipto como Emiratos Árabes Unidos rompieron el embargo para facilitar armas a Hafter. De igual manera, desde el bando de Hafter se afirma que Turquía lo ha roto al proporcionar drones a Trípoli que están teniendo un papel clave en esta guerra.

Los cuatro misiles Javelin fueron adquiridos, según The New York Times, en 2010 a 170.000 dólares la unidad (151.000 euros). Este es un tipo de armamento, agrega el rotativo estadounidense, que se vende solo a aliados militares muy cercanos.

De acuerdo con la versión francesa, los misiles estaban destinados a la “autoprotección de un destacamento francés desplegado para recoger información en materia antiterrorista” -lo que por otro lado confirma la presencia continuada de unidades francesas en la zona, destaca la prensa gala- y nunca fueron entregados a fuerzas locales de ningún signo. “Jamás se ha tratado de vender, ni prestar ni ceder o transferir municiones a nadie en Libia”, subraya París, que afirma, además, que los misiles habían sido “almacenados temporalmente con miras a ser destruidos”.

Jalifa Hafter inició en 2014 su cruzada contra el Gobierno de Unidad Nacional. Se asentó en el este del país y desde allí asedió durante dos años la ciudad de Bengasi, controlada por varios grupos islamistas. Para conquistar Bengasi contó con la ayuda militar de Egipto, de Emiratos Árabes Unidos y de Francia. A pesar de que el Gobierno francés intentó llevar con la máxima discreción el apoyo a Hafter de fuerzas especiales francesas su intervención era un secreto a voces. En julio de 2016, el entonces presidente François Hollande anunció que tres soldados franceses de las fuerzas especiales murieron en un accidente de helicóptero en el este de Libia. Era la primera vez que el Gobierno francés asumía oficialmente su participación.

Si François Hollande prestó apoyo militar, su sucesor, Emmanuel Macron le otorgó legitimidad política a Hafter cuando promovió en julio de 2017 y en mayo de 2018 sendos encuentros en París entre Hafter y el primer ministro del Gobierno reconocido por la ONU, Fayed el Serraj. Aunque, Macron no ofreció el mismo trato protocolario al primer ministro libio, reconocido por la comunidad internacional, que a Jalifa Hafter, a través de aquellos encuentros Hafter pasó a ser tratado como una parte ineludible de la solución al conflicto libio.

Sin embargo, Hafter fue torpedeando todos los intentos de paz impulsados por la ONU. En el colmo del desafío a la comunidad internacional, Hafter inició el asedio a Trípoli el mismo día en que el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, se encontraba en la capital libia preparando una conferencia de paz en la que se contaba con Hafter.

El primer ministro libio confesaba el pasado abril al diario Le Monde su decepción respecto a Francia: “¿Cómo un país que aspira a la libertad, a los derechos humanos y a la democracia puede tener una posición tan poco clara respecto a nuestro pueblo, que aspira también a los mismos valores?”, se preguntaba El Serraj.

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