La parálisis del Brexit obliga al Reino Unido a participar en las elecciones europeas
El 'número dos' de May anuncia que los comicios se celebrarán el 23 de mayo
Rafa de Miguel
Londres, El País
El tiempo se le ha echado encima y Theresa May ya no ha podido sostener más la ficción de su estrategia. El Gobierno del Reino Unido ha reconocido este martes formalmente que tendrá que participar en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 23 de mayo. Las negociaciones con el Partido Laborista, recién reanudadas, no han producido aún ningún resultado. La primera ministra no tira la toalla y confía en poder sacar adelante su plan del Brexit antes de junio, para evitar que los eurodiputados elegidos lleguen a tomar posesión de sus escaños.
“Dado el poco tiempo de que disponemos, lamentablemente no va a ser posible finalizar este proceso antes de la fecha legalmente establecida para las elecciones al Parlamento Europeo”, ha admitido David Liddington, el ministro de la oficina de la primera ministra y número dos efectivo de May. Downing Street había jugado desde que obtuvo de Bruselas la última prórroga del Brexit con la idea —mitad deseo, mitad reclamo para los euroescépticos— de que sería capaz de impedir que los británicos tuvieran que participar en los comicios europeos. Con el calendario en la mano, un principio de acuerdo con los laboristas que permitiera sacar adelante en el Parlamento el Acuerdo de Retirada a tiempo, hubiera evitado unas elecciones que se anticipan como la debacle definitiva para los conservadores. La primera señal llegó la semana pasada, cuando los tories perdieron cerca de 1.300 concejales en unas municipales desastrosas para el partido y que estuvieron fuertemente influidas por el torpe manejo del Brexit por parte del Gobierno. Todas las encuestas señalan como formación vencedora de las elecciones europeas al Partido del Brexit, recién creado por el ultranacionalista Nigel Farage.
Este martes, Farage ha anunciado que su previsible victoria debería interpretarse como un mandato para que el Reino Unido salga de la UE sin ningún acuerdo, y ha exigido formar parte de la futura mesa negociadora. May apuesta toda su estrategia a alcanzar algún acuerdo con los laboristas. La última oferta que ha puesto sobre la mesa supone vincular de modo temporal al Reino Unido con la UE a través de una unión aduanera, hasta que se celebren nuevas elecciones generales. Los laboristas no lo consideran suficiente ni se acaban de fiar. Exigen lo que denominan una “cláusula anti-Boris” [en referencia al euroescéptico Boris Johson, uno de los favoritos a suceder a May], que asegure que lo acordado no pueda ser posteriormente anulado por otro líder conservador. “Ha llegado el momento de la verdad. El Gobierno debe decidir si va en serio a la hora de proponer cambios relevantes en su plan que permitan lograr una mayoría en la Cámara de los Comunes”, dijo ayer Keir Starmer, el jefe negociador laborista.
El Gobierno, que controla la agenda parlamentaria, ya ha anticipado que retrasará a mediados o finales de julio la fecha de las vacaciones parlamentarias. Confía en poder sacar adelante el plan del Brexit antes del 1 de junio, y frenar de ese modo —a pesar de las dudas legales que genera un movimiento de esas características— la toma de posesión de sus escaños de los eurodiputados británicos que resulten elegidos. “Nos gustaría llegar a la situación en que los eurodiputados no lleguen a ocupar su puesto en el Parlamento Europeo. Es decir, acabar con todo este asunto antes del receso vacacional del Parlamento”, reconoció Liddington.
Entre las filas conservadoras crece la irritación con la primera ministra, después de unos pésimos resultados en las municipales que nadie considera atribuibles a la falta de mérito de los candidatos sino al fiasco del Brexit. La primera ministra se reunió este martes de nuevo con Graham Brady, el jefe del poderoso Comité 1922, que reúne a todos los diputados sin cargo en el Gobierno. Su libertad de voto y su peso mayoritario les ha convertido en el principal enemigo de May. “Ha llegado el momento de que dimita”, ha asegurado Bill Cash, una de las voces antieuropeas más firmes; “debe dar una fecha concreta. Cuanto antes, mejor. Pero debe hacerse de un modo ordenado”. La mayoría de voces críticas con May quieren que haya una renovación de liderazgo el próximo otoño.
Rafa de Miguel
Londres, El País
El tiempo se le ha echado encima y Theresa May ya no ha podido sostener más la ficción de su estrategia. El Gobierno del Reino Unido ha reconocido este martes formalmente que tendrá que participar en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 23 de mayo. Las negociaciones con el Partido Laborista, recién reanudadas, no han producido aún ningún resultado. La primera ministra no tira la toalla y confía en poder sacar adelante su plan del Brexit antes de junio, para evitar que los eurodiputados elegidos lleguen a tomar posesión de sus escaños.
“Dado el poco tiempo de que disponemos, lamentablemente no va a ser posible finalizar este proceso antes de la fecha legalmente establecida para las elecciones al Parlamento Europeo”, ha admitido David Liddington, el ministro de la oficina de la primera ministra y número dos efectivo de May. Downing Street había jugado desde que obtuvo de Bruselas la última prórroga del Brexit con la idea —mitad deseo, mitad reclamo para los euroescépticos— de que sería capaz de impedir que los británicos tuvieran que participar en los comicios europeos. Con el calendario en la mano, un principio de acuerdo con los laboristas que permitiera sacar adelante en el Parlamento el Acuerdo de Retirada a tiempo, hubiera evitado unas elecciones que se anticipan como la debacle definitiva para los conservadores. La primera señal llegó la semana pasada, cuando los tories perdieron cerca de 1.300 concejales en unas municipales desastrosas para el partido y que estuvieron fuertemente influidas por el torpe manejo del Brexit por parte del Gobierno. Todas las encuestas señalan como formación vencedora de las elecciones europeas al Partido del Brexit, recién creado por el ultranacionalista Nigel Farage.
Este martes, Farage ha anunciado que su previsible victoria debería interpretarse como un mandato para que el Reino Unido salga de la UE sin ningún acuerdo, y ha exigido formar parte de la futura mesa negociadora. May apuesta toda su estrategia a alcanzar algún acuerdo con los laboristas. La última oferta que ha puesto sobre la mesa supone vincular de modo temporal al Reino Unido con la UE a través de una unión aduanera, hasta que se celebren nuevas elecciones generales. Los laboristas no lo consideran suficiente ni se acaban de fiar. Exigen lo que denominan una “cláusula anti-Boris” [en referencia al euroescéptico Boris Johson, uno de los favoritos a suceder a May], que asegure que lo acordado no pueda ser posteriormente anulado por otro líder conservador. “Ha llegado el momento de la verdad. El Gobierno debe decidir si va en serio a la hora de proponer cambios relevantes en su plan que permitan lograr una mayoría en la Cámara de los Comunes”, dijo ayer Keir Starmer, el jefe negociador laborista.
El Gobierno, que controla la agenda parlamentaria, ya ha anticipado que retrasará a mediados o finales de julio la fecha de las vacaciones parlamentarias. Confía en poder sacar adelante el plan del Brexit antes del 1 de junio, y frenar de ese modo —a pesar de las dudas legales que genera un movimiento de esas características— la toma de posesión de sus escaños de los eurodiputados británicos que resulten elegidos. “Nos gustaría llegar a la situación en que los eurodiputados no lleguen a ocupar su puesto en el Parlamento Europeo. Es decir, acabar con todo este asunto antes del receso vacacional del Parlamento”, reconoció Liddington.
Entre las filas conservadoras crece la irritación con la primera ministra, después de unos pésimos resultados en las municipales que nadie considera atribuibles a la falta de mérito de los candidatos sino al fiasco del Brexit. La primera ministra se reunió este martes de nuevo con Graham Brady, el jefe del poderoso Comité 1922, que reúne a todos los diputados sin cargo en el Gobierno. Su libertad de voto y su peso mayoritario les ha convertido en el principal enemigo de May. “Ha llegado el momento de que dimita”, ha asegurado Bill Cash, una de las voces antieuropeas más firmes; “debe dar una fecha concreta. Cuanto antes, mejor. Pero debe hacerse de un modo ordenado”. La mayoría de voces críticas con May quieren que haya una renovación de liderazgo el próximo otoño.