El drama del narco en México: niños soldados entrenan para enfrentar a sicarios

Las comunidades indígenas en Guerrero no están dispuestas a sucumbir a los cárteles de la droga

Infobae
Niños indígenas marchan en formación por una cancha de básquetbol. Usan ramas de árboles como si fueran rifles y las presentan como si conformaran un ejército profesional. En realidad son habitantes de Rincón de Chautla, en Guerrero, y están entrenando para hacer frente a sicarios o integrantes de algún cártel de drogas.


En medio del drama que se vive en México por la violencia relacionada al narcotráfico, en el estado de Guerrero, uno de los más pobres del país, las comunidades indígenas no están dispuestas ni a negociar ni a sucumbir contra los cárteles de la droga.

"Practicamos para defender nuestro pueblo, así los sicarios no nos matarán", dice un niño de seis años durante el receso de su entrenamiento, entrevistado por The Daily Beast.

"Si vienen, estaremos listos para ellos", dijo otra pequeña de nombre Angélica. El deseo de la niña de 12 años es que en su comunidad haya "paz y justicia" y que los criminales se mantengan alejados.

Por ahora su deseo parece lejano. El primer trimestre en México resultó el más violento desde que se tienen registros con más de 8.000 asesinatos.

La violencia ha azotado con fuerza a Guerrero, en donde una tercera parte de sus 3.6 millones de habitantes, vive en extrema pobreza.

Este año, Estados Unidos ha deportado a más inmigrantes de Guerrero que de cualquier otra entidad en México. Precisamente porque la pobreza y la violencia han orillado a muchos de sus habitantes a buscar una mejor vida en otro lugar.

Para quienes se quedan, la opción ha sido la autodefensa. Además de los niños, las madres con sus bebés a la espalda en rebozos también practican con armas.

"No vamos a permitir que nos maten como perros y es justo que las mujeres hagamos nuestra parte. Queremos mostrar que somos iguales a nuestros hombres", declaró Adela Rodríguez, comandante de una de las brigadas femeninas. "Son tiempos difíciles pero protegeremos a nuestros hijos y nuestros hogares sin importar nada".

Tanto las mujeres, los niños y los instructores forman parte de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), una policía formada por integrantes de las comunidades indígenas en el estado de Guerrero.

Rincón de Chautla y otros sitios cercanos se convirtieron en un corredor para el traslado de droga.

Según The Daily Beast, el cártel paramilitar gobernante conocido como Los Ardillos asedió por primera vez a Chautla en diciembre de 2018.

A finales del pasado enero, unos 150 sicarios emprendieron una embestida contra el poblado para hacerse con su control, pero los líderes de CRAC se enteraron por radio y se apresuraron a defender el lugar. Doce integrantes de Los Ardillos murieron en el enfrentamiento.

Sin embargo, fue sólo el triunfo en una batalla dentro de la guerra que se libra por ese sitio, donde los asesinatos y las desapariciones son una constante.

En la ciudad de Chilapa, Guerrero, se llegaron a registrar 191 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo que la puso por encima de ciudades como Acapulco y Caracas en cuanto a violencia.

Según Abel Barrera, director del Centro Monte Tlachinollan, "a los Ardillos no les gusta que los indígenas (nahuas) se unen contra ellos y buscan venganza".

Desde que Los Ardillos se hicieron con el control de Chilapa más de 500 personas han desaparecido y unas 1.200 personas han muerto.

La presencia del narcotráfico en Guerrero tomó fuerza a partir del año 2000, cuando Joaquín "El Chapo" Guzmán envió a dos hermanos poderosos del Cártel de Sinaloa para dirigir las operaciones en la entidad. Aunque después cambiaron su apoyo a ese narcotraficante y comenzaron a hacer negocios con los Beltrán Leyva, una vez que el monopolio de los hermanos terminó, los grupos independientes se hicieron con el control y Los Ardillos se enriquecieron estableciendo cadenas de producción y distribución.

"No podemos ir a la ciudad para comprar suministros o vender lo que producimos. Los niños están fuera de las escuelas, porque los maestros tienen miedo de venir aquí. El puesto de salud está cerrado por meses. Ahora vienen las lluvias. Pero si no podemos plantar, no podemos cosechar, no tendremos nada que comer durante todo el invierno. ¿Por qué el gobierno no hace nada para ayudarnos?", se pregunta la señora Celestina Morales, cuyo hijo fue asesinado hace unas semanas.

Miedo y corrupción se combinan para frenar una solución para este problema que tiene en vilo a las comunidades indígenas. Por ahora, la única salida que han encontrado al drama que viven es tomar las armas y defender sus poblados con sus propias manos, incluidos niños y mujeres.

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