Griezmann, el momento oportuno
El anuncio de la marcha del delantero francés en los prolegómenos del mercado de verano es el mejor escenario posible para el Atlético y para el propio jugador
Jordi Cruyff
El País
Cuando te toca planificar una temporada como director deportivo, desarrollas con el tiempo un olfato que te ayuda a intuir los movimientos de mercado, tanto a favor como en contra de los intereses de tu club. Siempre hay ciertas cosas que te puedes imaginar, como cuando un jugador tuyo ha hecho un gran año en una liga más pequeña y seduce a grandes equipos europeos. Te preparas inevitablemente para un escenario de negociaciones que combine de la mejor manera el beneficio económico y deportivo del traspaso. En ese caso, lo fundamental es tener margen de maniobra suficiente para reajustar la plantilla.
Pero en España hay un factor que daña considerablemente a los clubes de LaLiga en comparación con otras competiciones europeas: la existencia de cláusulas de rescisión. Una figura jurídica concebida inicialmente para que los equipos pudieran proteger a sus futbolistas, pero que en la práctica les coloca a expensas de contratiempos. Algo que además ha permitido a la Premier, gracias a su boom económico, hacerse con el control del mercado: si un conjunto inglés se marca un objetivo en el fútbol español, se lanza a por él abonando la cláusula, pero si un club de LaLiga se propone fichar a un jugador en Inglaterra, debe someterse al desgaste de una negociación interminable con un interlocutor que normalmente no necesita vender.
Teniendo en cuenta estos condicionantes del fútbol español, creo que el anuncio de la marcha de Griezmann en los prolegómenos del mercado de verano es el mejor escenario posible para el Atlético y para el propio jugador. Al aficionado, en caliente, siempre le cuesta asumir la idea de sentirse rechazado, pero visto con perspectiva, estamos hablando de un futbolista que ha ofrecido un gran rendimiento durante cinco años y que demostró fidelidad a la entidad rojiblanca cuando se pudo marchar en plena sanción de la FIFA hace dos años o después de ganar el Mundial con Francia el verano pasado. Si esta vez tenía claro que su etapa como colchonero había llegado a su fin y que contaba con pretendientes dispuestos a abonar la cláusula de rescisión el 1 de julio cuando se haga efectiva su reducción de 200 a 120 millones de euros, sin entrar a especular sobre su posible destino, me parece el mejor momento para todos.
Peor hubiera sido abonar la cláusula el 1 de julio sin previo aviso y dejar al club sin margen de maniobra para reaccionar en el mercado. El Atlético es una institución que ha crecido muchísimo, tiene suficiente magnetismo para seducir jugadores, no necesita convencer a nadie. Y en este caso es positivo que se haya anunciado temprano por el bien de todos, por la afición y por el club, para iniciar los movimientos pertinentes este verano y reconfigurar la plantilla teniendo claras las salidas de varios futbolistas, no solo Griezmann. Se ha hecho correctamente desde mi punto de vista, aunque las formas posiblemente no sean las más adecuadas. Me considero un clásico y en cualquier despedida prefiero el formato de una rueda de prensa conjunta antes que un vídeo o un documental, algo que siempre puede resultar interesante, pero que resta autenticidad en los códigos emocionales de un club y su afición.
Hace un par de años a cualquier equipo español le hubiera cogido con el pie cambiado que un club desembolsara más de 100 millones para rescindir el contrato de un jugador, cuando ahora nos parece algo de lo más natural. Pero los parámetros del mercado han cambiado desde el caso Neymar, que marcó un antes y un después. Nadie se esperaba que un club como el PSG desactivara un blindaje que ascendía a 222 millones de euros. El hecho de que ocurriera a principios de agosto dañó seriamente la planificación del Barça, sin recambio de garantías y sometido a precios disparados: 145 millones por Dembélé y, a la postre, 160 por Coutinho. Un precedente que sirvió a muchos clubes de lección para cubrirse las espaldas y evitar sobresaltos, como ha hecho el Atlético con Griezmann.
Jordi Cruyff
El País
Cuando te toca planificar una temporada como director deportivo, desarrollas con el tiempo un olfato que te ayuda a intuir los movimientos de mercado, tanto a favor como en contra de los intereses de tu club. Siempre hay ciertas cosas que te puedes imaginar, como cuando un jugador tuyo ha hecho un gran año en una liga más pequeña y seduce a grandes equipos europeos. Te preparas inevitablemente para un escenario de negociaciones que combine de la mejor manera el beneficio económico y deportivo del traspaso. En ese caso, lo fundamental es tener margen de maniobra suficiente para reajustar la plantilla.
Pero en España hay un factor que daña considerablemente a los clubes de LaLiga en comparación con otras competiciones europeas: la existencia de cláusulas de rescisión. Una figura jurídica concebida inicialmente para que los equipos pudieran proteger a sus futbolistas, pero que en la práctica les coloca a expensas de contratiempos. Algo que además ha permitido a la Premier, gracias a su boom económico, hacerse con el control del mercado: si un conjunto inglés se marca un objetivo en el fútbol español, se lanza a por él abonando la cláusula, pero si un club de LaLiga se propone fichar a un jugador en Inglaterra, debe someterse al desgaste de una negociación interminable con un interlocutor que normalmente no necesita vender.
Teniendo en cuenta estos condicionantes del fútbol español, creo que el anuncio de la marcha de Griezmann en los prolegómenos del mercado de verano es el mejor escenario posible para el Atlético y para el propio jugador. Al aficionado, en caliente, siempre le cuesta asumir la idea de sentirse rechazado, pero visto con perspectiva, estamos hablando de un futbolista que ha ofrecido un gran rendimiento durante cinco años y que demostró fidelidad a la entidad rojiblanca cuando se pudo marchar en plena sanción de la FIFA hace dos años o después de ganar el Mundial con Francia el verano pasado. Si esta vez tenía claro que su etapa como colchonero había llegado a su fin y que contaba con pretendientes dispuestos a abonar la cláusula de rescisión el 1 de julio cuando se haga efectiva su reducción de 200 a 120 millones de euros, sin entrar a especular sobre su posible destino, me parece el mejor momento para todos.
Peor hubiera sido abonar la cláusula el 1 de julio sin previo aviso y dejar al club sin margen de maniobra para reaccionar en el mercado. El Atlético es una institución que ha crecido muchísimo, tiene suficiente magnetismo para seducir jugadores, no necesita convencer a nadie. Y en este caso es positivo que se haya anunciado temprano por el bien de todos, por la afición y por el club, para iniciar los movimientos pertinentes este verano y reconfigurar la plantilla teniendo claras las salidas de varios futbolistas, no solo Griezmann. Se ha hecho correctamente desde mi punto de vista, aunque las formas posiblemente no sean las más adecuadas. Me considero un clásico y en cualquier despedida prefiero el formato de una rueda de prensa conjunta antes que un vídeo o un documental, algo que siempre puede resultar interesante, pero que resta autenticidad en los códigos emocionales de un club y su afición.
Hace un par de años a cualquier equipo español le hubiera cogido con el pie cambiado que un club desembolsara más de 100 millones para rescindir el contrato de un jugador, cuando ahora nos parece algo de lo más natural. Pero los parámetros del mercado han cambiado desde el caso Neymar, que marcó un antes y un después. Nadie se esperaba que un club como el PSG desactivara un blindaje que ascendía a 222 millones de euros. El hecho de que ocurriera a principios de agosto dañó seriamente la planificación del Barça, sin recambio de garantías y sometido a precios disparados: 145 millones por Dembélé y, a la postre, 160 por Coutinho. Un precedente que sirvió a muchos clubes de lección para cubrirse las espaldas y evitar sobresaltos, como ha hecho el Atlético con Griezmann.