Cómo podrían impactar en Venezuela las sanciones de Estados Unidos a Irán
Los recientes castigos de Washington contra la teocracia ahogarían su economía. Los posibles escenarios y su repercusión en Caracas
Laureano Pérez Izquierdo
laureano@infobae.com
Fueron dos golpes decisivos en un puñado de semanas. El primero de ellos fue la declaración como grupo terrorista a la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés). El segundo, este lunes, al anunciarse el bloqueo total de sus importaciones de petróleo, la "principal fuente de financiamiento" de Irán.
Teherán intentó mostrarse activo ante tantos reveses. Avisó que podría cerrar el estrecho de Ormuz -una carta recurrente- para imposibilitar el paso de buques por el Golfo Pérsico, lo que podría elevar las tensiones con sus vecinos árabes y los Estados Unidos. Ese paso conecta los países productores con el océano Índico y cada día transita la tercera parte del crudo del mundo.
El costo para el régimen teocrático podría ser catastrófico si juega esa arriesgada carta. Quizás, antes de cruzar esa línea roja, intente alguna otra maniobra de distracción. ¿Hezbollah? El ayatollah Khamenei, jefe de la teocracia, estará pensando su jugada frente a un contrincante -Donald Trump- diferente a sus antecesores en la Casa Blanca.
Por primera vez en décadas Washington parecerían acelerar la intención de cambiar finalmente el tipo de gobierno en Irán. Terminar con el régimen de los mullah e instaurar una administración que solo exporte materia prima y conocimiento al resto del mundo. Jerarcas de la Guardia Revolucionaria como Qassem Soleimani o Hossein Salami –su nuevo comandante– ya no tendrían trabajo ante un nuevo escenario.
Es que los jefes de la IRGC son los encargados de que la revolución iniciada en 1979 lleve sus tentáculos fundamentalistas a todo el planeta. Con las Fuerzas Quds dirigen Hezbollah, Hamas y la Jihad Islámica Palestina, y más milicias que le responden con lealtad al bolsillo de Teherán. Están repartidas por Irak, Líbano, Azerbaiyán, Afganistán, Bahrein, Siria, Yemen, India, Turquía y células en el resto del mundo, incluida América Latina.
Para financiarlas Khamenei necesita del dinero de sus exportaciones de petróleo. Ya no contará con él. El fin de los permisos especiales para que China, India, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Turquía, Italia y Grecia compren crudo al régimen redundaría en un golpe mortal para esas fuerzas irregulares que se oxigenan gracias al flujo de dinero persa. Esos países deberán buscar otros vendedores.
Khamenei y su Consejo de Guardianes tendrán poco tiempo para moverse. Y decidir una jugada. La principal será intentar mantener el poder. Para ello necesitarán estabilidad en el país. ¿Cómo lograrla si se corta el flujo de dinero? Difícil saberlo. Al asumir sus funciones Salami amenazó con "quebrar a Estados Unidos, Israel y sus aliados".
¿Someterá el ayatollah la soberanía de su nación a otras potencias como Rusia y China para buscar un salvataje alternativo y de contrapeso a la principal potencia? ¿Cuánto tiempo podrá -en caso de que ocurra- solventar un conflicto armado con Washington y con el resto de sus vecinos árabes? ¿Vladimir Putin saldría al rescate como lo hizo con el dictador Bashar Al-Assad en Siria? ¿Beijing desobedecerá las advertencias norteamericanas y seguirá comprando barriles de petróleo a Teherán?
El cerco se cierra sobre el ayatollah quien incluso deberá contener el descontento interno por una crisis económica que parece inevitable.
En ese contexto parece complejo que pueda sostener durante mucho más tiempo su alianza con Venezuela. La incógnita sobre cuánto podría prolongar su presencia en el país latinoamericano apoyando a la dictadura de Nicolás Maduro se dilucidaría en poco tiempo de estallar un conflicto de proporciones. Para peor, Caracas no puede garantizarle pago alguno por sus servicios. La promesa de la Guardia Revolucionaria en tierras caribeñas podría diluirse antes de que se concrete. Khamanei, Hassan Rohani, Salami y Soleimani las necesitarán bien cerca suyo.
Algunos analistas son más escépticos. Creen que la última jugada táctica de la Casa Blanca podría ser contraproducente ya que podría llevar tensión a los mercados y elevar el precio del barril. Sin embargo, Arabia Saudita y Emiratos Árabes han garantizado la producción ante la merma que significará la salida del mercado de Irán y ante el descalabro que es Venezuela, cuyos clientes también deberán buscar nuevos proveedores.
Laureano Pérez Izquierdo
laureano@infobae.com
Fueron dos golpes decisivos en un puñado de semanas. El primero de ellos fue la declaración como grupo terrorista a la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés). El segundo, este lunes, al anunciarse el bloqueo total de sus importaciones de petróleo, la "principal fuente de financiamiento" de Irán.
Teherán intentó mostrarse activo ante tantos reveses. Avisó que podría cerrar el estrecho de Ormuz -una carta recurrente- para imposibilitar el paso de buques por el Golfo Pérsico, lo que podría elevar las tensiones con sus vecinos árabes y los Estados Unidos. Ese paso conecta los países productores con el océano Índico y cada día transita la tercera parte del crudo del mundo.
El costo para el régimen teocrático podría ser catastrófico si juega esa arriesgada carta. Quizás, antes de cruzar esa línea roja, intente alguna otra maniobra de distracción. ¿Hezbollah? El ayatollah Khamenei, jefe de la teocracia, estará pensando su jugada frente a un contrincante -Donald Trump- diferente a sus antecesores en la Casa Blanca.
Por primera vez en décadas Washington parecerían acelerar la intención de cambiar finalmente el tipo de gobierno en Irán. Terminar con el régimen de los mullah e instaurar una administración que solo exporte materia prima y conocimiento al resto del mundo. Jerarcas de la Guardia Revolucionaria como Qassem Soleimani o Hossein Salami –su nuevo comandante– ya no tendrían trabajo ante un nuevo escenario.
Es que los jefes de la IRGC son los encargados de que la revolución iniciada en 1979 lleve sus tentáculos fundamentalistas a todo el planeta. Con las Fuerzas Quds dirigen Hezbollah, Hamas y la Jihad Islámica Palestina, y más milicias que le responden con lealtad al bolsillo de Teherán. Están repartidas por Irak, Líbano, Azerbaiyán, Afganistán, Bahrein, Siria, Yemen, India, Turquía y células en el resto del mundo, incluida América Latina.
Para financiarlas Khamenei necesita del dinero de sus exportaciones de petróleo. Ya no contará con él. El fin de los permisos especiales para que China, India, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Turquía, Italia y Grecia compren crudo al régimen redundaría en un golpe mortal para esas fuerzas irregulares que se oxigenan gracias al flujo de dinero persa. Esos países deberán buscar otros vendedores.
Khamenei y su Consejo de Guardianes tendrán poco tiempo para moverse. Y decidir una jugada. La principal será intentar mantener el poder. Para ello necesitarán estabilidad en el país. ¿Cómo lograrla si se corta el flujo de dinero? Difícil saberlo. Al asumir sus funciones Salami amenazó con "quebrar a Estados Unidos, Israel y sus aliados".
¿Someterá el ayatollah la soberanía de su nación a otras potencias como Rusia y China para buscar un salvataje alternativo y de contrapeso a la principal potencia? ¿Cuánto tiempo podrá -en caso de que ocurra- solventar un conflicto armado con Washington y con el resto de sus vecinos árabes? ¿Vladimir Putin saldría al rescate como lo hizo con el dictador Bashar Al-Assad en Siria? ¿Beijing desobedecerá las advertencias norteamericanas y seguirá comprando barriles de petróleo a Teherán?
El cerco se cierra sobre el ayatollah quien incluso deberá contener el descontento interno por una crisis económica que parece inevitable.
En ese contexto parece complejo que pueda sostener durante mucho más tiempo su alianza con Venezuela. La incógnita sobre cuánto podría prolongar su presencia en el país latinoamericano apoyando a la dictadura de Nicolás Maduro se dilucidaría en poco tiempo de estallar un conflicto de proporciones. Para peor, Caracas no puede garantizarle pago alguno por sus servicios. La promesa de la Guardia Revolucionaria en tierras caribeñas podría diluirse antes de que se concrete. Khamanei, Hassan Rohani, Salami y Soleimani las necesitarán bien cerca suyo.
Algunos analistas son más escépticos. Creen que la última jugada táctica de la Casa Blanca podría ser contraproducente ya que podría llevar tensión a los mercados y elevar el precio del barril. Sin embargo, Arabia Saudita y Emiratos Árabes han garantizado la producción ante la merma que significará la salida del mercado de Irán y ante el descalabro que es Venezuela, cuyos clientes también deberán buscar nuevos proveedores.